Le sucedió a un periodista amigo y docente universitario cuando debatía con una contertulia un tema equis en las redes sociales. En el consabido ‘guasapeo’, chateos iban, chateos venía al calor del debate, hasta que lo frenaron cuando la chateadora le dijo: “Dejemos la cosa hasta aquí… veo que caíste en el mansplaining y eso si no te lo tolero!..”. Adiós conversación virtual.
A mí que quedó sonando el término y en un periodista más puede la curiosidad que otra vaina, así que manos a la obra. Les comento que la autoría le es atribuida a la escritora estadounidense Rebecca Solnit que lo dejó plasmado en su ensayo ‘Los hombres me explican cosas’, en el 2008, para resumir la gracia o manía de muchos de ellos, y también mujeres, de demostrar soberbia en temas que ni, por ahí, tienen idea con tal de seguirse sintiéndose en el epicentro del ego.
Con el correr de los años, el mansplaining ya está ubicado en lo que comúnmente se denomina ‘matoneo’, que no es más tener jodido al otro, bien sea de manera física o a punta de comentarios llenos de burla y menosprecio. Investigadores agregan al debate que es un término inventado por feministas, lideradas por Solnit, pero que puede ser una conducta consciente, la mayoría de las veces, o inconsciente.
Una explicación, desde el punto de vista de la psicología, la da la psicóloga clínica y forense, especialista en temas de género y académica de la Universidad Diego Portales, de Santiago de Chile, Guila Sosman. “Se trata de no escuchar, no validar sus opiniones, explicar nuevamente lo que ya han dicho o interrumpir para mostrar superioridad intelectual. Este tipo de prácticas perpetúa las dinámicas de violencia de género en las que no se deja expresar libremente a las mujeres y finalmente se las silencia”, sostiene en un artículo del portal web psicologiaudp.cl.
También asegura que “el mansplaining es una expresión de violencia psicológica que se manifiesta sobre todo en el ámbito laboral y académico donde los hombres han ejercido una soberanía histórica”.
Y remata con una dura aseveración: “A través del mansplaining no se la escucha a la mujer. Tiene algo de paternalista y condescendiente, y sigue la idea de que hay que cuidarla o protegerla. Se termina infantilizando a la mujer porque no tiene las capacidades necesarias. Y eso es sumamente violento porque minimiza el rol de la mujer”.
Por su parte, la licenciada en Estudios Humanísticos y Sociales en la Universidad de Monterrey, México, Sofía García-Ballé, antes de abordar el término y su impacto, cuenta una vivencia de la misma autora y es que estando en una fiesta un tipo, con ínfulas de académico y sabio, le recomendó “leerse el más reciente libro de Rebecca Solnit”, sin saber que era la misma persona con la que dialogaba.
Además, refiere la “refutada” que le hizo un cibernauta a través de un tuit a la astronauta estadounidense Jessica Meir quien, luego de una caminata espacial en el 2016, aseguró que el agua hierve de manera espontánea. El tuitero indicó que no era así porque él estuvo en un ‘simulador espacial’.
Las ilustraciones anteriores, descritas en el portal de del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, le sirven de soporte a Garcia-Ballé para manifestar que un año después de la publicación del ensayo, mansplaning ya aparecía en el diccionario urbano de lengua inglesa.
“Tras ver la tracción del término en internet, Solnit aclaró que no se trataba de una práctica totalmente inclinada a un género. Así como no todos los hombres presentaban conductas arrogantes, condescendientes e ignorantes, también hay mujeres que realizan esta práctica”, con lo que queda aclarado que no es exclusividad de aplicación en los varones.
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