Si no es una voz con suficiente experiencia como el hecho de ser madre de nueve hijos, de una experiencia que supera los 30 años ejerciendo su profesión de psicóloga, la mayoría tratando el complejo tema de familia, y de contar con reconocimiento mundial por ello, entonces no sé a quién traerles para que comparta sus consejos sobre la difícil tarea de la crianza de los hijos en ese siglo que va a millón.
Me refiero a la española Sara Pérez-Tome Román, fundadora y directora del Gabinete Sophya, “una consultoría que brinda asesoramiento a padres, hijos, parejas y centros educativos”, como lo señala en su perfil de LinkedIn, que hizo aportes básicos al artículo ‘Familias del siglo XXI: Cómo hacer que todo funcione a la perfección’, sección ‘Sapos y Princesas’ de la edición virtual del periódico El Mundo.
De ese trabajo he extraído varias cosas que pueden servirles, sobre todo, a los nuevos padres que con solo un hijo se vuelven un ‘ocho’.
Parte de una premisa que es una verdad obvia: “Las familias no son perfectas, pero dentro de las imperfecciones que pueden tener, lo más importante es tener claro que el esfuerzo por conseguir que funcionen es lo más importante. A veces es la falta de comunicación hace que las cosas no estén bien engrasadas, que no rueden como debieran”.
Sostiene que un bien comienzo es mentalizarse en la responsabilidad de ser padres y que a la hora de tener hijos es fundamental la educación, algo que no fácil, pero tampoco imposible, teniendo en cuenta la “memoria histórica” de cada uno.
“Asumir la imperfección en la crianza de nuestros hijos es un gran paso para evitar el desencanto o el desagradecimiento a todo lo que nos habíamos imaginado”, comenta Pérez-Tomé.
Dice que “los padres somos los primeros que tenemos que dar ejemplo de colaboración y equipo. Si nosotros no hacemos esto, los niños no formarán parte del clan; si no conciliamos en la organización educativa, colgarán como de las agujas de un paraguas y dependerán de las filias y fobias de sus progenitores o de los intereses de cada momento, y así será imposible que se sientan implicados en que la familia”.
He aquí algunas pistas que da la psicóloga para trazar una ruta, teniendo en cuenta que “no existen ni recetas mágicas ni fórmulas magistrales, porque cada una de las familias es un mundo”.
- La familia no es una democracia, no solo hay que enseñar a hacer lo correcto para el bien de todos.
- Los hijos no necesitan “un padre o una madre colega”, porque esos los eligen en la calle y lo que no podemos es convertirlos en huérfanos de progenitores vivos.
- La mentira no funciona porque es la peor enfermedad posible entre los que se quieren. No decir la verdad, u ocultar algo que le está pasando a un hermano, no es ser un chivato. Si engañamos a nuestro hijo, le estamos permitiendo no volver a respetarnos ni a fiarse de nosotros.
- La familia no es como una red social, o un juego de rol donde entras y sales; conectas o no conectas, cuando te viene bien, o necesitas algo. Hay que estar siempre conectado a ella, los necesites o no.
- Debemos dejar que los menores se equivoquen. Si no comenten errores se frustrarán y les estaremos enseñando a que no confíen en sus propias fuerzas, sino en las tuyas.
- Ayúdalos a generar alternativas y expectativas diferentes, ante momentos de duda o de conflicto. Y que si les das su espacio para que ellos mismos se penalicen cuando se hayan saltado una línea roja familiar, te sorprenderías al ver de cómo son capaces de querer rectificar por sí mismos.
- Los hijos educados enseñan también a sus padres a ser mejores, aunque haya veces que se equivoquen o no sepan qué tienen que hacer.
- No debemos prohibirles porque sí, sino que tenemos que ayudarles a entender lo que pasa, lo que esperas de ellos, y sobre todo implicarlos con su participación gracias a que ellos valen. El valor de “pensar en abierto” otorga ideas diferentes que vosotros cogeréis o no, pero siempre debéis escuchar como algo muy especial.
- Hay que crear un clima de “puertas abiertas”, pero con orden y concierto hará que se entienda fácilmente cosas como que no se deben utilizar los móviles mientras se come, que el cuarto debe estar recogido, que ducharse o lavarse los dientes es responsabilidad de cada uno, que no se debe molestar cuando los demás duermen, que hay que respetar a otros o que hay que cuidar la intimidad
Y concluye en que “es importante saber que la familia no es un cuartel donde se cumplen normas y horarios, ni tampoco es una pensión donde no hay límites ni responsabilidades. Es un hogar al que querer volver cuando ya te has ido”.
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