En búsqueda de soporte informativo serio y actualizado sobre la ‘violencia familiar contra el hombre’, tema del que poquísimas veces se divulga algo de profundidad, pero que estudiosos aseguran viene creciendo, me tropecé con una picante frase de nuestra famosa diva criolla Amparito Grisales.
Les confieso, que lo expresado por la Grisales me lleva a meter, por unos días, en la nevera el ‘maltrato al varón’. En ella, esto no es nuevo, sino que se suma a los dardos punzantes que lanza cuando la abordan sobre su pensamiento acerca del feminismo y las feministas.
“No me parece justo que siempre haya credibilidad solo hacia la mujer”, destaca una entrevista dada a la FM, en la que además cuestiona a feministas porque gritan que los hombres son violadores y acosadores; de paso defiende la galantería del varón a través de los piropos respetuosos y enamoradores.
Un poco antes, en el formato virtual ‘La Bodeguita’, le había dicho a la entrevistadora Pilar Rodríguez, que posiciones extremas de feministas están minando la caballerosidad. “Yo creo que tenemos que controlar un poquito eso. Me parece que los hombres han perdido la caballerosidad un poco por el miedo a las mujeres, por es agresividad y ese feminismo llevado a la estupidez”.
Quizás muchos lean con folclor, frivolidad e indiferencia las críticas y posturas de la diva, pero lo tomé para refrescarles lo polémico del caso. Normalmente se conceptúa así cuando sólo se conoce la simple terminología y no la nuez de los que es considerado como un movimiento social de avanzada que no la ha tenido fácil en la historia de humanidad.
Fechas sitúan al feminismo en 1848, en Nueva York, cuando es rechazada la discriminación de género y ellas reclaman el derecho al voto. No obstante, hay datos históricos que reseñan expresiones rebeldes de mujeres lideradas por la cristiana Guillermine de Bohemia, quien defendía la creación de iglesias en el siglo XIII, desde Roma.
En Colombia, se le concede el título de pionera a María Rojas Tejada que, en 1914, abrió un centro cultural femenino en el municipio de Yarumal, Antioquia, siendo duramente criticada por lo que decidió irse a Medellín a iniciar una lucha por los derechos de las mujeres frente al machismo.
Voces de analistas
¿Pero en sí, que es el feminismo? Una voz reconocida sobre la temática es la colombofrancesa Florence Thomas, quien didácticamente lo define en una entrevista a la revista Credencial.
“Es una opción ético-política que lucha por construir equidad entre hombres y mujeres. Es buscar que lo que hacen las mujeres, que puede ser diferente a lo que hacen los hombres, tenga la misma valoración. Es una opción que busca cerrar esa brecha de oportunidades, fisurar poco a poco la cultura patriarcal, porque si uno no trabaja sobre los grandes idearios patriarcales de la cultura no hay nada que hacer”.
Deja claro que no se trata de poder, ni querer, ser iguales a los hombres. “Queremos ser iguales como sujetos políticos de derechos, pero queremos mantener nuestras diferencias, porque nacemos de manera distinta. Nacer mujer, como decía Pierre Bourdieu: ‘Es nacer con un coeficiente simbólico negativo’. Es formidable porque en una pequeña frase se resume todo: Te falta algo cuando naces mujer en una cultura patriarcal y es algo que tú vas a tener que aprender a colmar, esa falta es construirte como sujeta del mundo, los hombres nacen sujeto”.
Por último, Thomas señala que tampoco el feminismo es la contraparte del machismo al que califica de ideología violenta. “El feminismo es tratar de construir un mundo más equitativo, más justo, más tolerante, más bello para todo el mundo, no solamente para las mujeres, porque si el mundo cambia para las mujeres, va a cambiar también para los hombres”.
Otra psicóloga que aporta sobre el tema es Lucero Martínez Kasab, quien advierte que el feminismo, como todo en la vida, tiene dos caras.
Una es que se trata de un movimiento políticos y social. “Es necesario, por toda la dominación milenaria, que el hombre ha tenido sobre a mujer. Ha sido un sometimiento terrible, inhumano. La lucha de la mujer es la más larga que ha tenido un ser humano, un prisionero, para quitarse a un opresor y se está consiguiendo. Hay tantas cosas: el voto, el aborto, las demandas por lo de la manutención del hogar. Ningún ser humano merece ser oprimido”.
Y la segunda cara son sus protagonistas, las mujeres feministas en extremo que, a veces, ocultan, un odio contra el hombre por razones obvias, pero no son capaces de superarlo, cuando ya se meten a la política.
“Cuando estas mujeres no son capaces de trascender el odio que pueden haber sentido por un hombre opresor, entonces entran en un extremo que también las vuelve parecidas a sus opresores. Se convierten en lo que critican. No son capaces de reconocer en un momento dado la bondad de un varón, el buen trato de un varón, el amor que un varón les tenga. Todo lo ven con demasiada suspicacia, una prevención enfermiza que en nada contribuye, realmente, a un equilibrio de las cargas entre hombre y mujer”, concluye.
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