No es por aguar la fiesta, sino más bien para expresar mis expectativas frente a una reciente ley que entró en vigor, exactamente el 13 de noviembre, en nuestra amada Colombia relacionada con la prohibición de los matrimonios en menores de 18 años, luego de haber sido tramitada en el Congreso de la República.
La ley en sí es buena y el país se suma a las naciones en el mundo que han proscrito este tipo de uniones desde temprana edad, bajo el entendido de que la responsabilidad de la vida en pareja es mayúscula.
El logro le es atribuido a las representantes a la Cámara, Alexandra Vásquez y Jennifer Pedraza, y al apoyo brindado por Fundación Plan, pues proyectos similares fueron ‘sepultados’, entre ellos uno del senador Honorio Miguel Enrique Pinedo, en el 2021, y al que le antecedieron ocho intentos.
“Con esta ley, Colombia salda una deuda con la niñez y da un paso hacia adelante en la construcción de un país en el que ninguna niña sufra este tipo de situaciones que afectan fundamentalmente su integridad, su salud física, mental, y su bienestar”, resalta el registro de la nota periodística publicado por el diario capitalino El Espectador.
Muchos han sumado voces de elogios y puntos de vista favorables, como la pakistaní y premio nobel de Paz, Malala Yousafzai, defensora de los derechos de los niños.
El rector de la Universidad Simón Bolívar en Barranquilla, José Consuegra Bolívar, en su columna semanal del diario El Heraldo, también destaca la ley y muestra cifras el impacto negativo en la sociedad el matrimonio de niños.
“A 2022, se calcula que 640 millones de niñas y mujeres vivas en ese momento se casaron en la infancia. Entre tanto, a 2018, en América Latina y el Caribe una de cuatro mujeres jóvenes contrajo matrimonio, por primera vez, o se encontró en una unión temprana antes de cumplir los 18 años. En Colombia, según el reporte de Unicef, se estima que el 23 % de las mujeres de 20 a 24 años estaban casadas o unidas antes de los 18 años y el 5 % antes de los 15 años”, señala el analista Consuegra.
Agrega que “una de las consecuencias principales de esta práctica nociva, como es el embarazo a temprana edad. Cifras del DANE confirman que, entre 2010 y 2021, se presentaron en el país 1.137.796 nacimientos o partos de niñas y adolescentes mujeres de 10 a 19 años, que se encuentran casadas o en uniones tempranas”.
Y concluye: “En buena hora, los congresistas colombianos asumieron esta bandera y se pusieron de acuerdo por encima de sus diferencias y filiaciones políticas, pues los derechos de los niños prevalecen por encima de todos y, si bien, hay aspectos culturales bastantes arraigados, es preciso ir derrumbando ya esas condiciones que le ponen freno al desarrollo normal de la niñez, en clara contravía de sus derechos fundamentales y con el impacto que ello tiene en el mismo desarrollo de las comunidades”.
Precisamente, El Espectador señala que las niñas son las más afectadas con la unión marital a temprana edad. “Ellas, con tres veces más posibilidades que sus pares de estar en una unión temprana, sufren en estas relaciones desiguales serias afectaciones a sus proyectos de vida. Entre las múltiples consecuencias negativas que hay, las niñas están en mayor riesgo de abandonar sus estudios, de embarazos infantiles forzados, de la imposición del cuidado de otros, de padecer infecciones de transmisión sexual, de sufrir aislamiento y la ruptura de sus redes de apoyo. Además, las de situaciones de violencia física, psicológica, sexual y económica son otros de los escenarios a las que están expuestas”.
Remata asegurando que “hasta el 13 de noviembre de 2024, Colombia era uno de los pocos países de América Latina donde esta práctica era legal, contrario a las normas internacionales para la protección de la niñez. De acuerdo con el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), este atraso tiene al país en el puesto número 20 a escala mundial y en el número 11 en la región en la prevalencia de esta costumbre”.
Volviendo al párrafo inicial reitero que cómo ley es un paso importantísimo, pero nada se logra si no es aplicada con responsabilidad, como ocurre con infinidades de buenas iniciativas que ‘duermen’ en los anaqueles de las altas esferas del Gobierno Nacional.
El reto es que se haga efectiva a partir de estrategias agresivas de pedagogía en las que el eje sea el núcleo familiar, la sensibilización de los adultos y de la misma sociedad. En síntesis, es la educación la principal herramienta para sacar pecho dentro de los logros; lo de la ley, sí es importante, pero hay que velar por que no sea violada, factor al que nos hemos acostumbrado, hecha ley, hecha la trampa.
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