Marcela (*) tiene 21 años, estudia octavo semestre de Contaduría Pública. Juega baloncesto y, ocasionalmente, rugby. Le gusta leer poesía. Salir con sus amigos y colorear mándalas para conectarse con su espiritualidad.
Es una joven barranquillera, la mayor de tres hermanos. . Hoy puede decir que es bisexual. En su casa solo su hermana lo sabe y amigas muy cercanas. “Un día de tragos se lo dije. No me juzgó. Lo tomó con naturalidad”.
Cuenta que al principio le costó aceptarse: “Intentaba alejar el pensamiento que una mujer me gustara y que me dieran cosquillas en el estómago, cada vez que se me acercara. Y aunque no se lo he dicho a mis papás, en estos momentos, me permití soltarme y salir de esa cajita de mentiras donde me mantenía guardada”.
Siente que al aceptarse ha dejado el tabú de ser bisexual, que no piensa que sea algo malo o que las personas que lleguen a su vida la cuestionan por serlo.
Cuando empezó la Universidad, tenía 17 años, recuerda que le gustaba una amiga: “Pensaba en ella todo el día y me emocionaba mucho cuando nos veíamos. Ella no lo sabía y yo tampoco le demostraba lo que sentía. Hasta que me llene de valor y me le declaré y me dijo que yo era el tipo de persona que buscaba, pero que yo me había demorado mucho en decirle. Hoy en día seguimos siendo amigas”.
Marcela también habló de su gusto por los hombres y confesó que “en el colegio andaba loquísima por un compañero. Pero no fue nada serio. Encuentros candentes y salidas a escondidas. Es que tenía novia y la verdad yo le había dado la oportunidad a un amigo que estaba detrás de mí desde quinto de primaria”, soltando una carcajada.
Ella no siente que esté guardando un súper secreto y sabe que tendrá el espacio para hablar con sus papás. “Desde mi experiencia no me he visto afectada por algún tabú. Soy una mujer igual al resto con los mismos derechos. De verdad tengo cero incomodidades con el tema y cualquier pregunta la respondo”.
Le pregunté por el matrimonio y me respondió: “Si me sueño casada; los hijos no los tengo en mi radar; pero me parece lindo un compañero de vida que este a tu lado; el matrimonio es una unión de compromiso y fidelidad, me gusta la idea”.
Tiene una pasión y es el servicio: “Lo que más me mueve en estos momentos es servir. Ser apoyo para mi familia y los que me rodean. Pero servir más que dar cosas materiales. Es escuchar, dar una palabra de aliento, un abrazo sin esperar nada a cambio”.
Finalmente, le pedí que le hablara a esas jóvenes que, como ella, en algún momento estaban confundidas: “Que se permitan sentir y ser libres a lo que les gusta. Nadie puede mandar en tu cuerpo y menos en tus sentimientos. Si eres feliz ve por ello, claro sin pasar por encima de nadie. Es cuestión de aceptarte cómo eres y luego desde la comprensión y no la frustración, enrolar a los demás”.
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