Eso que llaman picaresca, propia del PP (pueblo-pueblo), y que tiene su espacio posicionado en los carnavales mediante disfraces, letanías, comparsas, danzas y la música, entre otras expresiones folclóricas, pasa por una escala cromática que va desde colores suaves o pálidos hasta alcanzar rojos ardientes.
Para saber acerca de esa medición de colores, y a propósito del Carnaval de Barranquilla, #sinrecato averiguó cómo es esa picaresca en la música carnavalera y lo que representa en la fiesta por llevar implícito un doble sentido. La consulta fue elevada al ‘rey de la música picante y caliente’ el maestro Dolcey Gutiérrez; y al periodista, catedrático universitario y melómano investigador, Gilberto Marenco Better.
Gutiérrez explica que todas las melodías y letras de las canciones que él graba son alegóricas a la fiesta carnavalera y no son vulgares. “Mi género musical muestra una recocha, pero con sabrosura; no una recocha que es un desorden…Es picante y caliente, porque utilizó términos que conjugados se convierten en algo que algunas personas entienden de una manera, no importa que el artista las haya cantado con otra intención”.
El artista que trajina sin descanso desde 1963, logrando partir en dos su historia musical a partir del canto clásico ‘Ron pa’ to el mundo’, cuenta que lo suyo viene desde la época de sus estudios primarios cuando con sus compañeros armaban conjuntos con tarros e improvisaban versos que surgían de la mamadera de gallo entre ellos mismos.
Ya con mayor madurez se dio cuenta de que lo que hacía le encantaba a la gente, sobre todo cuando llevaba el ingrediente de lo gracioso y así comenzó a apretar clavijas en ese sentido.
“Soy un mamador de gallo de tiempo completo y me fui acostumbrando a ese género de hacer cosas, de hacer desorden que cuando unas personas estaban hablando demasiado serio me les metía en la mitad y les decía cualquier cosa que las hacían reír. Por eso mis grabaciones es para hacer recocha, armar chistes metiéndole música, para que la gente en el momento esté bailando a la vez se esté riendo…”.
¡Termómetro rojo!
Dice que tiene por costumbre preguntarle al público de los conciertos acerca del color que quiere que le imprima a su presentación, previa ilustración de lo que significa el amarillo, que es un color sano; otro es el zanahoria, o anaranjado, un tanto subido; pero el fuerte es el ‘rojo prieto’, tirando a morado. ¿Cuál quieren?, pregunta y en coro le responden ¡¡¡rojo!!!.
“Eso demuestra que estoy diciendo cosas con la picardía necesaria para que a la gente no le repugne, sino que sientan alegría… y eso es hermosos y hasta siente uno que hace patria alegrando al pueblo”.
Pero dentro de esa picardía, en el baúl de anécdotas, el maestro recuerda dos en especial: La primera fue la rogada que le hizo a programadores y locutores para que dejaran de poner una canción en particular, ‘El regalo de Ramón’, luego de reconocer que ‘se pasó de piña’… Ramón en es un man bacano, un man legal que cuando tu algo le pides Ramón te lo da; y como Ramón, que por cariño nosotros no le decimos Mon, y cuando Mon no tiene no da, pero cuando Mon tiene Mon da…
Y el segundo sofoco lo padeció en el Teatro Amira de La Rosa, durante la entrevista-actuación con el periodista Alberto Salcedo Ramos, en el marco del Carnaval de las Artes, y le tocó interpretar una estribillo de grueso calibre de la ‘Ópera del Mondongo’, de José María Peñaranda a quien le estaban rindiendo un homenaje.
“Mijita aquí estuvo un hombre sentado arriba de una mesa, mostrándome un muñequito con un hueco en la cabeza; mija esa es la verdá pelá… esa la versión sana, la canté así porque me dio miedo, pero me tocó decir la plebeda como era por petición del auditorio que se moría de la risa”.
Gutiérrez terminan insistiendo en que su música no es vulgar, pero si lleva mucha picardía y que la gente es libre de interpretarla a su manera.
El doble sentido
Para el investigador Gilberto Marenco, en el contexto de la producción musical para el Carnaval, o más bien para las festividades, generalmente, estas son piezas que las grababan desde octubre para que cogieran la temporada de fin de año de diciembre y de hecho se pegaran con el carnaval.
“Entonces, con ese concepto, realmente, lo que hace pegajosos esos temas no es tanto la letra sino la música, el ritmo que le ponen, que es un ritmo muchas veces rápido, con frases en el coro y en las letras que son fácilmente a aprendidas por la gente que las escucha”, sostiene.
Agrega que el tema pega en la medida en que se entienda la intencionalidad del autor, de la conjugación de la picaresca. “Por ejemplo, el tema de Pedro Ramayá Beltrán ‘Mico ojón peluo’; es decir si tu lees así, sin ningún tipo de malicia es un mico ojón peluo; pero cuando ya tú lo lees dentro de la interpretación, realmente, eso se convierte en ‘mi cojón peluo’. Es decir, en la forma como las personas lo interpretan ya les cambia la contextualidad de la frase”.
Marenco asegura que hay temas que, realmente, no tiene el doble sentido, pero si una connotación. “Hay una frase que dice, no sé si es un chandé, ‘la mujer que es señorita, se conoce al caminar’; obviamente, esa vaina es mentira, pero la gente que no conoce va a decir ñerda la mujer que es señorita si conoce al caminar, porque no menea tanto las caderas y tal. Eso esto dentro del concepto de lo popular”.
Refiriéndose a los cantos de José María Peñaranda, el investigador se muestra de acuerdo en que fue más explícito, aunque tenía una doble condición, porque las canciones con las letras de grueso calibre las interpretaba solo en parrandas, mientras otras con ambigüedad las dejaba a la imaginación del público.
Concluye precisando que todos los autores musicales han tenido un tema de la picaresca en algún momento, y eso es válido.
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