Con detalles, el nutricionista-dietista de la Universidad del Atlántico e investigador gastronómico Ricardo Gómez M., a través de uno de sus trabajos, ‘El secreto de la cocina afrodisíaca está en la fantasía’, publicado en la primera parte de este tema, sentó su posición en torno a la denominada comida afrodisíaca, pero que en el lenguaje común de la gente se recoge en dos palabras: ‘levanta muertos’.
En seguimiento, #sinrecato elevó consulta al destacado chef costeño Álex Quessep, quien de cierta manera se mostró de acuerdo con Gómez, resumiendo su punto de vista sin tanto rodeo: “En el lenguaje montuno se dicen cosas. Date cuenta que el mismo barranquillero, el costeño, cuando se va a echar un polvo, va y se come un coctel de ostras, de camarones… una bomba… porque piensa que eso le va a parar el palo”.
También agregó: “lo que sí creo es que hay una sugestión”, y reiteró que, hasta el momento, no conoce de soportes científicos que así lo certifiquen.
Quessep remató asegurando que sí podría existir una conexión afectiva en las preparaciones, aunque concluyó que todo es mental.
‘Verdaderos viagras criollos’
Pero mientras llegan resultados de investigaciones gastronómicas científicas, relacionadas con el tema, de manera ilustrativa y en un rápido recorrido por regiones de la Costa Caribe colombiana, para no ir tan lejos, he aquí un resumen de algunas preparaciones a las que les atribuyen poderes para fortalecer el espíritu anímico y erradicar el decaimiento, sobre todo en lo sexual.
Por ejemplo, en Córdoba le tienen mucha fe a tres platos: al sancocho de pescado frito; al caldo clarito de bocachico; y al caldo de huevo con ajo y pimienta. Todos en un grado de calentura que pueda ser sorbido sin quemarse la boca y mucho menos el galillo. De igual manera, aprecian un guiso de hicotea en leche de coco, y de remate a postres como el mongo mongo que mezcla siete clases de frutas con especias.
Por los lados del norte del Cesar, incluyendo a los vecinos del sur de La Guajira, los guisos y asados exóticos de lo que denominan ‘carne de monte’, que incluye a especies como iguanas, armadillos o jerre – jerre, conejos silvestres, guartinaja (o guardatinaja como le dicen por esos lares), zainos o ñeques, venados, morrocoyos, zorros chuchos y hasta macos (refiriéndose a variedades de micos y marimondas), llevan la delantera en la competencia de los ‘levanta muertos’.
En el mismo Departamento, pero en su región sur, las propiedades les son atribuidas a dos sancochos en especial: al de bagre (que también conocen como rungo) y al de coroncoro. Ambos con cierto grado de espesura que al mezclarse con el zumo de limón le dan la categoría de manjar. Igualmente, degustan con sabrosura guisados de morrocoy y galápagas (pequeñas tortugas de agua dulce).
En La Guajira el asunto apunta, en principio, hacia el friche de chivo que se hace con las vísceras y la sangre del animal y solo sazonado con sal, y como acompañante arepa o bollo limpio; luego a una gama de arroces, cuya base son los camarones y langostinos, bautizados como trifásicos porque les son agregados otros frutos del mar; así como la tortuga frita. También tienen predilección por la ‘carne de monte’.
Los sucreños, en cambio, se van más hacia una línea de sancochos como el de gallina criolla, pero la pura (nada de alimentación con concentrados); el de pescado, bien cargado con zumo de coco; el de costilla de res, con buena yuca harinosa, ñame, plátano verde y papa. Muchos acostumbran a reforzar el sabor con ají picante, fabricado de manera artesanal, buenas gotas de limón o varias cucharadas de suero costeño.
En Cartagena y municipios de la zona costera del norte de Bolívar, el arroz de cangrejo es rey en materia de ‘levanta muertos’. Incluso en el corregimiento de Arroyo de Piedra, anualmente, hay un festival folclórico en honor al crustáceo. En las comunidades palenqueras es venerado un arroz con bleo, una planta a la que atribuyen virtudes eróticas, sobre todo la variedad que denominan ‘bleo chocho’, y pedazos de carne de toro.
Mientras tanto, en la región de los Montes de María que comparten Bolívar y Sucre, no es propiamente una comida sino el acompañante que usan y que de manera común lo llaman ‘machucao de ají’. El típico es con ají picante, cebolla, cilantro y cebollín, pero en San Juan Nepomuceno crearon uno al que le agregan huevo cocido picado, aceite y sal, bajo la categoría de ‘alborotaviejo’.
Al ‘machucao’ también lo homenajean en un festival que organizan los habitantes del corregimiento de El Piñal, en el municipio de Ovejas (Sucre).
En pueblos del Magdalena y en su capital Santa Marta, es una “verraquera” para levantar el ánimo en todos los sentidos ‘el pichón de paloma en caldo’; la sopa y el salpicón de cazón (especie de tiburón pequeño); la crema de ostión; la ensalada de raya seca; y las huevas de jurel guisadas. De complemento, los juegos considerados ‘viagras naturales’: el licuado de las pulpas blanca y roja de la patilla; y el de zanahoria, remolacha, manzana verde, endulzado con miel de abejas.
En el Atlántico y Barranquilla, el arroz de liza y los ceviches de frutos del mar encabezan el listado, seguido por dos sancochos: el de bocachico y el de guandú (o guandul) con carne salada, junto con jugos exóticos, como uno cuya base es la cañandonga. Y en San Andrés Islas, además de los mariscos y pescados, incluyen un plato típico que tiene varias carnes, especias, el fruto del pan y leche de coco, al que llaman rondón o rondong.
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