He escuchado a habituales fumadores de cigarrillo justificar que se pasaron del elemento convencional, es decir el del tubito de papel lleno de virutas de tabaco con un filtro algodonado en uno de sus extremos, a uno de metal, reutilizable y electrónico, con el argumento de que así dejarán el vicio.
La verdad, no sé hasta dónde tendrán razón, pero tropecé con una alerta que hizo la Organización Mundial de la Salud, OMS, a sus países miembros para que enfilen esfuerzos en frenar el uso de ese elemento de última tecnología, no solo en consumidores sino en quienes no lo son.
La OMS hizo el llamado en diciembre pasado y por ser de trascendencia para la salud se los comparto, sobre todo porque el mensaje destaca el impacto fatal en las nuevas generaciones:
“Se necesitan medidas urgentes de control de los cigarrillos electrónicos para proteger a los niños y a los no fumadores y reducir todo lo posible los efectos de estos productos en la salud de las personas.
No solo se ha demostrado que los cigarrillos electrónicos no ayudan a abandonar el tabaquismo, sino que hay pruebas alarmantes de sus perjuicios para la salud.
Las autoridades han permitido la comercialización libre de los cigarrillos electrónicos y por la fuerte presión ejercida sobre los jóvenes para que los consuman.
En la actualidad, 34 países prohíben su venta, 88 países no han establecido una edad mínima para comprarlos y 74 carecen de normativas sobre estos productos nocivos.
Tedros Adhanom Ghebreyesus, director General de la OMS, ha explicado: “Los cigarrillos electrónicos se promocionan a personas muy jóvenes para engancharlos a la nicotina. Las autoridades nacionales deben actuar con firmeza para prevenir el consumo de estos productos y proteger así a sus ciudadanos, sobre todo a los niños y los jóvenes”.
Los cigarrillos electrónicos con nicotina son perjudiciales para la salud y muy adictivos. Aunque no se conocen del todo sus efectos a largo plazo en la salud, se ha demostrado que liberan sustancias tóxicas que son cancerígenas o que aumentan el riesgo de sufrir trastornos cardiacos y pulmonares.
Además, pueden afectar al desarrollo del cerebro y causar trastornos del aprendizaje en los jóvenes. Se sabe también que la exposición del feto a los cigarrillos electrónicos que utiliza la madre puede perjudicar su desarrollo. Incluso en la calle, cualquier transeúnte puede sufrir los efectos de las sustancias que emiten estos productos.
Ruediger Krech, director del Departamento de Promoción de la Salud de la OMS, ha señalado: “Las empresas y los influencers promocionan entre los niños cigarrillos electrónicos con más de 16.000 sabores distintos a través de las redes sociales. En algunos casos se utilizan personajes de dibujos animados y diseños elegantes que atraen a la generación más joven. El consumo de cigarrillos electrónicos entre los niños y los jóvenes está creciendo de forma alarmante y, en muchos países, llega a niveles superiores a los de los adultos”.
Toda exposición a material promocional de los cigarrillos electrónicos en las redes sociales, por breve que sea, puede generar el deseo de probarlos y actitudes positivas hacia ellos.
El consumo de cigarrillos electrónicos entre los niños de 13 a 15 años está a tasas más altas que entre los adultos en todas las regiones de la OMS. Por ejemplo, en el Canadá, se duplicó entre los jóvenes de 16 a 19 años entre 2017 y 2022, y en Inglaterra (Reino Unido) se ha triplicado en los tres años más recientes.
Los estudios muestran sistemáticamente que los jóvenes que consumen cigarrillos electrónicos tienen casi tres veces más probabilidades de fumar cigarrillos posteriormente.
Es necesario tomar urgentemente medidas para prevenir el consumo de cigarrillos electrónicos y contrarrestar la adicción a la nicotina, al tiempo que se adopta un enfoque global del control del tabaco que tenga en cuenta las circunstancias de cada país.
● Los países que prohíben la venta de cigarrillos electrónicos deben velar por que se cumplan las normativas que así lo establecen y por hacer un seguimiento y una vigilancia que ayude a aplicarlas estrictamente y a introducir medidas de salud pública.
● Los países que permiten comercializar cigarrillos electrónicos como artículos de consumo (es decir, venderlos, importarlos, distribuirlos y fabricarlos) deben aplicar una reglamentación estricta para que resulten menos atractivos y nocivos para la población, por ejemplo, prohibiendo que incorporen sabores, limitando la concentración y la calidad de la nicotina y gravándolos con impuestos.
Las estrategias utilizadas para la deshabituación tabáquica deben basarse en las mejores pruebas de eficacia disponibles, aplicarse paralelamente a otras medidas de control del tabaco y de ser objeto de seguimiento y evaluación. Sobre la base de las pruebas disponibles en la actualidad, las autoridades públicas no deben autorizar la venta de cigarrillos electrónicos como productos de consumo para dejar de fumar.
Cualquier autoridad pública que aplique una estrategia de deshabituación basada en el uso de cigarrillos electrónicos debería supervisar las condiciones en las que se comercializan estos productos y regularlos del mismo modo que los medicamentos (en particular, exigiendo una autorización de comercialización como medicamentos).
La decisión de usar estos productos en estrategias de deshabituación, incluso si se hace de forma controlada, solo debe tomarse tras valorar el riesgo de habituación a ellos y examinar la situación del país, y después de agotar las demás estrategias de deshabituación de eficacia demostrada.
Los fabricantes de tabaco que se lucran con los perjuicios para la salud de los consumidores presionan a las autoridades para que no apliquen políticas sanitarias contrarias a los cigarrillos electrónicos. La OMS tiene constancia de que estas empresas financian estudios para generar pruebas falsas de que estos nuevos productos reducen los daños para la salud, y las distribuyen ampliamente. Paralelamente, promocionan de forma agresiva los cigarrillos electrónicos entre los niños y los no fumadores y siguen vendiendo miles de millones de cigarrillos.
Se necesitan medidas firmes y decididas para prevenir el consumo de cigarrillos electrónicos, basándose en el conjunto cada vez mayor de pruebas sobre los daños que causan en la salud de los niños y los adolescentes”.
Bien, la alerta está expresa, pero la responsabilidad no es exclusiva de las naciones; las comunidades tienen una alta dosis en el asunto.
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