¿Y qué harías tú?

5 0

Desde esta tribuna periodística nos unimos al llamado de 70 jóvenes atlanticenses que, a partir de una singular puesta en escena, que combina danza, teatro y música, piden al mundo que cese toda manifestación de bullying, maltrato y violencia.

El espectáculo, ¿bajo el título ‘Y que harías tú?’, producido por la Fundación Arte, Cultura, Historia y Educación, ACHE, con el apoyo de la Gobernación del Atlántico, de una duración de una hora y 20 minutos, muestra el asedio e intimidación constante a la que es sometida la estudiante Piedad por parte de tres de sus compañeros llevándola al limite de su tolerancia, incluso empujándola a pensar en el suicidio.

Al final, la joven reacciona y perdona a sus agresores. Entonces, el colectivo de jóvenes pide a la sociedad global cerrar filas para que esas manifestaciones no sigan afectando a 7 de cada 10 personas y produzcan más de 200 mil muertes al año.

Ante el llamado de los muchachos de ACHE le eché un vistazo actualizado a la situación del bullying que, aunque es asociado a escenas de violencia física en los pasillos de colegios, lo cierto es que ese acoso escolar ha mutado, diversificado, y hoy abarca un abanico de manifestaciones que reflejan tensiones sociales, culturales y tecnológicas. 

Expertos y entes como la Organización Mundial de la Salud, OMS, y la UNESCO, coinciden en que existen diez formas comunes de bullying, ampliamente documentadas en investigaciones internacionales; y otras cinco modalidades menos frecuentes o “extrañas”, que, pese a ser menos visibles, revelan nuevas dinámicas de exclusión y hostigamiento.

Advierten que el bullying físico es quizá la imagen más reconocible porque son evidentes golpes, empujones, destrucción de pertenencias, etc.; sin embargo, limitar el fenómeno a la agresión corporal sería un error. El bullying verbal con insultos, amenazas y apodos ofensivos, es igual de dañino y deja cicatrices emocionales profundas. 

El bullying psicológico se manifiesta en la intimidación, el chantaje y los gestos amenazantes; mientras que el social se traduce en exclusión, aislamiento y rumores que marginan a la víctima de su grupo de pares. El bullying sexual, por su parte, incluye comentarios o actos de carácter sexual no consentidos, y se ha convertido en una preocupación creciente en contextos escolares. 

El ciberbullying merece mención aparte. El uso de redes sociales y mensajería para acosar ha multiplicado el alcance del fenómeno, borrando las fronteras entre la escuela y el hogar. Hoy, el acoso puede perseguir a un adolescente las 24 horas del día, amplificado por la viralidad digital. 

A estas formas se suman variantes como el bullying indirecto, que son acciones encubiertas como difundir chismes; el racial o étnico; el dirigido a personas con discapacidad; y el homofóbico o contra la población LGBTQ+. Todas ellas configuran un mosaico de violencia que refleja prejuicios arraigados en la sociedad. 

Pero, más allá de las tipologías tradicionales, investigadores han identificado modalidades menos comunes, pero igualmente preocupantes. El bullying académico ridiculiza a estudiantes por su rendimiento, ya sea alto o bajo, generando un clima hostil hacia el aprendizaje. 

El bullying ecológico apunta contra quienes promueven prácticas ambientales o estilos de vida sostenibles, un reflejo de las tensiones culturales en torno al cambio climático; el estético se centra en la apariencia física, la forma de vestir o el peso; el religioso discrimina por creencias espirituales minoritarias; y el económico humilla a quienes provienen de contextos socioeconómicos más bajos o carecen de ciertos bienes materiales. 

Estas formas “extrañas”, según los investigadores, muestran cómo el acoso escolar se adapta a los debates y desigualdades de la sociedad contemporánea, convirtiéndose en un espejo de nuestras contradicciones. 

¿Quiénes son los más afectados? La población más vulnerable son los niños y adolescentes entre los 6 y 17 años. En este rango de edad, la construcción de identidad y pertenencia es crucial, y el bullying puede tener efectos devastadores. 

Los estudios señalan que las niñas suelen ser más víctimas de bullying social y verbal, mientras que los niños reportan más casos de bullying físico. El ciberbullying, en cambio, afecta de manera transversal, aunque se concentra especialmente en adolescentes de entre 12 y 15 años, etapa en la que la vida digital se vuelve central. 

La UNESCO y la OMS han advertido que el bullying es un problema global de salud pública. Sus consecuencias incluyen depresión, ansiedad, bajo rendimiento académico e incluso riesgo de suicidio. No se trata de un fenómeno aislado, sino de una práctica que refleja desigualdades sociales, culturales y familiares. 

Los psicólogos consideran que el ciberbullying es la forma más peligrosa en la actualidad, porque trasciende el espacio escolar y se mantiene activo las 24 horas del día. La víctima no encuentra refugio ni siquiera en su hogar, y la exposición pública amplifica el daño. 

Los investigadores insisten en que el bullying no puede abordarse únicamente desde la disciplina escolar. Es un fenómeno que exige programas de prevención temprana, involucrando a familias, docentes y estudiantes. La clave está en construir comunidades educativas que promuevan la empatía, la diversidad y el respeto. 

Además, consideran también que es síntoma de sociedades que toleran la desigualdad y la discriminación. Combatirlo implica cuestionar los prejuicios que circulan en la cultura, desde el racismo hasta la homofobia, pasando por la estigmatización de la pobreza. 

En conclusión, el bullying es un espejo incómodo de nuestras sociedades. Nos recuerda que la violencia no empieza en la adultez, sino que se gesta en los patios de recreo, en los chats de adolescentes y en las aulas. Reconocerlo, nombrarlo y enfrentarlo es un deber colectivo, porque detrás de cada estadística hay un niño o una niña que merece crecer en un entorno seguro, respetuoso y digno.

Por ser un reto y una voz de clamor de muchos jóvenes nos unimos a sus voces que piden ¡No más!

Fotografías: Aleidys Coll.

Álvaro Oviedo C

Periodista independiente, actual editor de sinrecato.com Profesional con más de 40 años de experiencia en medios de comunicaciones impresos y digitales, relaciones públicas, radio y tv. Desde el 2018, cocreador de sinrecato.com, plataforma digital de expresión para romper tabués sobre la sexualidad, la vida en pareja, la formación de buenos ciudadanos y mejores familias, llamando las cosas por su nombre. Creador de la red informativa regional, sinrecatonoticias.

Related Post

Leave a comment