Les confieso que quedé un tanto sorprendido por la respuesta dada por mí hija adolescente, de 20 años, a quien le pregunté que cómo le había ido en una fiesta de muchachos la noche anterior; además, de su gesto de desaprobación, me dijo: “Aburrida, nadie bailaba, todos sentados y pegados a los celulares”. Guardé silencio.
Algo había leído sobre una patología que comenzó a ser analizada en el 2010 en Londres, a partir de un estudio hecho por la oficina de correos de Reino Unido, y a la que ‘bautizaron’ como nomofobia, relacionada con un “miedo irracional e intenso a estar alejado del teléfono móvil o incomunicado de alguna manera”.
Y se complementa definiéndola también como “una condición psicológica cada vez más común en los países occidentales, especialmente entre la población más joven”. A esto último yo le agregó que no es solo a esa franja, sino que ya es evidente en todas las personas que cuentan con un celular, o teléfono móvil, en sus manos.
Investigaciones indican que el padecimiento de la nomofobia, que suena válido asociarlo con una adicción, depende de los países. Por ejemplo, en España y Argentina la padece un 53% de la población, según Centros de Estudios Especializados en Trastornos de Ansiedad. En Colombia, se estima que el porcentaje de ‘nomofóbicos’ podría estar en el 75%.
En el resto del universo, el nivel se ha ido incrementando de manera rápida y silenciosa. La pandemia del Covid-19 aceleró la dependencia del uso del celular, agudizando problemas de ansiedad, estrés, depresión y aislamiento social.
“Hoy en día sabemos que casi dos de cada tres personas duermen con su teléfono al lado de la cama; y los tiempos de uso de los smartphones no dejan de aumentar año tras año”, señalan expertos que aportan sus conocimientos en el portal Lifeder.
Agregan que “los síntomas de la nomofobia son muy parecidos a los de otros trastornos de ansiedad, incluyendo niveles muy altos de estrés, malestar generalizado, pensamientos obsesivos, dificultad para dormir e incluso ataques de pánico”.
Una clasificación de los síntomas los ubica en cognitivos, emocionales o de comportamiento. El primero está relacionado con la obsesión por estar conectado al móvil en todo momento, y “muchos llegan a desarrollar lo que se conoce como “notificaciones fantasmas”: La sensación de haber recibido una nueva notificación cuando en realidad no se ha producido ninguna”.
El segundo “aparece principalmente en los momentos en los que por cualquier motivo no les es posible acceder a su teléfono móvil. En casos muy extremos, este estrés podría acabar desembocando en ataques de pánico, con todas las consecuencias que eso conlleva para la vida de la persona”.
Y el tercero, “los individuos suelen llevar a cabo una serie de cambios que pueden interferir en gran medida con el desarrollo normal de su vida… llevan siempre encima un cargador para evitar quedarse con batería, o incluso utilizan dos móviles para no perder nunca la conexión. Por otro lado, mantienen activo su dispositivo todo el tiempo, y nunca se alejan demasiado de él para no perderse ninguna notificación o mensaje”.
Estudios coinciden en asegurar que “si no se trata este problema a tiempo, todas las áreas de la vida del individuo acaban viéndose afectadas en mayor o menor medida, lo que generalmente agrava aún más el problema en un círculo vicioso del que es muy complicado salir”.
En el portal web Edición Médica, que destaca que apenas hay centros especializados en este tipo de patologías en Estados Unidos y Corea del Sur, publica consideraciones del psicólogo, Édgar León Lozano, experto en problemas asociados a conducta adictiva, quien señala que “dentro de las señales de alarma se encuentran, por ejemplo: Sentir inseguridad cuando no se tiene el celular cerca; priorizar el uso del celular, sin darle importancia al estudio, trabajo, amigos o tiempo en familia, aislarse de las personas que lo rodean por estar en el celular”.
Igualmente, advierte que hay que pararle bolas al hecho de “mirar la pantalla del celular constantemente cuando no se está esperando un mensaje o una llamada; sentir ansiedad cuando se encuentra en un lugar que no puede utilizar el celular y llevar el celular a lugares como el baño o reuniones donde no se puede utilizar”.
De mi cosecha: Así que sea mesurado, prudente y racional con su celular. Haga ejercicios de desprendimiento; mejor dicho, adopte una disciplina de uso.
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