Un inquieto cibernauta y seguidor de sinrecato.com me llamó la atención por el artículo publicado, hace 15 días, sobre el prócer venezolano Francisco de Miranda, ‘llave’ de lucha emancipadora de su paisano Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Ponte y Palacios Blanco. “Investiga sobre Simón y sabrás que también fue perverso en ese sentido…”, dijo al sembrar la inquietud.
En respuesta lo invité a releerse una amena investigación, convertida en novela, del periodista Luis Roncallo Fandiño, ‘Las locuras pasionales de Simón Bolívar’, que hace parte de nuestro archivo digital desde el 19 de septiembre del 2019.
No obstante, a manera de complemento, entre mis escasísimos libros recordé y rescaté de un armario a: ‘Bolívar mujeriego empedernido, Las batallas amorosas del Libertador’, de Eduardo Lozano Torres, un biólogo de la Universidad Jorge Tadeo Lozano de Bogotá, quien dejó su trabajo en la industria farmacéutica para dedicarse a la investigación de temas de la historia universal, y en 255 páginas hace una radiografía al respecto.
Lozano, en el capítulo de introducción a lo que seguidamente se convierte en un listado de mujeres con las que el Libertador sostuvo encuentros más allá de la simple amistad, describe el lado erótico del prócer. Se los comparto, y al final el listado de féminas.
El temperamento erótico de Bolívar
Bolívar fue un joven y rico mantuano (en venezolano: aristócrata de raza blanca descendiente de españoles) dotado de conversación fácil y una atrayente personalidad. Acostumbrado a la vida muelle, es decir, a satisfacer sus caprichos sin cortapisas y a ser obedecido, era también muy seguro de sí mismo.
Sin ser un hombre apuesto, tenía rasgos atractivos entre los que se destacaba la mirada penetrante y seductora de sus ojos negros. Daba una gran importancia al aseo y la imagen personal y acostumbraba perfumarse con agua de colonia, en la que gastaba buena cantidad de dinero. No se distinguía por la estatura, puesto que apenas media un metro y sesenta y cinco centímetros, y su cuerpo era delgado, pero de complexión musculosa.
Aunque hay autores que lo presentan como un apuesto y atractivo galán, la realidad fue muy distinta. Igualmente, hay que decir que en su personalidad afloraban con frecuencia el autoritarismo irreflexivo, la tozudez, la arbitrariedad y en ocasiones hasta la crueldad.
Y no se equivocan quienes afirman que fue un irreductible melómano. Es muy interesante leer la obra del ecuatoriano Fernando Jurado Noboa –Las noches de los Libertadores–, en la que se encuentra una descripción muy realista de este ser humano.
Pero como el objetivo de esta obra es otro, solo cabe anotar que “algo” debía tener Bolívar que propiciaba y facilitaba su habilidad para establecer nexos amorosos y obtener fáciles conquistas femeninas. Pocas mujeres en realidad opusieron resistencia a ese atractivo natural de su personalidad que, sumado a la destreza que él tenía para lisonjearlas con requiebros elegantes y frases románticas, le aseguraban el éxito en sus propósitos donjuanescos.
Con las mujeres siempre fue un hombre amable y fino, como si hubiese aprendido de Lin Yutang cuando escribió: “No hay una edad para empezar a ser galante ni una para dejar de serlo”. Además, cuando se convirtió ya en un hombre importante por sus campañas y triunfos militares, ese atractivo personal innato se vio reforzado por la fama, el prestigio y la mitificación de la que fue objeto, circunstancias que él siempre capitalizó para ganarse el afecto y los placeres amorosos de sus muchas admiradoras.
Aquí cabe anotar también que él nunca dejó de exhibir una excelente presentación personal, un atributo que seguramente aumentaba su atractivo ante las mujeres y que siempre se esmeró en ostentar. En 1825, hablando sobre la instrucción pública, Bolívar dijo las siguientes palabras que corroboran la importancia que daba al aseo e imagen personal:
La primera máxima que se debe inculcar a los niños es la del aseo. Si se examina bien la trascendencia que tiene en la sociedad la observancia de este principio se tendrá la convicción de su importancia. No hay vista más agradable que la de una persona que lleva la dentadura, las manos el rostro y el vestido limpios. Si a ello se unen unos modales finos y naturales, he aquí los precursores que van delante de nosotros y nos preparan una acogida favorable en el ánimo de las gentes.
Con poder de seducción
En pocas palabras puede decirse que Bolívar poseía un gran poder de seducción y cada conquista era para él la reafirmación de su ego.
El Libertador era eminentemente machista, pero no en el sentido de considerar a las mujeres en forma denigrante o peyorativa, sino en el de reafirmar su condición de macho hormonado en cada nexo amoroso, tal vez por ello nunca persiguió una relación sentimental estable.
De este modo, se puede afirmar que también fue altamente egoísta, ya que siempre prefirió su gloria, su fama y su grandeza a la estabilidad de una vida sentimental. Nunca una relación femenina le impidió lograr sus propósitos políticos y por eso empleaba con ellas la estrategia de “picar y huir”.
El sexo fue para el algo cotidiano y por ello el erotismo, quizás inmoderado, fue una condición personal en su vida. Aunque ha sido comparado con Casanova por su poder de seducción, difiere de este personaje en que Bolívar no se enamoraba de las mujeres que conquistaba, contrariamente al célebre veneciano.
