Hoy, en el confesionario, hablaremos con Ruth Cecilia Goenaga González, una emprendedora y asesora de proyectos públicos y privados, quien nació hace 38 años en Hibácharo, corregimiento de Piojó, Atlántico, y quien nos confiesa cómo su vida cambió a los 30 años.
“Solicité una consulta por ginecología y me atendió un doctor bastante veterano, y le comenté que, en mi periodo, había meses que solo tenía manchas y se tardaba uno o dos días. Es más, desde la primera regla, yo no tenía cólicos o un sangrado abundante y mi libido iba bajando cada día más”.
La baja libido había sido el principal motivo de consulta, pero cuando el doctor revisó sus laboratorios, le llamó la atención los resultados de la Hormona FSH (Hormona Folicoestimulante, encargada de controlar el ciclo menstrual y la producción de óvulos en los ovarios).
“El doctor me preguntó mi edad y yo le dije que tenía 30 años y me dijo que no era normal que una mujer de mi edad tuviese el marcador FSH tan elevado; estaba en 97. Me mandó a repetir todos los laboratorios para confirmar los resultados”.
Cuando Ruth se hizo, nuevamente, los laboratorios y le entregaron los resultados, la encargada le dijo que debía llevarlos al ginecólogo lo más pronto posible porque algunos marcadores salían alterados. “La verdad, tenía miedo” confesó la entrevistada.
“Recuerdo que al día siguiente madrugué; el médico llegó como a las 6:30 a.m. y me encontró en la puerta. Estaba asombrado por verme tan temprano en consulta. Revisó inmediatamente los resultados de la hormona antimulleriana, que es el marcador que indica la reserva ovárica en la mujer, y la tenía en 0.05”.
El ginecólogo le dijo que era un cuadro poco común y fue la primera vez que Ruth recibió un diagnóstico. Le explicó que de cada 100 mujeres, 1 presenta esta condición de fallo ovárico prematuro, la cual se da por enfermedades autoinmunes. Esto le pareció extraño, ya que él, particularmente, observaba que era una mujer, aparentemente, sana.
Para entender mejor la reserva ovárica, es necesario saber que las mujeres nacen con un número limitado de óvulos y en la medida que pasan los años, este número disminuye rápidamente por las ovulaciones y los ciclos menstruales.
La reserva ovárica normal a los 40 años es baja respecto a los valores de la adolescencia. Pero si los niveles de la hormona antimulleriana son altos, indican que la mujer tiene una gran cantidad de óvulos.
Los valores de la hormona antimulleriana indican el estado de la fertilidad femenina así:
Reserva ovárica baja: 0,2 -1 ng /ml
Reserva ovárica normal: 1- 3 ng /ml
Reserva ovárica elevada: Mayor 3 ng /ml
Y desde ahí empezó un largo camino: “No solamente me quedé con el concepto de ese ginecólogo, sino que empecé a buscar respuestas en otros médicos. Ya perdí la cuenta de cuántos ginecólogos visité. Cuando me hacían los laboratorios, yo pensaba de pronto me salieron mal o estaban alterados porque tomé algún medicamento, pero siempre eran los mismos resultados”.
Sin embargo, y a pesar del temible pronóstico, Ruth no perdía la esperanza de ser mamá: “Probé de todo, hasta mi nana me consiguió un remedio que era con ron blanco y los huevitos del gallo, incluso tengo una anécdota respecto a ello. Resulta que mi hermano se quedó en mi apartamento y encontró la botella y terminó bebiéndose ‘el remedio’”, comentó entre risas.
Para Ruth no era fácil lidiar no solo con los síntomas de la menopausia (sudoración, resequedad vaginal, baja libido, etc.) sino ver cómo su salud mental estaba viéndose afectada:
“Además de sentir todos los síntomas, en el día me daba muchísima depresión, porque las emociones son muy volubles. Me sentía tan poca cosa y tan poca mujer que en dos oportunidades intenté suicidarme, pero Dios y algo en mi corazón me dijo que esa no era le decisión correcta”.
Confiesa que buscó ayuda profesional y aceptó que no necesariamente tenía que ser mamá para tener una vida plena y sentirse completa. Después de ese proceso de sanidad, encontró un grupo de mujeres que la apoyaron espiritualmente.
Cuando llegó la pandemia se divorció y, luego de hacerse unos laboratorios, ya no había nada que hacer; la hormona antimulleriana estaba en 0.01, es decir, sus ovarios habían agotado la reserva ovárica.
Ante esto, consultó a una ginecóloga que de una manera costeño-macondiana le explicó lo que sucedía con su cuerpo luego de ver todos los estudios que le hicieron:
“‘Bueno, Ruth, te lo voy a explicar de esta forma; tu cuerpo se formó y te entregaron un millón de pesos en óvulos y, de ese millón de pesos, ya tú te consumiste 800 y te quedan 200’. Yo tenía 35 años y le dije ‘Doctora, ¿cómo así?’ y empecé a llorar y a ella también se le salieron las lágrimas, y me dijo que no me preocupara, que ser mujer no me obligaba a convertirme en mamá”.
La doctora le explicó que existían otras alternativas para ser madre como la ovodonación y la inseminación in vitro, pero Ruth le dijo que no pensaba en esas opciones porque no conocía la genética de las personas que iban a donar los óvulos, y hasta la profesional le sugirió que buscara de pronto un familiar que estuviera dispuesto a donarle los óvulos, a lo que ella se negó completamente.
Esta historia continuará…
No Comments