Violencia, vivita y avanzando

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Una de cada tres mujeres en el mundo ha sufrido violencia física o sexual, en algún momento de su vida. Así lo revela el más reciente informe que elaboraron la Organización Mundial de la Salud, OMS, y agencias de Naciones Unidas, ONU, el cual fue socializado el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y la Niña.

Antes de compartirles un resumen con lo más destacado es bueno que conozcan el siguiente dato histórico: El Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y la Niña se conmemora cada 25 de noviembre para honrar la memoria de las hermanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal, activistas dominicanas asesinadas en 1960 por orden del dictador Rafael Leónidas Trujillo, debido a su lucha política y social contra la dictadura.

Lo de las Mirabal, también conocidas en su territorio como ‘Las Mariposas’, si bien fue punto de partida para enfrentar el fenómeno contemporáneo, los organismos investigadores admiten que la lucha, hasta el momento, contiene más decepción que satisfacción por los resultados, veamos:

Sostienen la OMS y la ONU, que la violencia contra las mujeres continúa siendo una de las violaciones de derechos humanos más extendidas y menos atendidas del mundo.

Destacan que 840 millones de mujeres en todo el planeta ha sufrido violencia física o sexual a lo largo de su vida. Solo en el último año, 316 millones de ellas, mayores de 15 años, fueron víctimas por parte de su pareja, lo que equivale al 11 % de la población femenina en ese rango de edad.

La reducción anual de esta forma de violencia apenas alcanza el 0,2 %, un ritmo que evidencia la falta de respuestas efectivas.

Por primera vez, el informe incluye estimaciones nacionales y regionales sobre violencia sexual perpetrada por personas ajenas a la pareja, y en ese orden se estiman en 263 millones los casos. No obstante, los especialistas advierten que la cifra real es mucho mayor, debido al silencio impuesto por el miedo y la estigmatización.

Para el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, la violencia contra las mujeres es una de las injusticias más antiguas y extendidas de la humanidad, y aun así sigue siendo una de las que menos atención recibe. “Ninguna sociedad puede considerarse justa, segura o saludable mientras la mitad de su población vive con miedo”, advierte.

El informe, basado en datos de 168 países entre 2000 y 2023, advierte que la crisis está gravemente desatendida y que los recursos para enfrentarla son cada vez más escasos.

Aunque existen estrategias probadas de prevención, la financiación destinada a estas iniciativas se ha reducido drásticamente. En 2022, apenas el 0,2 % de la asistencia oficial para el desarrollo fue a programas de prevención, y la tendencia descendente se ha mantenido en 2025.

Esta reducción ocurre en un contexto de mayores riesgos como las emergencias humanitarias, la desigualdad socioeconómica creciente y las transformaciones tecnológicas que amplían las formas de violencia, incluidas las digitales.

Las consecuencias son devastadoras, de acuerdo con la OMS y la ONU. Muchas mujeres enfrentan embarazos no deseados, mayor riesgo de infecciones de transmisión sexual y altos índices de depresión. Los servicios de salud sexual y reproductiva se convierten en un punto de acceso crucial para brindar atención integral.

El informe subraya que la violencia comienza a edades tempranas: 12,5 millones de adolescentes de entre 15 y 19 años, el 16 %, fueron víctimas en el último año. Además, golpea con mayor fuerza a mujeres en países menos desarrollados, en zonas de conflicto o en territorios vulnerables al cambio climático. En Oceanía, excluyendo Australia y Nueva Zelanda, la prevalencia de violencia de pareja alcanza el 38 %, más de tres veces la media mundial.

Las directoras ejecutivas de ONU-Mujeres, el Fondo de Población de las Naciones Unidas, UNFPA, y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, UNICEF coinciden en señalar la urgencia de actuar.

Sima Bahous, de ONU-Mujeres, asegura que ponerle fin a la violencia contra las mujeres y las niñas exige valentía, compromiso y un esfuerzo colectivo.

Por su parte, Diene Keita, de UNFPA, advierte que el ciclo devastador de la violencia se extiende a familias y comunidades, perpetuando desigualdades. “Los datos muestran con crudeza las consecuencias de permanecer pasivos. No podemos esperar más, debemos actuar con urgencia”, manifiesta.

Y Catherine Russell, de UNICEF, recuerda que muchos niños crecen viendo cómo sus madres son maltratadas, lo que normaliza la violencia en la vida cotidiana: “Debemos poner fin a este patrón de violencia contra las mujeres y las niñas”, expresa.

Estas voces institucionales refuerzan la idea de que la violencia contra las mujeres no es un problema aislado, sino un fenómeno estructural que compromete la salud, la dignidad y el desarrollo de sociedades enteras.

El informe también muestra que, allí donde existe voluntad política, se logran avances significativos. Camboya, por ejemplo, ha emprendido un proyecto nacional para actualizar su legislación sobre violencia doméstica, mejorar servicios, rehabilitar centros de acogida y promover la prevención en escuelas mediante recursos digitales.

Otros países como Ecuador, Liberia, Trinidad y Tobago, y Uganda han elaborado planes de acción nacionales con presupuestos asignados, demostrando que el compromiso político interno puede suplir la disminución de la ayuda internacional. Estas experiencias evidencian que la acción decidida de los Estados es clave para transformar la realidad.

El informe concluye con un llamado a la acción y a la rendición de cuentas. Por ello, para lograr cambios reales en la vida de las mujeres y niñas, se recomienda:

  • Ampliar programas de prevención basados en evidencia, integrando enfoques educativos, comunitarios y digitales.
  • Reforzar servicios de salud, asistencia jurídica y apoyo social, garantizando accesibilidad y calidad.
  • Invertir en sistemas de datos que permitan monitorear avances y atender a grupos en mayor riesgo, como mujeres indígenas, migrantes y con discapacidad.
  • Hacer cumplir las leyes y políticas que protegen y empoderan a mujeres y niñas, evitando que queden en letra muerta.
  • Promover la participación activa de la sociedad civil, fomentando cambios culturales que desmantelen imaginarios patriarcales y normalizaciones de la violencia.
  • Asegurar financiamiento sostenible, tanto nacional como internacional, para que la prevención y atención no dependan de coyunturas políticas.

En conclusión, la violencia contra las mujeres es una crisis global que persiste por falta de voluntad política, recursos y transformación cultural. Los datos son contundentes: millones de mujeres y niñas siguen viviendo con miedo y sufriendo secuelas de por vida. Pero detrás de las cifras hay historias humanas que exigen dignidad, justicia y reparación.

Los Estados tienen la responsabilidad de actuar con decisión, asignar recursos y garantizar políticas efectivas. La sociedad, por su parte, debe comprometerse a romper el silencio, cuestionar las estructuras que perpetúan la violencia y construir entornos seguros e igualitarios.

El mensaje al que invitan los organismos autores del informes es a decir basta ya de silenciar este problema. “La violencia contra las mujeres no es inevitable, es prevenible. Requiere valentía, compromiso y acción colectiva. Solo así podremos avanzar hacia un mundo más justo, equitativo y seguro para todas las personas”.

Álvaro Oviedo C

Periodista independiente, actual editor de sinrecato.com Profesional con más de 40 años de experiencia en medios de comunicaciones impresos y digitales, relaciones públicas, radio y tv. Desde el 2018, cocreador de sinrecato.com, plataforma digital de expresión para romper tabués sobre la sexualidad, la vida en pareja, la formación de buenos ciudadanos y mejores familias, llamando las cosas por su nombre. Creador de la red informativa regional, sinrecatonoticias.

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