Nada más oportuno, en estos días de Semana Santa Católica, recordar el polémico episodio bíblico relacionado con el denominado ‘pecado original’, reseñado en el Génesis, uno de los libros del Antiguo Testamento, que tiene como protagonistas eternos a Adán y Eva, y de antagonista a una serpiente en la que se camuflaba el Diablo, el mismísimo promotor de las tentaciones.
Las versiones del hecho son infinitas, pero todas si tienen como común denominador a un hombre y a una mujer que, en un acto de desobediencia a una advertencia de Dios, pero inducidos por la malicia del reptil, le metieron el diente a una jugosa manzana que, en aquel tiempo, tenía el rótulo de ‘fruto prohibido’.
El mordisco ‘sacó de quicio’ al Creador que, sin contemplaciones, expulsó a la parejita del edén, un espacio terrenal en el que no faltaba nada y se vivía sin afanes, perdiendo así la dicha de ser inmortales y obligados a trabajar para subsistir junto con las generaciones que vendrían después, pues salieron encueros del lugar.
Investigadores de este tipo de relatos bíblicos aseguran que lo de la manzana no es más que una manera de ‘encubrir’ el polvo sostenido entre Adán y Eva, en medio de un arrebato sexual. Es desde allí de dónde venimos todos los mortales, cargando la cruz de pecadores per sécula seculorum.
En el Catecismo de la Iglesia Católica está justificado lo del ‘pecado original’, como un acto de desobediencia e irrespeto a la confianza, cuando se señala que “Dios creó al hombre a su imagen y lo estableció en su amistad. Criatura espiritual, el hombre no puede vivir esta amistad más que en la forma de libre sumisión a Dios. Esto es lo que expresa la prohibición hecha al hombre de comer del árbol del conocimiento del bien y del mal, porque el día que comieres de él, morirás sin remedio”.
“El hombre depende del Creador, está sometido a las leyes de la Creación y a las normas morales que regulan el uso de la libertad”, precisa la doctrina.
Sobre el tema hay una reflexión del sacerdote español jesuita Jorge Loring Miró, en el portal Catholic.net. “Nosotros no somos responsables del pecado original porque no es pecado personal nuestro; pero lo heredamos al nacer”.
Explica el religioso que el pecado es contraído y no cometido por lo tanto es un estado y no un acto. “En virtud de la ley de solidaridad de Adán con toda la humanidad, por ser su cabeza físico-jurídica, nos priva de los dones extraordinarios que Dios había concedido en un principio a Adán para que los comunicara a sus descendientes”.
Loring también sostiene que “si Adán se hubiese suicidado, antes de tener hijos, hubiera privado de la vida a todo el género humano; así con su pecado nos priva de la gracia. Fue un suicidio espiritual. No debemos protestar por sufrir nosotros las consecuencias del pecado de Adán”.
El punto de vista de los Testigos de Jehová, según se expone en el portal JW.org, es que “todos los descendientes de Adán y Eva heredaron el pecado, como cuando un hijo hereda un defecto genético de sus padres”, citando lo consignado en el libro bíblico Romanos.
De igual manera, con base en interpretaciones de lecturas contempladas en Salmos, Efesios, Eclesiastés y Santiago, líderes de esa comunidad aseguran que ningún humano es perfecto y su tendencia es a hacer lo malo. “Como los seres humanos hemos heredado el pecado, o la imperfección, nos enfermamos, envejecemos y morimos. Pagamos las consecuencias de nuestros errores y de los errores de los demás”.
Sin embargo, citando el legado de Juan, manifiestan que sí es posible librarse de las consecuencias del ‘pecado original’. “El sacrificio de Jesús permite que nos libremos de las consecuencias del pecado que heredamos y recuperemos lo que Adán y Eva perdieron: la posibilidad de vivir para siempre con una salud perfecta”.
El periodista Alberto Medina López en el artículo ‘Erotismo en la Biblia’, publicado en El Espectador.com, también aborda la temática. Destaca datos interesantes empezando por afirmar que el sexo no está proscrito en el libro de las Sagradas Escrituras.
Pone el ejemplo de lo contemplado en Proverbios, y en el que se señala que Dios puso al hombre y a la mujer en la tierra no solo con el fin de poblarla, sino también para su deleite mutuo en el gozo derecho.
“Dios creó al hombre con pasiones y con deseos sexuales, y para ejercitar ese derecho a la extraída de una de sus costillas, que le permitiera multiplicarse en hijos y en orgasmos, pero con ella y solo con ella”, anota Medina, pero dejando claro que la fidelidad debe ser pilar en la pareja.
No obstante, si en esa pareja falla la química amorosa, el periodista cita un escrito del apóstol San Pablo, consignado en Corintios. “No se nieguen el uno al otro, a no ser de común acuerdo, y sólo por un tiempo, para dedicar volver a unirse nuevamente; de lo contrario, pueden caer en tentación de Satanás, por falta de dominio propio”.
Cierra Medina con una serie de citas, unas más subidas de tono ardiente que otras, en el ‘Cantar de los Cantares’, atribuido a Salomón, otro de los libros que hacen parte del Antiguo Testamento, para ratificar que la sexualidad también está presente en la Biblia. Pero esa una tarea para ustedes, estimados cibernautas inquietos en este tipo de temas.
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