En un informe de septiembre del año pasado, sin tener conocimiento de lo que se venía con la pandemia del Covid-19, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó una especie de pronóstico, a manera de alerta, para que las naciones incluyeran en sus políticas de salud pública controles a tiempo sobre la salud mental de sus habitantes.
Concretamente la OMS se refiere a la demencia, destacando que, a nivel mundial, afecta “a unos 50 millones de personas, de las cuales alrededor del 60% viven en países de ingresos bajos y medios. Cada año se registran cerca de 10 millones de nuevos casos”.
Más adelante subraya que entre un 5% y un 8% de la población, sobre todo de 60 años o más, sufre demencia en un determinado momento. Y esto conllevó a la preocupante predicción: “Se prevé que el número total de personas con demencia alcance los 82 millones en 2030 y 152 millones en 2050. Buena parte de ese incremento puede achacarse al hecho de que en los países de ingresos bajos y medios el número de personas con demencia tenderá a aumentar cada vez más”.
Expertos psicólogos, psiquiatras y sociólogos coinciden en que con el impacto de la pandemia del Covid-19, que obliga al aislamiento social dentro de las medidas preventivas, se está produciendo un efecto colateral en el comportamiento de las personas. Así que las cifras y proyecciones tendrán que ser revaluadas, con el nada concepto alentador que fácilmente podrían triplicarse los casos de demencia en el mundo.
Un repaso a lo que es la demencia lo hace la OMS indicando que se trata de un síndrome, crónico o progresivo, relacionado con el deterioro de la memoria, el intelecto, el comportamiento y la capacidad para realizar actividades de la vida diaria.
Es una de las principales causas de discapacidad y dependencia entre las personas mayores en todo el mundo.
“La demencia es causada por diversas enfermedades y lesiones que afectan al cerebro de forma primaria o secundaria, como la enfermedad de Alzheimer o los accidentes cerebrovasculares. Es una de las principales causas de discapacidad y dependencia entre las personas mayores en todo el mundo. Puede resultar abrumadora no solo para quienes la padecen, sino también para sus cuidadores y familiares”, destaca el organismo internacional.
Signos de alerta
Señala la organización que existe una falta de conciencia y comprensión del síndrome, que se traduce en una estigmatización y en obstáculo para que la persona reciba de manera oportuna diagnóstico y tratamiento.
Agrega que el impacto de la demencia en los cuidadores, la familia y la sociedad puede ser de carácter físico, psicológico, social y económico.
Los síntomas son diferentes en cada persona, pero si son comunes tres etapas. La primera es poco detectable, pero si hay que pararle bolas a la tendencia al olvido, a la perdida de noción del tiempo y la desubicación espacial.
Luego viene una etapa intermedia, en la que los campanazos de alerta se dan cuando la persona empieza a olvidar acontecimientos recientes, incluso los nombres de allegados; se desubica en su propio hogar; cada vez se la hace más difícil la manera de comunicarse; empieza a necesitar ayuda con el aseo y autocuidado; y sufre cambios de comportamiento, como dar vueltas por la casa o repetir las mismas preguntas.
Y la tercera etapa es la tardía: en la que la dependencia y la inactividad son casi totales. “Las alteraciones de la memoria son graves y los síntomas y signos físicos se hacen más evidentes”. Los síntomas: una creciente desubicación en el tiempo y en el espacio; dificultades para reconocer a familiares y amigos; una necesidad, cada vez mayor, de ayuda para el cuidado personal; dificultades para caminar; y alteraciones del comportamiento que pueden desembocar en agresiones.
La OMS explica que las formas de la demencia son múltiples y diversas; que la enfermedad de Alzheimer es la forma más común de demencia, pues se calcula que representa entre un 60% y un 70% de los casos.
Otras formas frecuentes son la demencia vascular, la demencia por cuerpos de Lewy (agregados anormales de proteínas en el interior de las células nerviosas) y un grupo de enfermedades que pueden contribuir a la demencia frontotemporal (degeneración del lóbulo frontal del cerebro). Los límites entre las distintas formas de demencia son difusos y frecuentemente coexisten formas mixtas.
“No hay ningún tratamiento que pueda curar la demencia o revertir su evolución progresiva. Existen numerosos tratamientos nuevos que se están investigando y se encuentran en diversas etapas de los ensayos clínicos. Sin embargo, sí existen numerosas intervenciones que se pueden ofrecer para apoyar y mejorar la vida de las personas con demencia y sus cuidadores y familias”, manifiesta la OMS.
No deje tambalear su salud mental
Advierte que la demencia no afecta exclusivamente a personas mayores. La demencia de inicio temprano, que es cuando los síntomas se presentan antes de los 65 años, representa hasta un 9% de los casos.
La organización destaca que los estudios demuestran que se puede reducir el riesgo de padecer demencia haciendo ejercicio con regularidad, no fumando, evitando el uso nocivo del alcohol, controlando el peso, tomando una alimentación saludable y manteniendo una tensión arterial y unas concentraciones sanguíneas adecuadas de colesterol y glucosa. Otros factores de riesgo potencialmente modificables son la depresión, el bajo nivel educativo, el aislamiento social y la inactividad cognitiva.
Por último, la OMS que reconoce la demencia como una prioridad de salud pública, sostiene que “hace falta un marco legislativo apropiado y favorable basado en normas de derechos humanos internacionalmente aceptadas para garantizar la máxima calidad en la prestación de servicios a las personas con demencia y sus cuidadores”.
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