Este viernes, 8 de marzo, se conmemora el Día de la Mujer y desde este espacio #sinrecato quiero rendirle un homenaje sincero a todas las mujeres que hacen parte de mi vida y con las que he compartido momentos inolvidables.
Empezaré con la mujer más importante de mi vida, la que me dio la vida, mi mamá, Elizabeth, quien me regaló a mi hermana, una versión suya remasterizada, por algo se llaman igual.
Les confesaré que mis papás y mi hermana, estaban convencidos de que iba a ser niño. En ese momento, ni esperanzas que mi mamá se hiciera una ecografía, porque además de ser muy costosa, las imágenes no eran tan 3D como las de hoy.
Aseguraban que era niño porque mi mamá tenía la barriga muy grande, que era niño porque no paraba de moverme, que era niño porque vomitó horas antes de parirme- perdóname mami por hacerte pasar tantos malos ratos en tú embarazo-.
Y desde ese 20 de diciembre les llevé la contraria a todos y nací niña y me esperaba un lindo cuarto decorado con aviones y balones. Eso no cambió en nada el plan, para mi fortuna, el amor que recibí desde ese momento fue desbordante.
Porque nacer mujer en muchas culturas es sinónimo de rechazo. Los cambios a lo largo de la historia han sido drásticos y permanentes, no solo tienen que ver con la apariencia física o la manera de comportarse, sino con el pensamiento.
Desde la prehistoria, en comparación con otras épocas, las actividades que la mujer ejercía eran a la par de los hombres, se les permitía cazar y cultivar, tal cual como ocurre en la actualidad, la mujer era participe de la provisión del hogar.
En aquel momento ocurría por el contacto extremo con la naturaleza en donde el objetivo principal era la supervivencia y la reproducción. Hace miles de años los cavernícolas no estaban preocupados por quien cazaba más o luchaba con los dinosaurios o mujeres, lo importante era el trabajo en equipo, como debe ser.
Pero las cosas cambiaron, y en la Edad Antigua, la mujer perdió sus derechos y el hombre era quien ejercía la autoridad sobre ella: Padre, marido e incluso si enviudaba, quedaba bajo el mando de su hijo.
Los historiadores confirman que en ese entonces las mujeres pertenecían a tres clases sociales: La mujer noble, la campesina y la monja.
Y si el anterior panorama era deprimente, llegó la Edad Media, donde nada era a medias, todo estaba mal, empezando porque lo único que abundaban eran el hambre, la muerte, las enfermedades y las guerras.
Las mujeres buscaban refugio en la Iglesia para huirle al matrimonio y se consideraba un grupo muy valorado, diverso, eran muy cultas porque sabían leer, escribir y hablaban varios idiomas.
En contraste estaban las mujeres que se refugiaban en el sexo, las prostitutas; aunque eran autónomas, porque no estaban bajo la autoridad masculina, pertenecían a la clase más baja y repudiada de la sociedad.
Las eras del cambio
En la Edad Moderna, se exaltaba la belleza física de la mujer y el matrimonio era un instrumento de la diplomacia para sellar alianzas políticas, resolver conflictos y asegurar la paz.
Las mujeres de la clase alta se dedicaban a la música y la cocina, asistían a clases de lectura y escritura. Sin embargo, se identificaban como esposas y madres, era su profesión principal.
En el siglo XIX, a las mujeres se les tenía prohibido el voto y la participación en política, su principal actividad era el hogar, cuidar niños y ordenar la casa y atender al marido.
Los historiadores resaltan que para la época había muchas rebeldes que amaban su libertad y trabajaban, y por ello, eran consideradas prostitutas porque no eran mujeres sumisas y abnegadas de hogar.
Sin embargo, su opinión no tenía validez y, no podían tomar sus propias decisiones, porque se creía que no tenían capacidad de razonar.
Y llega el siglo XX donde se dieron grandes cambios para la mujer, aunque en los primeros 10 años, aún era una ama de casa desesperada, obediente de su esposo, incluso necesitaba su autorización para firmar contratos, comprar o vender propiedades que eran suyas por herencia.
En 1950, las mujeres empezaron a estudiar bachillerato, luego llegaron a la universidad a carreras, tradicionalmente masculinas, como las ingenierías. Hubo un incremento de la fuerza laboral femenina.
En los años 60 y en los 70, la pastilla anticonceptiva logra liberar la sexualidad de la mujer y la sociedad, en general, las percibe como autónoma, independiente y moderna.
Hoy, las mujeres siguen luchando por la igualdad de género y hay mucho camino por recorrer. Felizmente llegamos a esta época, gracias a las mujeres del pasado. Hoy, la mujer tiene voz y la capacidad de elegir lo que quieres ser, esposa, madre, profesional o todas o ninguna, no es una imposición social ni una etiqueta más.
La mujer de hoy es una mujer exitosa porque está satisfecha con la vida que eligió. El éxito no lo podemos medir solo con logros es más un estado que te permite sentirte plena, feliz y segura de estar haciendo lo que quieres.
Yo estoy orgullosa de ser mujer y sobre todo orgullosa del par de mujeres que son mis maestras, mis hijas: Cata y Lu.
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