Estuve dando vueltas, buscando un término que se acercara a la complejidad del tema del aborto, pero desde el punto de vista del fallo que, el pasado 21 de febrero, profirieron los 8 magistrados de la Sala Plena de la Corte Constitucional, dándole vía libre hasta los 6 meses de gestación. Y creo haberlo encontrado en la forma coloquial, ‘BERENJENAL’, y no en uno de encumbrado contenido intelectual.
¿Por qué BERENJENAL? Porque considero que está retratada una “situación o asunto confuso, desordenado, problemático o difícil de resolver”, según la segunda definición de Oxford Languages, que guarda una considerable distancia de la definición principal, un “terreno plantado de berenjenas”. Opiniones y argumentos van y vienen, unos sesudos que ponen a pensar y otros de simple repetición como los ‘loros’.
La decisión de la Sala Plena de la Corte Constitucional, en la que hay salvamento de votos, aclaración del voto y hasta un ‘ni sí ni no’, está explicada en detalle en 31 páginas, “jurisprudencia pura”, como diría una abogado amigo; más, otro pronunciamiento del 2 de marzo, de 12 páginas; y un remate de dos páginas, expedido el 3 de marzo, que recoge la “emberracada” de los magistrados que consideran un irrespeto a su actuación, con base en criticas en las que sobresale la del presidente de la República, Iván Duque.
Si bien el tema ha estado ‘sobre el asador’ de manera permanente, especialmente en los últimos 15 años, según lo asegura Isabel Cristina Jaramillo, actual Directora del Área Jurídica y docente de la Facultad de Derecho de la Universidad de los Andes en su opinión para la revista Semana, ‘La decisión de la Corte Constitucional sobre el aborto consentido: algunas claridades’, expone una argumentación que concluye con una frase lapidaria: “la despenalización del aborto es apenas un paso en un largo recorrido hacia la igualdad”, refiriéndose a los derechos de la mujer, no es menos cierto que su tratamiento debe ser abordado con ‘pinzas’, teniendo en cuenta el impacto que causa en el país que somos, más lleno de defectos que de virtudes.
Es lógico que un grueso número de ciudadanos defiendan la vida de un ser recién engendrado, por encima de lo que sea; sin embargo, al mismo tiempo, en hechos que generan repudio se pida pena de muerte contra quien atenta contra la vida. Ese es uno de los factores que confunde, pues encontrar un punto de acuerdo es imposible.
La Iglesia Católica como institución líder de defender la vida, a través de la Conferencia Episcopal hizo un contundente y argumentado rechazo del fallo de la Corte Constitucional en cuatro puntos del cual reproduzco el concluyente:
“Ante la vía abierta por la Corte, nos preguntamos entonces si no habrían otros caminos que permitieran salvaguardar la vida de las madres junto con la de sus hijos todavía no nacidos. El problema del aborto no puede limitarse solo a la mujer gestante, sino que reclama la solidaridad de la entera sociedad”.
“Todos los colombianos tenemos el deber constitucional de ‘obrar conforme al principio de solidaridad social, respondiendo con acciones humanitarias ante situaciones que pongan en peligro la vida o la salud de las personas’ (Constitución política de Colombia, art. 95, 2). Ya que esta virtud permite crear alternativas de bien, allí donde el mal se enarbola como única opción, queremos ser los primeros en ayudar a encontrar la opción buena cuando el aborto parece ser la solución. Lo hacemos en nombre de Aquel que vino a traer vida en abundancia, con la esperanza de que también el Estado, así como todos los compatriotas de buena voluntad, no escatimarán esfuerzos para proteger y promover la vida humana, aun en las circunstancias más complejas”.
A la posición de la Iglesia Católica se sumó el ‘Manifiesto por la defensa de la vida’, expedido en medio de masivas manifestaciones nacionales el pasado 4 de marzo. Uno de sus párrafos señala: “Utilizaremos todos los medios legales, políticos, culturales y sociales que nos brinda el Estado de Derecho para restablecer precisamente el derecho a la vida, que ha sido vulnerado de manera sistemática por los fallos de la Corte Constitucional desde hace décadas”.
En la otra orilla las posiciones no se han hecho esperar. Retomo la opinión de la profesora Jaramillo, pues coincide con muchas expresadas, y en la que manifiesta: “La reacción de los grupos cristianos y católicos que vieron en la decisión de la Corte Constitucional un ataque a la vida de los no nacidos es, por decir lo menos, desinformada. No hay evidencia en ningún país del mundo que liberalizar la legislación penal de aborto aumente el número de abortos que se realizan en una sociedad dada. Por el contrario, los riesgos para la salud de las mujeres de hacer los abortos sin acompañamiento y supervisión si están demostrados y constituyen causas importantes de mortalidad materna en muchos países.
“Tampoco hay evidencia de que las mujeres acudan a los abortos como “anticonceptivos”. Sería hasta raro que una persona con una vida sexual activa pensara que el riesgo del embarazo se puede sortear completamente con el aborto. Estaríamos haciendo un muy grave papel en lo que se refiere a la educación sexual si, después de la terrible crisis del SIDA, todavía no supiéramos y no enseñáramos a usar preservativos que impidan la transmisión de esta y otras enfermedades”.
Vistos argumentos, de uno u otro bando, ven que no es fácil este BERENGENAL.
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