Los protagonistas de esta historia son una pareja de abogados barranquilleros, que vivieron su amor durante 16 años, casi como en cuento de hadas; luego, se casaron, tuvieron dos hijos y hoy están separados.
Cristina (*) conoció a Mauricio (*) en la Universidad, él era su profesor: “Todo comenzó con una enorme admiración, por su forma de ser, seguro en su actitud, reconocido en su profesión, hábil en lo que hacía, odiado por muchos y admirado por otros. En ese momento yo tenía 22 años y él tenía 42”.
Fue un amor en tiempos de beeper, comenta jocosamente. Seis meses de coqueteo y dos años de noviazgo antes de casarse.
“Yo era muy tímida. Por eso me convertí en su reto, él mismo lo aceptó después de un tiempo. Al comienzo, me intimidaba porque era muy malgeniado cuando las cosas no le salían bien. Por eso lo evitaba”, afirma.
El 99 por ciento de sus amigos no estaban de acuerdo con esta relación y su familia solo lo supo cuando ya tenían todo organizado para la boda: “Le dije a mis papás que había invitado a un ‘amigo’ a almorzar y en el almuerzo solté la bomba! Lo primero que preguntaron era que si estaba embarazada”.
La familia de Cristina se tranquilizó que no era por un embarazo o un arranque de juventud. Así que con la bendición y el consentimiento de todos se casaron.
A la pregunta, ¿Si la diferencia de edades había sido un obstáculo en su relación?, responde: “Durante los primeros 8 o 10 años, de manera consciente, puedo decir que no”.
Pero concluye: “Desde mi experiencia no recomiendo una relación con un hombre con una diferencia de edad tan grande, 20 años; claro está que depende, en el momento que inicié la relación, yo era muy joven. Con el transcurrir de los años, sentí que perdí mi identidad. Cambié mi forma de vestir, de pensar, hasta me restringía mis amistades. En ese momento, no me daba cuenta, pero era una forma de manipulación psicológica, y es lo que claramente debemos tener en cuenta cuando hay una diferencia de edad”.
(*) Nombres cambiados.
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