Los médicos y las personas que hacen parte de la cadena de los sistemas de salud no la han tenido fácil con esto del coronavirus, o Covid-19. #sinrecato comparte lo que está viviendo uno de esos eslabones (*):
“A finales del 2008, mi vocación estaba encaminada a servir mediante la Medicina. En el 2010, luego de luchar y tener ángeles que lo permitieran, dentro de ellos mis padres, empecé a forjar mis sueños ingresando a la universidad. A finales del 2016 recibí el título de Médico General, desde ese momento la pasión, la entrega y la vocación estaban en pie de lucha para enfrentar el mundo y, mediante la ciencia, poder ayudar a toda una sociedad.
Fui contratado en un municipio de Casanare para cumplir mi servicio social obligatorio (rural). Allí empecé a notar que nuestros centros de aprendizaje, únicamente, nos forman para poner en práctica la ciencia con énfasis en atención humanizada, pero nunca en cómo debíamos enfrentar las malas condiciones laborales, la ignorancia de la gente y el poco apoyo de un país para trabajar dignamente.
En los actuales momentos, ejerzo mi profesión en urgencias de segundo nivel en un hospital en Boyacá, desde enero del 2018, con un tipo de contrato por obra y labor, sin recargos nocturnos o dominicales, que ofrece un neto básico de, aproximadamente, tres salarios mínimos; sin embargo, por lo menos, tenemos seguridad social con porcentaje para pensión aunque solo queda en inversión y difícilmente en un sueño de tener una buena a futuro.
Existen peores condiciones laborales en otros departamentos del país. En este caso, es un aceptable sitio para tener una estabilidad laboral mediante el uso de temporales que están renovando contratos cada tres a seis. Pero como lo dije al inicio, la pasión, la entrega y la vocación es el pilar, que me motiva actuar a diario, de la manera más humana y sencilla, frente a quien necesita de mis conocimientos.
¿Pandemia, eso qué es?
A finales del 2019 y principios del 2020, en una zona central de la República Popular China, se escuchó, por primera vez, el término que es tendencia mundial, Covid-19, del cual se murmuraba que estaba generando un tipo de infección respiratoria aguda de difícil control, que inclusive, diariamente, empezó a generar muertes incontrolables al no tenerse conocimiento de lo que, realmente, generaba en el ser humano.
Con el paso de los días se conoció una palabra que, como personal de salud de esta última década, solo se había escuchado en un aula de clase o en lecturas de artículos científicos, “Pandemia”, definida como una enfermedad epidémica que se extiende a muchos países. A Colombia llegó a principio de marzo, declarándose la emergencia sanitaria por parte del Ministerio de Salud y Protección Social.
En la actualidad con más de 4.000 casos confirmados y más de 190 muertes, día a día, con diferentes maneras de presentación clínica que hacen que sea más difícil su contención; además de la cantidad de gente que no entiende la importancia de un aislamiento para poder controlarlo, lo cual genera dificultades en su manejo.
Desde su llegada a Colombia y sobre todo desde que empezó a cobrar vidas, incluyendo la de colegas que en pro de su pasión entrega y vocación no declinaron a prestar sus servicios, la vida y la cotidianidad de todo el personal de salud empezaron a cambiar.
Ambiente de desasosiego
Inicialmente, las noches de descanso empezaron a acompañarse del desvelo, quizá con un subconsciente que trata de recordarte la situación tan compleja que nuestro gremio está afrontando. Despertar con algo de cansancio y prender la televisión resulta ser más tortuoso, pues solo se habla del tema (muertes y más casos) que generan, de alguna otra forma, más ansiedad para nuestra labor de médicos.
Salir de casa con una oración que, quizás, anteriormente no era de rutina, pero que el temor y la fe en Dios hace que hoy sea nuestro consuelo, no puede faltar. Ingresar al sitio de trabajo es con un saludo poco común para personas efusivas, tal como el apretón de mano y el abrazo que, anteriormente, formaban parte de la urbanidad, quedan atrás, ahora lo cotidiano es el choque de codos, seguido de un lavado de manos, colocación de dos tapabocas, que denominamos N-95 / uso quirúrgico, uso gafas de protección, caretas, tratando de que los que utilizamos gafas formuladas, podamos acomodárnosla de tal manera que no molesten o no se empañen, o inclusive envolviendo nuestros equipos (celular, fonendoscopio, pulsioxímetro) en vinipel, todo con el fin de protegernos y proteger a los nuestros.
Lo anterior se ha convertido en lo común de nuestra labor, pese a que se realizaba, anteriormente, bajo criterios e indicaciones específicas de acuerdo al tipo de enfermedad y tipo de intervención, siendo el lavado de manos algo indispensable.
En algunas instituciones este inicio de turno se hace en los primeros 30 minutos, previa disponibilidad porque hay que pasar por una cámara de desinfección y si se está a cargo de pacientes con Covid-19, o de pacientes que llamamos respiratorias, o sea todos los que ingresar por clínica de gripe o dificultad para respirar, deben colocarse otra serie de elementos que completan aproximadamente 8 objetos (guantes dobles, gorro, polainas, overol y ropa de mayo), los cuales deben permanecer con ellos durante todo su turno, que oscila entre 6 y 12 horas, inclusive 24 horas.