Como después de su prematura viudez juró no volver a casarse, lógicamente tenía que satisfacer sus naturales impulsos sexuales con quien estuviera dispuesta a complacerlo y él siempre busca, con avidez, la satisfacción de esos impulsos.
Fue Bolívar siempre un hombre erótico a morir porque –como su padre– poseía una libido exacerbada. Para él, obtener el favor sexual de una mujer significaba el clímax de su hombría y la confirmación de su virilidad. Sus detractores han querido presentar este aspecto como algo malo, abyecto y pecaminoso, pero debe entenderse que esa era su condición fisiológica natural.
Bolívar fue siempre una persona muy activa y dormía escasas horas. Su vida de luchador se caracterizó por la intrepidez en ejecutar acciones imprevistas e incluso ilógicas, con lo cual varias veces causó sorpresa y desconcierto en sus enemigos. Baste recordar el arriesgado paso de la Cordillera Oriental de los Andes colombianos para llegar por donde menos lo esperaban los realistas, antes de las batallas del Pantano de Vargas y el Puente de Boyacá. Pero es que su temperamento era bastante impulsivo y además poco apegado a las normas, particularmente, cuando ellas se convertían en obstáculo para sus propósitos.
Para conocer mejor el temperamento erótico de Bolívar, vale la pena conocer una confidencia que en 1828 le hizo a Perú de Lacroix, cuando le dijo:
“Yo, aunque sentí con arrebatos de tormenta las celeridades y graves tentaciones de la carne, siempre fui discreto en mi comportamiento y calmado en aras de la virtud que corresponde a cualquier mujer por quien ha de guardarse su honor, su estima y su reputación familiar. Un mal paso dado por mí o por mujer alguna, hubiera significado la pérdida de todo cuanto significa la gloria”.
Con estas palabras Bolívar confirmó el acuciante asedio de las tentaciones de la carne que había experimentado en sus años anteriores, cuando gozaba plenamente de juventud y cuando aún no acusaba el desmedro de salud que ya lo agobiaba cuando hizo la anterior confidencia. Hubiese sido más explícito al añadir que esas tormentosas tentaciones eran experimentadas con demasiada frecuencia y que siempre se las arregló para sosegarlas con su pareja del momento o con alguna ocasional.
Lo que sí resulta poco creíble es la discreción y serenidad que le atribuye a su comportamiento respecto a las mujeres que pretendía, pues bien, conocido es que, cuando se trataba de obtener los favores sexuales de alguna de ellas, “donde ponía el ojo ponía la bala”, sin que los escrúpulos sociales o la reputación de las pretendidas le significaran un obstáculo.
Fue, por ejemplo, el caso de Manuelita Sáenz, a quien conquistó a pesar de saber que era casada y perteneciente a la sociedad quiteña y con quien luego mantuvo una ardiente y descarada relación a la vista de esa sociedad, sus oficiales y sus soldados. Pero aparte de todo, esta fue una muestra más de su impulsividad y su persistencia en obtener lo que se proponía.
Otro episodio también relacionado con Manuelita, fue relatado por el Libertador a su confidente así:
“Esta me amó. Si, ¡ella supo cómo! La amo, sí, todos lo saben también. ¡Mi amable loca! Sus avezadas ideas de gloria; siempre protegiéndome e intrigando en mi favor y a la causa, algunas veces con ardor, otras con energía. ¡Carajo, ni las catiras de Venezuela que tienen fama de jodidas! Mis generales me holgaron en perfidia para ayudarme a deshacerme de mi Manuela, apartándola en algunas ocasiones, mientras yo me complacía con otras”.
En este comentario, Bolívar puso al descubierto su temperamento y su personalidad respecto a las mujeres, pues en forma patente confirmó que para lograr el efímero amor de otras mujeres, el vínculo que tenía, en este caso con Manuelita, no era ningún impedimento, aun jugando con la reputación de ella, con sus sentimientos y actuando él sin ninguna discreción ni recato. Su temperamento erótico se lo impedía.
Ya comentados estos antecedentes, empecemos a conocer el intenso y extenso recorrido amoroso de nuestro denodado protagonista.
Las mujeres en la vida de Bolívar
El listado empieza por Manuelita White y sigue con: Las primas Aristiguieta; la ‘Güera’ Rodríguez; María Teresa del Toro Alayza, su esposa; Thérese Laisney; Fanny du Villars; Marina; Anne ‘Anita’ Leonoir; Rebeca; Nicolasa Ibáñez; Lucía León; Juana Pastrano Salcedo; Josefina ‘Pepita’ Machado; Isabel Soublette; Julio Corbier o ‘Luisa Crober’; Lydia y Jeannie; Asunción Jiménez; Bernardina Ibáñez; Ana Rosa Mantilla…
Delfina Guardiola; Xaviera Moore; la trapichense Bolaños; Manuelita Sáenz; Joaquina Garaycoa; Manolita Madroño; Jeannette Hart; Francisca Zubiaga de Gamarra; María Joaquina Costas; Benedicta Nadal; María Magdalena.
Antonia Concepción Fernández; Aurora Pardo; Gertrudis Toro; Inés Berbesí; Jerónima Salinas; Josefina Ustáriz; Juana de Dios Almendrales; Manuela Jaramillo Egas; Juana Eduarda de la Cruz; Pancha Mosquera; Paula Prado; Paula Vallejo Guerrero; Paulina García; Pepa Acevedo de Posse; Tomasa del Suero y Larrea; Trinidad Zambrano…
No Comments