En algún momento de la crianza se vienen los hijos con las ráfagas de los ‘¿por qué?’. Aquí es cuando muchos, por no decir todos, los padres se vuelven ‘un ocho’ buscando respuestas precisas, así lo que pretenda el preguntón sea una respuesta sencilla que lo deje satisfecho. La cuestión se complica más cuando vienen los interrogantes sobre asuntos sexuales.
Como nadie nace con un manual bajo el brazo, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) se dio a la tarea de elaborar una especie que, específicamente, cobija los primeros cinco años de evolución de los bebés-niños.
El documento es de la autoría de Natalia Trenchi, una uruguaya que es médica, psiquiatra de niños y adolescentes, y psicoterapeuta cognitivo-conductual, bautizado como ‘¿Mucho, poquito o nada?’ que detalla, en 144 páginas, cómo deben abarcarse las tres etapas de la crianza, básicas en muchos aspectos para el futuro adulto: 0 a 12 meses; de 1 a 3 años; y de 3 a 5 años.
“La guía está sustentada en los principios fundamentales de la Convención sobre los Derechos del Niño, especialmente en el derecho a vivir en familia y a desarrollarse en un entorno saludable”, señala Unicef en su justificación.
Para ayudar al organismo internacional en la promoción y de hacerles un aporte a los padres, sinrecato.com se detuvo en lo que concierne a la educación sexual, especialmente, en la etapa de 3 a 5 años, cuando a ellos se les despiertan inquietudes sobre su cuerpo.
No prometer ni proponer nada que no estemos absolutamente seguros de poder cumplir.
Trenchi sostiene que “enseñarles a los niños y a las niñas a relacionarse con la sexualidad es muy importante… pero no suele resultar fácil. Si no les damos la información adecuada, se la ocultamos o evitamos hablar del tema, les estamos transmitiendo la idea de que la sexualidad es mala o prohibida, y además estamos dejando el camino libre para que obtengan la información de cualquier fuente”.
De allí que lo que debe hacerse, sin dar vueltas, es “conversar el tema entre los padres y adultos a cargo, intercambiar ideas, leer y pedir asesoramiento; cuando preguntan algo, nunca los dejemos sin respuestas, si no sabemos contestar, podemos decírselo, buscar información o asesorarnos”.
La experta hace énfasis en que las respuestas tienen que ser: Veraces, con la verdad adecuada a la edad y a lo que pueden entender. Honestas, que nuestras palabras reflejen lo que realmente hacemos, sentimos y pensamos, de esa manera el niño no solo entenderá mejor la explicación, sino que confirmará que puede confiar en lo que le dicen. Breves, porque largos discursos confunden… y aburren”.
Ahora bien, Trenchi también señala que se debe estar atento cuando el niño no pregunta o lo hace muy poco. “Preguntarnos si existe el clima familiar propicio para hablar de esos temas o si algo los inhibe”.
Como punto de partida, la experta recomienda abordar diálogo desde lo que saben porque, por lo general, a esta edad, 3 a 5 años, los niños van conociendo: Las diferencias entre los genitales de ambos sexos; los nombres de los genitales; algunos aspectos del embarazo y el parto; tienen curiosidad por su cuerpo y sus genitales; sienten placer cuando se tocan sus genitales; tocan sus genitales aun en público.
La exposición de los niños y las niñas a los medios de comunicación los enfrenta a información que está fuera de lo adecuado para la edad. Esto pone a los adultos en la situación de tener que explicarles temas sobre los que aún no hablarían con ellos.
“Cuando se habla de sexualidad, lo importante es lograr transmitirle al niño y a la niña que es una más de las muchas funciones del organismo, tan respetable como cualquier otra función, y que es un asunto que puede y debe hablarse en familia”, aconseja Trenchi.
No, a información equivocada
Agrega que cuando se hable el tema de los genitales, se debe tener el cuidado de no transmitir algo equivocado. “Por ejemplo, cambiarles el nombre puede enseñarles que llamarlos por su nombre correcto nos da vergüenza”.
Otro de las apreciaciones de la experta es que los preescolares no tienen mucho pudor y disfrutan de su desnudez. Cada familia y cada cultura tiene sensibilidades distintas con relación a la desnudez. Es saludable enseñarles que el cuerpo no tiene nada de malo.
“Ver desnudos a sus iguales, a otros niños y niñas, les permite aprender con naturalidad la diferencia de los genitales externos. Y también llega el tiempo en que lo saludable es enseñarles el pudor, el derecho a la privacidad y la intimidad”, subraya.
Acerca de preguntas que incomodan, por ejemplo, ¿qué es masturbación?, Trenchi señala que entra dentro de las explicaciones acerca de la búsqueda de placer en su propio cuerpo, enseñándoles que es una actividad esperable, normal en ambos sexos, que no es dañina para la salud física o mental. “Es la primera experiencia con el placer de la sexualidad y de alguna manera sienta bases para el futuro del goce sexual adulto”, anota.
Sin embargo, si por asuntos de creencias religiosas de la familia no la acepta, los padres están en la obligación de explicarles los motivos filosóficos o ideológicos por los cuales no deben masturbarse, pero sin asustarlos, engañarlos o hacerlos sentir culpables.
“Si queremos enseñarles que ellos son los dueños de su cuerpo y que deben disfrutarlo y cuidarlo, la reacción ante la masturbación es una buena oportunidad para hacerlo. Recordémosles que solo ellos pueden tocar sus genitales y que deben cuidar la privacidad de estas actividades. Esta es una buena manera de darles libertad y enseñarles los límites que deben poner a los demás”, dice.
Trenchi comenta que por la sana curiosidad que los niños tienen en su primero cinco años los denominados juegos sexuales se convierten en oportunidad para orientarlos sobre que es lo normal y que no lo es.
“Es una oportunidad para charlar en calma y en un clima agradable sobre lo que está explorando el niño o la niña con su juego; la diferencia de sexos, por ejemplo. También es buena oportunidad para referirnos a conceptos como el de la intimidad o la privacidad. Digamos al niño o la niña que nadie tiene derecho a tocar ni a mirar las partes íntimas del otro, y mucho menos si es una persona grande”.
Cuando hay comportamientos sexuales problemáticos, o anormales, Trenchi indica que se debe proceder con las siguientes señales: Presenta excesiva frecuencia; se da entre niños que no son amigos; interfiere con otras actividades; se da entre niños de diferentes niveles de desarrollo; hay agresión, presión o coerción; no disminuye cuando se les indica; produce en sí mismos o en otros daño físico o emocional, como miedo, vergüenza, culpa, tristeza o rabia; implica jugar al sexo oral; implica introducir objetos en el ano o la vagina; implica imitar el coito, con gestos o sonidos evocadores; insisten en tocar a otros (niños o adultos) aunque se les diga que no.
“No pongamos nunca en duda la palabra de los niños y niñas cuando cuentan una experiencia de abuso sexual. Es importante saber que no pueden inventar contactos sexuales que no conocen ni han vivido”, advierte Natalia Trenchi.
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