Desde el 2001, el último sábado de cada abril, en Colombia debe celebrarse el Día de la Niñez por disposición constitucional. Sin embrago, con el pasar de los años ya no es solo esa fecha, sino todo el mes.
La esencia es que todos los estamentos sociales dirijan sus ojos hacia ellos, los más pequeños, pero no exclusivamente para halagarlos con regalos y fiestas. Hay que ir mucho más allá; por ejemplo, fortalecer su formación integral para que mañana más tarde sean personas justas y solidarias, valores de los que están urgidas las sociedades modernas.
Hoy, primero de abril, es el punto de partida y como contribución a la atención integral que debe cobijar a la niñez tomo referencias de un reciente análisis de la UNICEF, dedicado a la situación en particular de los niños en las comunidades indígenas del país.
Y es oportuno saber sobre su estado de vulnerabilidad que se refleja en el reciente hecho registrado en un asentamiento Yukpa, en la Serranía del Perijá, en el departamento del Cesar, en el que murieron cinco menores y sus reales causas aún no han trascendido.
En los primeros días del pasado mes de marzo, según artículo de la periodista Laura López en el portal web de la UNICEF Colombia, estuvo en el país el Relator Especial sobre los derechos de los Pueblos Indígenas, Francisco Cali Tzay, quien alertó al Estado colombiano para que no siga de espaldas a una realidad evidente.
“Pese a habitar entornos de inmensa riqueza, de su identidad cultural y de su historia, corren riesgos que todos los días limitan sus sueños y su acceso a derechos. Los territorios indígenas enfrentan una dicotomía: La presencia de actores armados e ilegales que amenazan su estar en las comunidades y su supervivencia, y, por otro lado, la falta de presencia estatal”, sostiene el artículo.
Acerca de la población indígena infantil, el Departamento Administrativo Nacional de Estadística, DANE, en registros del 2018 asegura que en el territorio existen 115 pueblos que suman cerca de dos millones de personas. Allí están incluidos 644.433 niños de edades entre los 0 y 14 años, que viven en condiciones deplorables, puesto que carecen de coberturas dignas en materia de servicios públicos, educación, salud, solo para mencionar aspectos básicos.
En seis años, transcurridos hasta la fecha, es probable que esos datos estén revaluados, pero esa tarea de actualizar la información le corresponde al organismo que lidera las estadísticas nacionales, las cuales son la base para la implementación de programas de asistencia social oportuna.
Consideraciones claves
Mientras se ven luces en pro de la niñez indígena de Colombia, UNICEF pone sobre el tapete sus consideraciones:
Fortalecer la cultura propia, usos y costumbres. De esta forma se logra garantizar la protección y garantía de derechos de los niños, niñas y adolescentes en sus comunidades, con especial énfasis en la prevención del reclutamiento, uso, utilización, y violencia sexual.
Trabajar en el cierre de brechas de acceso a agua limpia, saneamiento e higiene con programas que tengan en cuenta los contextos y preferencias de las comunidades, fomentando también liderazgos juveniles en las mismas.
Fortalecer los programas territoriales de acceso a la red de servicios y programas de atención en salud y nutrición, control de salud de gestantes, planificación familiar, vacunación y salud mental, entre otros.
Incorporar en la agenda pública acciones que motiven la participación significativa de los jóvenes de pueblos indígenas para la construcción de la paz territorial, en línea con la Resolución 2250 sobre jóvenes, paz y seguridad. Esto incluye garantizar sus derechos a ser informados y consultados, y para tener en cuenta sus opiniones en todas las cuestiones que afecten sus vidas y futuros.
Promover espacios de reflexión y diálogo dentro y fuera de la escuela de saberes intergeneracionales e interculturales, con el propósito de considerar la coexistencia de cosmogonías y conocimientos diversos evitando enfoques superficiales y esencialistas sobre la niñez indígena.
Fortalecer la oferta institucional dirigida a la prevención y la respuesta a los riesgos asociados al conflicto armado, así como a la atención de vulneraciones de la niñez indígena, en especial frente al reclutamiento, uso, utilizo y violencia sexual, a través del fortalecimiento de los servicios, incluyendo a los de salud mental y apoyo psicosocial, a partir de sus costumbres y prácticas ancestrales y también el liderazgo juvenil.
Fortalecer, a través de la educación, los mecanismos que permitan la recuperación de la memoria histórica y la promoción de estrategias de sanación colectiva ante los daños del conflicto armado.
Poner en marcha planes de acción que cuenten con la participación de las organizaciones representantes de los pueblos indígenas e incorporar el enfoque intercultural en los procesos de formación del talento humano en salud y prestación de los servicios para el cuidado de la salud de esta población.
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