Muchas de las generaciones de hoy solo cuentan, a manera de anécdota, la formación que sus padres recibieron de parte de los abuelos, en la que bastaba una mirada, o una levantada mano, para acoger, ‘sin decir ni mú’, cerca de 10 órdenes; o si la falta era considerada grave, se las tenía que ver con ‘Martín Moreno, que sacaba lo malo y entraba lo bueno’ (la correa, se las recuerdo).
Esas acciones de los padres, pero en las que además se aceptaban reprimendas provenientes de compadres, madrinas y otros allegados a las familias, porque se sobreentendían que eran para una buena formación futura del muchacho, con el tiempo vinieron a ser duramente criticadas por estudios psicológicos, en especial, bajo el argumento que es allí en donde se engendra la violencia.
Eso conllevó a adaptar los programas educativos y desterrar de ellos cátedras como la urbanidad y la formación en valores, que reforzaban los conceptos básicos que todo padre debe prodigarle a sus hijos en el seno del hogar, pues la escuela viene a ser el complemento.
Hoy, se escucha que el mal comportamiento de niños y adolescentes se ha ‘salido de madre’, o más de las manos de sus padres. Son ellos los que resultan imponiendo patrones de conducta. En síntesis, en un altísimo porcentaje, los progenitores han perdido la autoridad, como me lo explicó una educadora con más de 30 años en la educación preescolar.
Para rematar, en el Congreso de la República cursa un proyecto de ley que busca ponerle punto final al castigo físico a niños y adolescentes. La iniciativa del representante liberal Julián Peinado, ya fue aprobada por la plenaria de la Cámara de Representantes, Julián Peinado, y ahora hace tránsito en la Comisión Primera del Senado en donde el debate está vivito, interviniendo universidades y otras entidades de kilates.
“Cuando un padre de familia ejerce castigo físico sobre sus hijos, desencadena en una mala relación entre ambas partes y da paso a otros problemas en los menores, como la afectación en la autoestima, entre otros”.
“El proyecto busca cubrir un vacío y es que actualmente si un adulto excede su derecho a la corrección sobre un niño puede ser objeto de consecuencias penales, pero nadie le ha enseñado a ese papá cómo puede educar a ese hijo sin golpes y sin gritos. Con este proyecto buscamos que el Estado les dé herramientas a los papás y los guíe en pautas de crianza positiva y respetuosa, lejos del castigo físico. Hacemos énfasis en la prevención”, según la argumentación de Peinado.
A su turno Martha González actual decana de la facultad de Psicología de la Universidad de la Sabana, asegura que hoy “el 79% de los niños no están de acuerdo con el castigo físico; sugieren educar con diálogo y reflexión sobre su comportamiento”.
La defensa del proyecto de ley en el senado corre por cuenta de la senadora del Centro Democrático, Paloma Valencia, quien con base en la premisa ‘la violencia no es mecanismo de crianza’, sostiene que el maltrato físico afecta la crianza de los niños. “Desafortunadamente en el país, hay padres que dan una palmada, lo cual también es indeseable”; pero, enfatizó, en que la mayoría de los padres pasa es a “una paliza”.
En las discusiones también se ha escuchado la voz de la directora del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, Liliana Pulido, quien señala que “cuando un padre de familia ejerce castigo físico sobre sus hijos, desencadena en una mala relación entre ambas partes y da paso a otros problemas en los menores, como la afectación en la autoestima, entre otros”.
Entre tanto, Carolina Salgado, Consejera Presidencial para la Niñez y Adolescencia, se muestra partidaria en que “la sociedad debe romper el vínculo en el que se ha naturalizado el castigo físico como método de corrección. Los golpes no modulan la conducta de nuestros niños, sino que rompen los lazos de confianza y de amor que tenemos con ellos. Justamente, es la crianza amorosa la que nos permitirá crear recuerdos inolvidables. Esos recuerdos son los que desarrollarán generaciones altamente productivas en nuestro país”.
Otros congresistas piden que el proyecto sea revisado porque lo consideran ambiguo; y uno como el senador John Milton Rodríguez, de Colombia Justa, que sea archivado, porque “este contradice los principios consagrados en la misma Constitución, la cual entrega a los padres de familia la crianza de sus hijos acorde a sus principios y valores”.
Expertos invitados coinciden en que sea revisado mucho más a fondo, porque si bien contempla acciones para una crianza positiva, estas limitan decisiones de los padres a educar a sus hijos conforme a sus convicciones. En resumen, el Estado asume o se vuelve padre.
A la crianza, en sus primeros años, hay que aplicarle mucha comunicación y que estén bien definidos los respectivos roles, señalan los expertos.
Y la representante de los niños, Mariana Ospina, anota que los niños necesitan es que los adultos realicen acciones para terminar con la violencia y criarlo desde la comunicación y el amor, según lo destaca el registro del debate que se viene dando en el Senado.
El aporte desde la provincia
Sinrecato.com encontró que la Unicef, desde el 2011, promociona una especie de manual de 144 páginas en donde aborda cómo debe ser la crianza, sobre todo en los actuales tiempos, partiendo de manera honesta que no es una fácil tarea.
