En nuestro tema de la semana pasada planteamos como interrogante ¿Realmente es un derecho la educación sexual integral?. Y lo hicimos porque sigue persistiendo al abordaje de manera soslayada, como con pena, temor, sin darle la real importancia que se merece, en especial en el proceso de formación de las nuevas generaciones.
Se basaba la pregunta en la segunda parte de una excelente reflexión de Diego Palacios Jaramillo, quien se desempeñó como representante del Fondo de Poblaciones de Naciones Unidas (UNFPA) en Colombia, contenida en el artículo ‘Educación para la sexualidad: derecho de adolescentes y jóvenes, y condición para su desarrollo’, que publica el Ministerio de Educación en su espacio virtual ‘Altablero, el periódico de un país que educa y que se educa’.
Pues decidimos, venir desde lo último a lo primero y multiplicar la primera parte, porque la consideramos de importancia para el debate que debe abrirse.
“La sexualidad es una dimensión constitutiva del ser humano, que se construye y se vive durante toda la vida, desde nuestro nacimiento. Es mucho más que relaciones sexuales o genitalidad; es la construcción que hacemos de nosotros mismos como hombres o como mujeres, a lo largo de nuestro proceso de desarrollo. Es una condición inherente a todos los seres humanos, y se constituye en un derecho cuyo disfrute debe ser garantizado por todas las sociedades”, sostiene.
Agrega que “los derechos y la salud sexual y reproductiva de adolescentes fueron ubicados en la agenda internacional desde la Conferencia Internacional de Población y Desarrollo, celebrada en El Cairo en 1994. El Plan de Acción resultante reconoce y aboga para que los países del mundo den respuestas adecuadas a las necesidades específicas de adolescentes y jóvenes frente a las dimensiones de la sexualidad y la reproducción, abordándolas desde la perspectiva de los derechos humanos, sexuales y reproductivos, y no solo desde el riesgo o la enfermedad”.
“Y aún más allá del terreno de la salud sexual y reproductiva, la concepción de la sexualidad es entendida como una dimensión del desarrollo y bienestar de los y las adolescentes, que se nutre del entorno personal, familiar, social y cultural, a la vez que influye sobre él y lo transforma”.
De igual manera, Palacios recuerda que la Conferencia del Milenio, celebrada en el año 2000, sitúa a la salud sexual y reproductiva como uno de los grandes retos de la humanidad, y como un indicador del desarrollo de los países.
“Es así, que su objetivo central de avanzar en la superación de la pobreza se desagrega en otros objetivos primarios como la maternidad segura, la prevención del VIH/Sida, la igualdad entre los géneros -incluida la eliminación de la violencia y/o discriminación contra la mujer-, y la educación primaria universal, entre otros. Que un país garantice que sus niños, niñas, adolescentes, jóvenes y adultos puedan construir de manera saludable, autónoma y enriquecedora sus vivencias de la sexualidad, es una expresión de cuánto ha avanzado en el respeto y garantía de los derechos humanos, y en la creación de condiciones para un desarrollo sostenible y humanizador”.
De lo anterior se desprende otra de sus reflexiones y es: “Promover la salud sexual y reproductiva es imperioso para el desarrollo de los individuos y las sociedades, cuando se mira a la luz del respeto y garantía de los derechos sexuales y reproductivos, que son la concreción de los derechos humanos universales en el terreno de la sexualidad. Los principios de los derechos sexuales y reproductivos, así como de los derechos humanos, son la dignidad, la libertad y la igualdad, que se traducen en la posibilidad de que cada persona defina y construya su identidad individual y sexual así como las formas de vivir su sexualidad de manera autónoma, a partir del reconocimiento de sus propios derechos y de aquellos de quienes la rodean”.
Y su remate va dirigido a señalar como derechos sexuales y reproductivos el de “decidir libre y responsablemente tener o no hijos; a recibir servicios de atención en salud sexual y reproductiva integrales y de calidad sin importar la edad, sexo, orientación sexual o estado civil; a recibir información y educación sobre la sexualidad; a la intimidad, la libertad, la integridad y la dignidad; y a no sufrir violencia o coerción de ningún tipo”.
Bueno, he aquí más insumo argumentado para no seguir siendo indiferentes frente a una temática que nos cobija a todos.
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