ONU advierte aumento de crisis en la convivencia
El turno contempla el servicio de urgencias y unidad de reanimación; en mi caso puntal, la recepción de los casos con clasificación Triage I, o recepción de remisiones de pacientes de primer nivel, en donde se enfatiza en el lavado de manos posterior a la atención de cada paciente. Se vive con la incertidumbre, casi que de manera permanente, ante la llegada de un caso de coronavirus, o la llegada fortuita de pacientes críticos que requieran de intubación, pues al no tener un equipo completo, denominado Kit 1 o 2 para todo el transcurrir del turno, y no ser, en ese momento, medico exclusivo para pacientes covid o respiratorios, pues se corre el riesgo de contagio.
Además, por directrices administrativas, hay limitaciones en la utilización equipos de protección personal, dentro de los cuales está, por ejemplo, el tapabocas N-95 (supongo que por ahorro), ya que nos dotan de uno por cada 4 turnos, y a veces más de este tiempo.
Y no todo el personal de salud, hablo de enfermeras auxiliares, no solo de urgencias, si no de hospitalización, que de alguna otra forma siguen poniendo en riesgo la integridad de nuestros gremio, con base en que por más protección individual y cuidado personal, existen pacientes asintomáticos portadores y casos relacionados con pobres síntomas respiratorios que han resultados a nivel nacional positivos de coronavirus. Estas son algunas de las situaciones que a diario vivimos, creo, todo el personal de salud a nivel mundial, o por lo menos de Colombia.
De vuelta a casa
Terminado el turno, después de 12 horas, con todo lo referenciado anteriormente, presentamos entre otros aspectos físicos marcas en la cara, dolor a nivel de pabellón auricular, secundario al uso de tapabocas y gafas, y por ende cansancio laboral y emocional.
Se llega a casa sin derecho a un saludo efusivo con nuestros seres queridos. El hogar se ha convertido en un sitio más de riesgo para los nuestros, motivo por el cual al ingreso se delimita de igual manera que en un centro hospitalario: una zona sucia, donde se ingresa y con un atomizador a todos nuestros implementos, (morral, uniforme, zapatos entre otros), rociada de alcohol, posteriormente, desvestirse para pasa a la zona limpia que, prácticamente, es el trayecto directo al baño, una buena ducha y posterior ropa cómoda para descansar. Esa rutina la realizo durante los 16, a 18 turnos, o sea, aproximadamente, 216 horas que normalmente hago en el mes, pero que pueden ser más de acuerdo con la demanda de pacientes y casos.
Es una situación, que en el 2008 cuando empezó este gran sueño de ser médico, nunca me la imagine; sin embargo, ni en el mismo trascender de mi aprendizaje universitario me formaron para tal escenario y puede uno tener la vocación intacta, que junto con el amor de Dios, de los creyentes de cualquier tipo de religión, sirven de soporte para continuar con la mirada en alto.
Cierto es que también somos seres humanos, que sentimos miedo y que podemos de igual forma enfermar y morir. Lo único que pedimos son escenarios seguros, que garanticen, con base en riesgo beneficio, los equipos de protección personal necesarios completos para todo un turno de prestación del servicio y así disminuir un porcentaje significativo el riesgo a contagiarnos y por ende a que sigamos ayudando a otras personas a sobrellevar dicha enfermedad.
‘Necesitamos más garantías’
Pero la respuesta del Gobierno a lo anterior es imponer una norma que nos obliga a llevar a cabo nuestra pasión, entrega y vocación en el Decreto 538 del 12 abril del 2020, en el capítulo II artículo 9, lo cual indigna porque, con base en las malas condiciones laborales previas a toda esta situación de pandemia (mayor contratación de ops, no vacaciones, no recargos dominicales, no recargos nocturnos, entre otros), es difícil pensar que estudiemos y trabajemos por obligación.
Estoy de acuerdo con mis colegas que deciden desertar, lo cual no es indicación de ir en contra del juramento hipocrático en médicos, o en su vocación de auxiliares, enfermeras, terapeutas, pues como lo mencione anteriormente, queremos la vida, y por falta de garantías no nos expondremos a un suicidio.
En la actualidad, solo podemos decir que del coronavirus solo conocemos su nombre y posible alteración a nivel del sistema respiratorio, pero desconocemos muchas otras repercusiones letales que se estarán estudiando, pero hasta no encontrarlas seguirá siendo nuestro peor enemigo.
Para terminar solo pido a la gente, en general, que se cuide y cuiden a los suyos, optando cada uno de los lineamientos que determine el Gobierno en pro de un bienestar común, teniendo en sus hogares el amor de Dios.
¡Por favor, no nos digan héroes!, simplemente pido respeto a todos los profesionales de salud. Somos seres humanos que tenemos familia, que sentimos miedo y que no estábamos preparados para afrontar una situación como la actual; además que, tristemente, tenemos un servicio de salud previo a esta situación con muchas falencias que generan más dificultad en nuestro trabajo.
(*) Autor pidió protección de su identidad.
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