El fenómeno no es de poca monta y, en cada siglo, le han venido sumando diversas manifestaciones sin que esto les importe a las sociedades modernas, según evidencias. Se trata de la esclavitud humana que, de acuerdo con cálculos de las Naciones Unidas, aumenta en silencio, agazapada, y sin controles efectivos.
Para ir a lo concreto, porque el contexto histórico es una tarea para ustedes, la Organización Internacional del Trabajo, apéndice de la ONU, en una medición hecha entre el 2016 y el 2021 detectó que, solo en ese periodo, hubo que sumar 10 millones de personas en condición esclavitud para acercarse a un aproximado de 50 millones en lo que va del presente siglo, el XXI.
También reveló las tendencias que son consideradas como actividades esclavizantes, explotadoras y violadoras de un sinnúmero de derechos Humanos, unas con más prevalencias que otras, como el trabajo infantil, la trata de personas, la servidumbre por deudas, la explotación sexual y el reclutamiento forzoso de niños en los conflictos armados.
El indicador de la OIT hasta el 2016, recogido por investigadores de la Facultad de Derecho de la Universidad de Valladolid, España, es situado en “40,3 millones el número de personas bajo alguna de estas formas de esclavitud, de las cuales 24,9 millones son víctimas de trabajo forzoso y 15,4 millones de matrimonios forzados”.
Si en el 2015, una publicación de la Universidad Central de Bogotá, ‘La esclavitud moderna’, sostuvo que “la esclavitud moderna es un gran negocio. Un estudio reciente de la OIT estima que genera ganancias anuales mayores a los 150.000 millones de dólares, lo cual equivale a la suma de las ganancias de las cuatro empresas más rentables del mundo” … ¿Se imaginan cómo estará la problemática en este 2023?
En el artículo también se aseguró que “la mayoría de las personas víctimas de esclavitud trabajan en industrias como la agricultura, la pesca, la construcción, la manufactura, la minería, los servicios y el trabajo doméstico, y una de cada cinco es víctima de explotación sexual”.
Precisamente, la OIT en sus informes del 2021 sobre el trabajo forzado, entiéndase esclavitud, sigue demostrando el crecimiento del fenómeno. “El 52% de todos los trabajos forzados y una cuarta parte de todos los matrimonios forzados se produce en países de renta media-alta o alta. La mayoría de los casos de trabajo forzoso, 86%, se localizaron dentro de la economía privada y el restante 14% se dio en el ámbito estatal”.
“Un 63% de los afectados por esta forma de explotación trabaja en diversos sectores y un 23% se desempeña en la explotación sexual comercial forzosa, un área en la que casi cuatro de cada cinco personas son mujeres o niñas. El número total de mujeres y niñas en situación de trabajo forzoso suma 11,8 millones, mientras que el número de niños que lo padecen y tampoco acuden a la escuela son más de 3,3 millones”, según la OIT.
En septiembre del 2022, ante de despedirse de su cargo, después de 10 años continuos, el director general del organismo, Guy Ryder, reiteró en que nada justifica la esclavitud perpetua, pero reconoció que no se producen hechos que conlleven a su abolición real.
“Sabemos lo que hay que hacer, y sabemos que se puede hacer. Es fundamental contar con políticas y regulaciones nacionales eficaces. Pero los gobiernos no pueden hacerlo solos. Las normas internacionales proporcionan una base sólida, y es necesario un enfoque que incluya a todas las partes. Los sindicatos, las organizaciones empresariales, la sociedad civil y los ciudadanos de a pie tienen un papel fundamental que desempeñar”, manifestó Ryder, antes de darle paso. Gilbert F. Houngbo, el nuevo timonel de la OIT.
Otras publicaciones sobre la temática, como las del ‘Folleto informativo No.14 – Formas Contemporáneas de la Esclavitud ‘, de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, hacen una relación de las tendencias.
Explica que, además de la esclavitud tradicional y la trata de esclavos, son manifestaciones la venta de niños, la prostitución infantil, la utilización de niños en la pornografía, la explotación del trabajo infantil, la mutilación sexual de las niñas, la utilización de niños en los conflictos armados, la servidumbre por deudas, la trata de personas y la venta de órganos humanos, la explotación de la prostitución y ciertas prácticas del régimen de apartheid y los regímenes coloniales.
“Las prácticas análogas a la esclavitud pueden ser clandestinas. Esto hace que sea difícil tener una idea clara de la escala de la esclavitud contemporánea, y aún más descubrirla, sancionarla o suprimirla. El problema se complica debido a que las víctimas de esos abusos suelen pertenecer a los grupos sociales más pobres y vulnerables. Muchas veces el temor y la necesidad de sobrevivir les impiden denunciar su situación”, precisa la publicación.
Para finalizar les comparto un dato publicado en la revista Diners relacionado con Colombia, tomado del Índice Global de Esclavitud 2018, de Walk Free Foundation, el cual asegura que “en el 2016 había 131.000 víctimas de esclavitud moderna en Colombia –2,7 personas por cada 1.000 habitantes–. Esta cifra ubica al país por encima del promedio de la región, que es 1,9 por cada 1.000 habitantes”.
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