En un futuro no muy lejano, espero vivir para verlo, incluso para escribirlo: “El fin del matrimonio infantil”. La sola idea de esas uniones me revuelve el estómago por muchas razones porque soy madre, mujer, y porque la niñez debe ser la mejor etapa de la vida de cualquier persona y no el infierno que viven millones de niños.
Esta unión consiste en que uno, o ambos cónyuges, son menores de 18 años edad que es considerada inapropiada. Este matrimonio, de acuerdo con los analistas, constituye una violación a los derechos humanos de los menores.
Se estima que, en el mundo, 650 millones de mujeres se casaron siendo niñas, y un promedio de 12 millones de ellas se casan cada año. Se advierte que no es una práctica exclusiva de países subdesarrollados, también se presenta en naciones desarrolladas como Estados Unidos y Reino Unido.
En medio de todo, cerca de 25 millones de matrimonios infantiles se han evitado en el mundo gracias a las acciones de organismos internacionales como la UNICEF.
Precisamente, un informe del Fondo de Población de las Naciones Unidas, UNFPA, esclarece interrogantes al respecto: ¿Por qué se dan estos matrimonios? La realidad es que, en algunas culturas por la desigualdad de género, en especial, las hijas son consideradas cargas o mercancías y una situación económica de pobreza, lleva a los padres a creer que el matrimonio les garantiza un buen futuro a ellas y una fuente de ingresos para sus familias.
Igualmente, algunos padres consideran que el matrimonio es una forma de proteger a sus hijas de la violencia sexual producto de las guerras. Pero el remedio parece peor que la enfermedad porque esta “medida de cuidado”, lo que provoca es que las niñas experimenten violencia sexual, física y emocional por parte de su pareja.
Y aunque la mayoría de los matrimonios infantiles se da en niñas, los niños también pueden ser obligados a casarse. El UNFPA ha encontrado que, 1 de cada 25 niños, es decir e 3,8 por ciento, contraen matrimonio antes de cumplir los 18 años. La situación es frecuente en Madagascar, República Centroafricana, Laos, Comoras y Nepal.
Es de señalar también que hay matrimonios que no son por decisión de los padres o tutores. Muchos adolescentes quieren casarse para dejar el hogar, escapar de la pobreza extrema o la violencia doméstica, ser independientes y ser sexualmente activos.
El UNFPA trabaja con los gobiernos para promover legislaciones, políticas y mecanismos que pongan fin a esta práctica. Dos de los acuerdos que respaldan esta iniciativa son: La Convención sobre los Derechos del Niño (CRC) y La Convención sobre la eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW); sin embargo, las leyes por si solas no son la única solución.
En noviembre de 2019, UNFPA publicó un estudio junto a la Universidad Johns Hopkins y la colaboración de las Universidades de Victoria y Washington. En dicho estudio se calculaba el precio para acabar con el matrimonio infantil en los 68 países que lo admiten y representaría el 90 por ciento de los casos a nivel mundial.
Los investigadores concluyen que evitar que una niña, o niño, sea obligado a casarse cuesta unos 600 dólares, lo que equivale al pago de una noche en un hotel de lujo. En cifras estimadas serían unos 35.000 millones de dólares para poner fin, aproximadamente, en el año 2030. Esta inversión se destinaría a programas educativos, sociales y de empoderamiento, que evitarían unos 58 millones matrimonios infantiles.
En la medida que los jóvenes tengan acceso a información de calidad sobre su salud sexual y reproductiva y sean capaces de decidir libremente y de forma responsable sobre la igualdad de género, sus derechos, la discriminación y la violencia tendrán menos posibilidades de casarse antes de los 18 años.
Si, además, estudian y laboran acorde con sus capacidades no solo mejoraría su calidad de vida y de sus familias, sino que los podrían apoyar económicamente, incluso convertirse en líderes defensores e inspiradores de sus comunidades.
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