Después de un año de cuarentena muchas cosas han perdido emoción, como la televisión. A menos que sea una buena película ya no roba tiempo. En mi caso, prefiero hacer uso de uno de mis máximos placeres #sinrecato: dormir.
Pero gracias a mi única y bella sobrina Andrea, quien me llevó al adictivo mundo de Netflix, empecé a ver una serie que se llama ‘100 días para enamorarnos’. He tratado de ser medida para no descuidar a mi combo familiar. Todo lo que tenga que ver con abogados, relaciones de parejas, matrimonios y humor, por supuesto, me interesa.
Quienes saben de leyes entienden que, en ocasiones, las parejas en el mundo real firman acuerdos y que esto no solo pasan en Hollywood. Estos acuerdos prenupciales son conocidos como capitulaciones: “Las capitulaciones matrimoniales son una convención o contrato que celebran los esposos antes de contraer matrimonio y a través de un inventario establece qué bienes se aportan al matrimonio y a las donaciones y concesiones que se quieran hacer el uno al otro, tanto en el presente como en el futuro”.
Muchas parejas, por el famoso acuerdo, han tenido el primer tropezón de su relación, porque se cuestiona la confianza, los sentimientos y para algunos hasta ahí llega “el felices por siempre”.
No voy a hacer muchos spoilers para que también la vean, pero si les adelanto que para mí lo más llamativo de la serie es el acuerdo que firma la pareja protagonista, en el que pactan darse un tiempo y luego ver si continúan su matrimonio, o se divorcian.
Soy abogada y mi lado práctico me dice que, en realidad, las relaciones en parejas son tan complejas, precisamente, porque no hay acuerdos desde el inicio y en el camino es que aparecen: es que yo…, es que ella…, es que nosotros… El amor es un sentimiento poderoso, pero termina condicionándose y acomodándose.
Cuantas parejas juntas e infelices, pero no por gusto si no por excesos. Aceptas, omites, callas, aplazas y no hablas, porque piensan que es mejor acumular rabia, resentimientos, frustraciones o sueños. Las parejas de mutuo acuerdo prometen e incumplen hasta la siguiente cagada y así pasan los días, los meses, los años y el tiempo pasa la factura.
Así que, en vez de llevar un matrimonio al inminente divorcio, mejor es sentarse y llegar a acuerdos puntuales; aquí les dejo algunos arreglos de famosos:
Tom Cruise y Kate Holmes: Hicieron pública su separación en 2012. El acuerdo que firmaron antes de casarse decía que, si se divorciaban antes de 11 años de matrimonio, ella recibiría tres millones de dólares por cada año de los que estuvieran juntos. Y si pasaban más tiempo, la actriz obtendría la mitad de la fortuna del actor. La pareja solo duró seis años juntos. El dinero no siempre es la felicidad.
Jay- Z y Beyoncé: Aunque los problemas de esta pareja han sido bastante públicos, siguen juntos. Se casaron en el 2008 y también firmaron un contrato en donde Beyoncé, es la mayor beneficiada. Una de las cláusulas especifica que recibirá cinco millones de dólares por cada hijo, además en caso de que se separen él le debe dar un millón de dólares por cada año de matrimonio junto al rapero.
Mark Zuckerberg y Priscilla Chan: El creador de Facebook posee una fortuna superior a los 63 mil millones de dólares. Antes de formalizar su relación, la pareja llegó a dos acuerdos: el primero es una cita una vez a la semana, durante una hora; y el segundo, Mark puede disfrutar de 100 minutos a solas.
En la realeza también hay acuerdos, en el caso de los Reyes de España, Felipe y Letizia Ortiz, acordaron que, en caso de divorcio, ella recibirá una renta mensual compensatoria y no puede reclamar parte del patrimonio de él ni de la corona; él se queda con la custodia de sus hijas y Letizia pierde, además, sus títulos; es decir, ella vuelve a la normalidad.
En el caso de Kate Middleton, volverá a ser una plebeya si se separa del príncipe Guillermo, heredero al trono de Inglaterra. La princesa recibirá solamente una pensión, que perderá en caso de rehacer su vida.
Cuando una pareja decide irse a vivir juntos, piensan en todo lo bueno que los une, pero muy pocos piensan en las diferencias que en ocasiones se convierten en la piedra en el zapato de la relación.
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