La recomendación es leerla porque sirve de refuerzo de conocimientos, aprovechando estos días de pandemia. Se llama ‘¿Mucho, poquito o nada? Guía sobre pautas de crianza para niños y niñas de 0 a 5 años de edad’, bajo la autoría de una experta, Natalia Trenchi.
Sobre el proyecto, trasladamos inquietudes a dos profesionales en niños y adolescentes, incluso madres, con una trayectoria de más de 30 años.
Liliana Cortes Escorcia, licenciada en Educación, fundadora del Jardín Infantil Mi Carrusel Musical, dice que ella no comparte lo del proyecto de ley. Argumenta que, por efectos, en la sustitución de normas de civismo, leyes y la psicología, es que ha cambiado todo.
“Los padres creen que en hacer todo lo que hacen, aman a sus niños; al contrario, los están llevando a un mundo inadecuado. No hay autoridad. El padre de familia no se hace respetar. Está enriqueciendo la parte negativa y, así, los niños van teniendo una visión al futuro malsana”, señala.
Agrega que, si a un niño hay que llamarle la atención, en su momento, hay que hacerlo. “Porque si tú pierdes la autoridad como padre, ¿Dónde está la autoridad, la responsabilidad, el cumplimiento de una orden? Si tú les ordenas una tarea y no lo hace… ¿De qué vale ser padre? ¿De qué vale enseñarles a los niños normas, cumplimiento?”.
Liliana asegura que hoy en día, hay padres de familia a quienes no les importa si los niños hacen o no tareas; si los envían o no a las aulas de clase. “Uno orienta a los padres y se los gana de enemigo…. Para después dar su brazo a torcer y aceptar la realidad, la frustración. Yo sé que hay que cambiar, innovar, pero si tú, desde tú casa, les das valores, responsabilidad, las bases, los resultados serán exitosos; de lo contrario, no”.
El caso de los adolescentes
Para la psicóloga y escritora, Lucero Martínez Kasab, “los padres humanos, como casi todos los del reino animal, construyen con dedicación y ternura el albergue que ocupará el hijo recién nacido; a diferencia de las demás especies lo irá adecuando a medida que la criatura crece, así, pasan del velillo que lo protegía de los insectos a la compra de una cama más grande; de unos móviles colgados en el techo a un triciclo; de una suave muñeca a elementos de danza”.
La crianza en los adolescentes se complica aún más cuando ellos empiezan a reclamar su libertad y lo que denominan respeto de sus espacios.
“Madre y padre -aquellos que quieren serlo de verdad- se esfuerzan todos los días de su vida por mejorar el entorno de los hijos; no sólo el alrededor físico, sino también el emocional para fortalecer cabalmente los diferentes aspectos de su descendencia: la salud, la educación, las amistades, la vocación”, destaca.
Subraya que ser padre y madre proporciona una felicidad indescriptible, tanto, que apenas si nos damos cuenta del gran esfuerzo físico y psíquico que ello implica para tratar de hacerlo medianamente bien aun a costa de nosotros mismos. Los hijos reconfiguran la personalidad, somos otros ante nosotros mismos y ante el mundo; lo que creíamos nunca ser capaces de hacer, lo hacemos; lo que pensamos que siempre haríamos lo dejamos de hacer.
“A la genética, poco le interesa el ser que crea la vida si es feliz, si tiene dinero, si tiene anhelos íntimos por cumplir; sólo le interesa continuar en otro ser y, que los padres se sientan felices por perpetuarse en otros individuos es una treta de la genética para que los seres humanos se lancen a semejante odisea de reproducir a seres tan complejos como ellos mismos”.
Reconoce la Psicóloga que criar adolescentes no es fácil. “Acostumbrados a la obediencia y al respeto que los infantes nos tenían durante la niñez, nos sorprenderá un día que la hija o el hijo alrededor de los once años censuren alguno de nuestros actos, discursos o sentimientos. Aquella unidad con la criatura se comienza a romper; en lo más íntimo de los progenitores se instaura un dolor porque si bien son los hijos lo más amado, no lo es menos el amor propio que es lastimado por quien nació desde nosotros. Pero, el joven también sufre porque al criticar a sus progenitores va rompiendo con sus propias manos la perfección que él había necesitado de ellos para sostenerse sano y salvo en la vida”.
Explica que es la infancia de los hijos donde los padres tiene la gran oportunidad de crear el más profundo lazo de amor con ellos. Donde deberán esmerarse por ser lo más coherente posible con sus actos y sus palabras en relación con sus hijos y con los demás; donde los hechos de amor sólidos serán los cimientos que soportarán la borrasca de la adolescencia juvenil. Porque, vendrá un desengaño de parte y parte.
“La emancipación adolescente es dolorosa para ambos lados. Su intensidad variará y será soportable según los padres hayan comprendido desde el principio que ningún humano renunciará a la libertad de ser lo que quiere ser o de pensar lo que quiere pensar o de amar a quien quiere amar. Según se practique con ellos la generosidad; la humildad de presentar excusas ante los propios errores; la verticalidad de una negativa ante un capricho de ellos; la indulgencia ante algún desmán de la niñez porque con esa misma vara seremos medidos; es ley, aunque, hay excepciones, porque lo humano es impredecible”, concluye.
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