Nuestro colaborador especial, el psicólogo y sexólogo José Manuel González (*) aborda una experiencia de pareja que ilustra el sacrificio amoroso casi enfermizo en la mujer, y una especie de adicción malsana en el hombre. La comunicación a tiempo evitó lo que iba rumbo al fracaso:
“Hace unos años atendí a una mujer bogotana que estaba destrozada por una situación relacionada con el mendigar amor. Se había casado muy joven con un hombre exitoso que le llevaba cerca de 10 años.
Desde el inicio de la relación ella sentía que no era lo suficiente valiosa para que él la amara y durante muchos años trató de esforzarse para que él le diera toda la atención que ella deseaba recibir, primero como novia y luego como esposa.
Después de los primeros días de conocerlo, ella fue la que siempre estuvo preocupada por fortalecer la relación, tratando de conocer y satisfacer plenamente los deseos y necesidades de él. La constante dieta, el apartarse de sus familiares y amigas, el modificar sus gustos acerca de su vestimenta y de sus diversiones fueron algunas de las acciones que realizó durante muchos años para lograr que él le diera más atención como su pareja.
Ante todas esas acciones, él respondía con desgano y pocas muestras de interés, pero ella, convencida de que “el amor lo puede todo”, se esforzaba cada vez más.
Cuando conversaba sobre el tema, varias amigas le decían que ella parecía mendigar amor, ante lo cual ella reaccionaba con incredulidad y algunas veces con rabia.
Una de las cosas que más le dolía era su indiferencia sexual. Normalmente era ella quien le invitaba a la intimidad, lo cual frecuentemente terminaba en rechazo con la explicación “estoy muy cansado por la cantidad de trabajo que tengo”.
Solo en una ocasión conversó sobre el tema con una familiar y la respuesta recibida hacía énfasis en la importancia de la obligación de la mujer en luchar por el matrimonio.
Su vida comenzó a volverse triste y desmotivada cuando ocurrió un hecho que vino a cambiar las cosas. Él dejó accidentalmente su computador prendido y ella lo utilizó para hacer una búsqueda relacionada con otro aspecto sin mucha importancia, pero al encontrar el mail abierto lo comenzó a mirar.
Se sorprendió al ver muchos mensajes con mujeres, la mayoría de ellas trabajadoras sexuales, en donde se concertaban citas y se intercambiaban fotos con alto contenido sexual. Revisando más encontró transferencias bancarias que mostraban altos gastos en estas relaciones.
En ese momento entendió que el problema conyugal que vivían tenía otras causas, que ella, hasta ese momento desconocía. La invadió la ira, la decepción y el dolor.
Decidió enfrentarlo y al principio él lo negó y la acusó de estar loca, pero ante las evidencias terminó por reconocer la situación.
Las cosas no cambian en la vida cuando todo está bien. Los cambios se generan por las crisis. Y la situación los llevó a una crisis en donde ella decidió dejarlo y divorciarse. Él reacciono como nunca, pidió perdón y suplico por tener una oportunidad de recuperarse de su prostitufilia (adicción al sexo pagado en dinero o en especie).
Ella terminó aceptando, y luego de un tratamiento para la prostitufilia, él cambió radicalmente (lo mismo que ella) y hoy son una pareja feliz.
(*) Tomado de la Revista Miércoles de El Heraldo de Barranquilla
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