Yamith Contreras es una fisioterapeuta, especializada en ortopedia, que cuenta como su vida cambió. “Conocí a mi esposo cuando yo tenía 12. Su papá compró una finca que era vecina a la finca de mi papá; las familias se hicieron amigas y nosotros, entre juego y juego, nos hicimos novios; yo tenía 15 años y él me llevaba 5 años”.
Cuando ella tenía 22 años se casaron. Fue una boda intima, solo la familia y los amigos más allegados. Luego de unos años, nació su hijo Orlando José. Llevaban casados casi 5 años.
“Mi esposo era personero municipal en San Ángel, Magdalena. Se llamaba Orlando Castro Escobar. Ese 23 de diciembre viajamos para pasar las fiestas de fin de año con toda la familia y celebrar el cumpleaños de su abuelo paterno en El Difícil, Magdalena, pero lo mataron”.
“Sin Dios y el apoyo de mi familia no hubiera podido salir adelante y eso lo que a uno lo hace reflexionar que la vida debe seguir”.
Yamith nunca imaginó quedar viuda. “Orlando era una persona pacífica, no le gustaban los problemas y nunca me pasó por la mente que estaba metido en algún negocio raro. Aunque lo llegué a pensar por la situación que estaba viviendo el país en esos momentos y porque los funcionarios públicos eran una tentación para estos grupos al margen de la ley”, comenta.
Las cosas cambiaron de un momento a otro y por eso afirma que hay que vivir el día a día. “Lo recuerdo siempre con amor, nunca lo veía de mal genio, siempre tenía una ocurrencia y me sacaba una sonrisa así el día estuviera gris. Eso me ayudó mucho a recordar esas frases positivas y de fortaleza que me ayudaron a superar el dolor. Él perdió a su mamá cuando tenía 15 años y veía la vida diferente con mucho positivismo y confiaba mucho en la gente; de pronto como él no le hacía daño a nadie, estaba seguro que a él no le iba a pasar nada malo”, afirma.
Cuenta que lloraba en las noches para que Orlando Rafael, su hijo no la viera, hasta que entró a su cuarto y le dijo: “Mamá no llores más, papá se fue para el cielo y ya no va a venir más, entiéndelo”. Esas palabras la hicieron reflexionar y de inmediato pensó que la vida debía seguir, tenía una profesión y un hijo que la necesitaba.
Fue un duelo largo, pero hoy entiende porque pasó todo: “Un amigo de mi esposo, un día me visitó y me llevó una Biblia. La verdad, no la había leído y un día que amanecí triste, la abrí y me sale justo el versículo donde Dios le está hablando a las viudas y eso me tocó mucho y empecé a buscar más a Dios, más de la oración y después empecé a buscar trabajo”, dice jocosamente.
Empezó a llevar hojas de vida a clínicas, pero nunca la llamaban. Insistió hasta que empezó con una empresa en la que laboró durante 20 años. Actualmente, trabaja independiente y agradece siempre el apoyo afectivo y económico que recibió de sus padres y sus hermanos para sacar adelante su hijo y como ella misma lo dice: “Sin Dios y el apoyo de mi familia no hubiera podido salir adelante y eso lo que a uno lo hace reflexionar que la vida debe seguir”.
No podía dejarle de preguntar cómo está su corazón actualmente: “Al comienzo yo me enfoqué en mi trabajo y en mi hijo y no había espacio para más nadie. No te puedo negar que se me presentaban admiradores, pero no faltaba el casado que te dice que se está separando de la mujer y es mentira, pero ese no era mi objetivo. Yo dejé que el tiempo decidiera todo”, dice.
“Mamá no llores más, papá se fue para el cielo y ya no va a venir más, entiéndelo”.
Cuando era pequeño su hijo era muy celoso, pero en la medida que iba creciendo llegó un momento que él buscaba admiradores. “Pasaba algo muy curioso; siempre se fijaba en el amiguito que tuviera un familiar soltero, el tío, el primo y me decía mami fulanito tiene un amigo y no está casado y me daba mucha risa. Nunca fue egoísta y siempre se preocupaba por mí, porque no me quería ver sola”.
Hasta que llegó Álex a sus vidas. “Pasaron 8 años, ya mi hijo tenía 12 años y llegó una persona, muy especial, así como se lo pedí a Dios. Me apoyó mucho en la adolescencia de mi hijo, él tenía un hijo de esa edad y como un papá le supo llegar. Son buenos amigos, hablan mucho y lo mejor que mi hijo lo escucha, lo respeta y lo quiere, al igual que mi familia”.
Ya han pasado 20 años de la muerte de su esposo y hace 5 años recibió apenas su pensión. Su esposo también tenía un seguro de vida, pero cuando lo fue a reclamar, la empresa se declaró en quiebra. Tiene un apartamento que, en ese momento, estaba pagando así que lo arrendó para aminorar gastos y se mudó con sus papás y luego se devolvió y empezó atender pacientes en su casa, tuvo pensionados y transportaba los amiguitos del colegio de su hijo.
Siempre fue creyente, pero en un momento tan duro como el que vivió afirma que la parte espiritual es muy importante. “Dios nunca nos abandona y menos cuando tenemos un hijo. Yo pienso que Orlando, es un ángel que desde el cielo siempre manda lo mejor para nosotros. Me han pasado muchas cosas bellas cuando se acerca la fecha de su muerte y pienso siempre que es él que me manda todas esas bendiciones para que no lo olvide y piense en esa fecha de una manera diferente no con dolor sino con amor”, dice.
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