Escondida en el ‘mar’ de escritos científicos, y otros no tanto, acerca del suicidio en el mundo, está una advertencia, más bien un pronóstico que no puede pasar desapercibido, de la Organización Mundial de la Salud y es que si no se logra frenar el aumento diario de los casos de salud mental, en el 2030 esta se ubicará entre la dos primeras causas de enfermedades con graves consecuencias en humanos.
En los distintos reportes, prácticamente, no se encuentra la esperanzadora expresión “disminución de casos”, sino la preocupante y contraria “se incrementan los casos…”. Esta última va muy ligada a la decisión de una mayoría de afectados que ve en el suicidio la ‘única solución’ a los problemas.
En el 2019, la OMS dio un informe mediante el cual aseguró que se registraron 703.000 suicidios a nivel mundial, significando una tasa de prevalencia de 9 por cada 100.000 habitantes. Sin embargo, en el continente americano este no disminuyó, como si ocurrió con otras regiones del universo.
Pero al año siguiente, con la llegada del Covid-19, el panorama varió de manera significativa y la flecha en los cuadros estadísticos apunta hacia arriba de manera sostenida e indiscriminada, puesto que niños, jóvenes, adultos y ancianos recurren a esta fatal salida porque no ven otra.
En el caso de Colombia, la tasa de suicidios ubicada en el 5,8 por cada 100.000 habitantes, de acuerdo con el Instituto de Medicina Legal, frente a la mundial que es del 9,35, va subiendo. Un ejemplo ilustrativo es el de Barranquilla, la capital del Atlántico, en el solo mes de enero pasado hubo 30 suicidios, casi que uno por día, cinco más que el mismo mes del 2022.
Una reseña del periódico El Tiempo, del pasado 22 de abril, hace un comparativo entre Japón y Colombia. “En 2021 hubo en Japón 20.999 casos, un 39% menos que en el 2003, mientras que en Colombia se registraron 3.049, un 33% adicional. La tasa en Japón cayó a 17 por 100.000 habitantes y en Colombia ascendió a 6 por 100.000 habitantes”.
Más adelante señala la publicación que “las Estadísticas Vitales del Dane indican que, en el 2022, hubo 3.018 suicidios, con una tendencia moderada de aumento en relación con el período 2019-2021, cuando se presentaron 8.727 casos”.
Y anota que “por cada mujer que se suicida cuatro hombres lo hacen, mientras que esa relación hace 20 años era de tres a una. Este cambio puede obedecer a que el fenómeno de la indisponibilidad sentimental sea más agudo en las sociedades patriarcales”.
Sobre esta situación que afecta más a los varones, el portal La Nota Económica recoge el punto de vista de la docente de la Escuela de Estudios en Psicología del Politécnico Grancolombiano, Ángela Gissette Caro, quien señala que “no es que los hombres no tengan los mismos problemas que las mujeres, pero es un poco menos probable que estén conscientes de padecer estrés u otras condiciones de salud mental que los ponen en mayor riesgo de suicidio”.
Gissete manifiesta que, además de considerar las psicopatologías en las afectaciones al hombre, hay que tener en cuenta otros factores como el rol que debe cumplir en la sociedad. “Los métodos utilizados por hombres a menudo son más violentos, porque están más decididos a llegar hasta el final, lo que aumenta la probabilidad de muerte antes de que alguien pueda intervenir. Si a esto se le suma que hay mayor tendencia al abuso de sustancias y del alcohol, agrava el problema del suicidio”, precisa.
Como factores de riesgo, Ángela Gissette, expone un listado que encabezan los problemas familiares, en un 33%; les siguen los conflictos de pareja, 32%; y los problemas económicos, 12,5%, pero que pueden prevenirse si se actúa de manera oportuna y si es detectada una de las tres principales señales de alerta.
En ese sentido destaca: “Primero, personas que tienen enfermedad crónica; segundo, se sienten aisladas y que no pertenece a algún núcleo social; y, por último, las que se consideran una carga para su entorno. Esto permitirá que se puedan generar estrategias adecuadas de intervención y se activen rutas de apoyo social, emocional, económico, laboral y escolar”.
Al respecto, el Ministerio de Salud sigue con la promoción de Política Nacional de Salud Mental fijándose como objetivo que esta sea integral y “con la garantía del derecho a la salud de todas las personas, familias y comunidades, entendidos como sujetos individuales y colectivos”.
No obstante, ese objetivo, amparado un sinnúmero de leyes, decretos, normas, etcétera, debe ir mucho más allá de la retórica y de las buenas intenciones, llevándolo al plano de la realidad en las comunidades en donde la realidad es otra y la percepción es.. ¡Sálvese quien pueda!
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