Liliana López es una periodista samaria, soltera y madre de un joven de 25 años, que se define como una mujer alegre, extrovertida y frentera. En esta ocasión, nuestra entrevistada nos confesará cómo era su vida antes de hacerse la cirugía bariátrica.
“En el 2018, pesaba 115 kilos. Era talla 22 en pantalón y 3XL en blusa, nunca encontraba ropa bonita o decente para mí en un centro comercial, porque la talla máxima que encontraba era L o XL. Llega un momento en el que te deprimes. Yo no me veía en el espejo, lo detestaba”, afirma.
Hasta que, en ese mismo año, con ayuda de varios amigos, toma la decisión de operarse con un médico bariátrico en Barranquilla:
“Tuve un excelente cirujano que me explicó los pros y contras del procedimiento. En un año, pasé de 115 kilos a 50 porque me dio COVID, y luego empezó mi reganancia de peso hasta llegar al actual de 60 kilos. Hoy soy talla M en blusa y talla 10 en pantalón”.
Lily cuenta todo lo que vivió: “En el proceso, la piel se reseca, se cae el cabello. Uno de los efectos secundarios que tengo es el reflujo y lo controlo de manera natural con infusiones. También mejoré mis hábitos alimenticios, tomé mucho yogurt griego para mejorar la digestión y me volví fanática de las sopas de patica de gallina porque suben las defensas y la hemoglobina”.
Hablemos de tu niñez, ¿ya tenías sobrepeso?
De niña, era super flaca, no me gustaba la comida y me obligaban a comer. Mi comida favorita era huevo frito y tajaditas de guineo. Mi mamá me llevaba al pediatra para que hiciera el milagro de hacerme comer, sin ningún resultado.
¿Y cuándo empezó a cambiar tu peso?
En la adolescencia, empecé a subir de peso. A los14 años, era talla 12 de adulta, mis vestidos de baño y la ropa interior eran de mujer, no de niña. Comía sin disciplina porque antes entre más comías, eras más saludable.
¿Y cómo te sentías?, ¿le dabas importancia o era algo que pasaba inadvertido?
No me importaba porque no me sentía gorda, tenía cuerpo de mujer. Era coqueta, y me sentía cómoda viéndome mayor.
Cuando mi obesidad no tuvo reversa, intenté hacer dieta porque mis amigas lo hacían y en mi casa me cuestionaban que para qué, que si estaba buscando marido. Luego vinieron los problemas emocionales, que nunca conté, y ayudaron en mi ganancia de peso.
¿Cómo era tu salud antes?
Si caminaba mucho o subía escaleras, me cansaba, me dolían las piernas, las rodillas, sufría de migrañas. Tenía problemas digestivos, gases, y apnea del sueño. Yo normalicé mi obesidad mucho tiempo porque me decía que era una gorda ‘chic’, y mostraba otra cara a lo que vivía por dentro.
¿Cómo era la salud de tus padres?
Mis papás eran obesos. Mi mamá fallece porque tenía un cuadro complicado; tenía artrosis, diabetes, hipertensión e insuficiencia renal. Mi papá también estaba achacoso y yo no quería tener una salud así.
¿Cómo era tu vida sentimental?
Experimenté mucho rechazo. Los hombres idealizan a las mujeres delgadas, y no a las gorditas, aunque tuve un novio que me prefería gorda y no flaca porque yo no iba a ser modelo o actriz porno, que para qué quería adelgazar, que él así me quería.
Mientras no me miraba en el espejo, siempre me sentí bella, pero nunca tuve una relación estable por los miedos y conflictos emocionales que vivía internamente.
En ese entonces, yo era la que me entregaba, para agradar, para comprar el amor y terminé mendigándolo, por eso mis relaciones no funcionaban.
Cuando conocí al papá de mi hijo, tuvimos una relación por 9 años y él me aceptaba porque le gustaban las gordas. Pero en los momentos de dificultad era yo la que hacía TODO para que las cosas funcionaran.
¿Cómo es tu vida sexual antes y después de la bariátrica?
Siempre fue activa. Curiosamente, tuve más pretendientes cuando estaba gorda que ahora que adelgacé, la mayoría se acercaban por el interés sexual, es un fetiche o una fantasía sexual de algunos estar con una gordita. Pocos se acercaban para una relación seria, y en este proceso que viví de valorarme y quererme, ahora soy más selectiva. Mi condición para hacerlo era con la luz apagada por vergüenza. La sexualidad no solo está relacionada con el cuerpo, sino también con la mente.
¿Cómo te iba laboralmente?
Poco a poco se me fueron cerrando las puertas en el ámbito laboral, no por falta de oportunidades, sino por mi gordura. Un jefe dijo en una reunión: “Liliana es una excelente profesional, lástima que este muy gorda”. Otro jefe mandó a cambiar la silla de mi escritorio, porque la iba a partir.
Nadie me llamaba por mi nombre: Liliana, Lily o Lilo, como me dicen los que más me aprecian, sino que me decían ‘GORDA’ en tono de burla, y nadie sabía lo que estaba pasando dentro de mí. Hasta que en el 2018 dije “no más” y decido operarme.
Lo positivo y lo negativo de la bariátrica desde tu experiencia
Lo positivo es que cambias tu estilo de vida, creces en autoestima, empecé a quererme más. En el proceso de recuperación, empieza el autocuidado, aprendes a alimentarte bien y a entender que estás tú primero que los demás. Con la operación se me quitaron las migrañas, la apnea del sueño y se me reguló la menstruación.
Lo único negativo es que hay alimentos que no tolero, pero, si hago un balance, es más lo positivo que lo negativo.
¿Has ido al psicólogo?, ¿lo recomiendas?
No fui al psicólogo, porque no sentí la necesidad, aunque sí tuve acompañamiento de una amiga psicóloga, pero sí recomiendo que vayan antes de la cirugía y durante el proceso de recuperación.
Esto es algo nuevo en tu vida; de repente cambia tu cuerpo, tu actitud y surgen situaciones emocionales que no puedes superar solo, por eso es necesario el acompañamiento profesional.
Liliana confiesa que siempre contempló hacerse la operación, pero le tenía miedo al quirófano y a los riesgos de una alta cirugía como esta; sin embargo, lo que más la convenció de dar este paso era encontrar un médico bariátrico de confianza.
Hoy, después de seis años, Liliana recuperó su seguridad y puede cumplir pequeños sueños: “Yo soñaba con ponerme un vestido de baño, la última vez que lo usé tenía 19 años y no volví a usarlos. No iba a la playa. Cuando lo hice, fue algo mágico.
También puedo ponerme un vestido corto, una blusa de tiritas, ropa que siempre quise usar, pero con la que no me sentía cómoda por mi sobrepeso”.
Liliana dice con alegría que volvió a tener espejos en su casa y que hoy le dicen gorda, por cariño. En este camino, aprendió a valorar su cuerpo y a respetarlo.
“El amor propio debe ser la coraza ante los señalamientos, no importa si eres obeso o delgado, hombre o mujer; no se dejen pisotear por nada ni por nadie. No dejen que nadie les apague su brillo, porque cada persona es única y auténtica”, expresa con satisfacción.
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