Hace ocho días una seguidora de #sinrecato me escribió para contarme como, en cuarentena, conoció a alguien muy interesante por Twitter.
Camila, como la llamaremos, es administradora de empresas, soltera, tiene 30 años y hace rato no tiene una relación seria. “La verdad no siento todavía ese llamado de ser mamá o casarme. Quiero viajar, conocer otras culturas, en fin, hacer muchas cosas”, asegura.
Admite que es muy sociable y la cuarentena afectó, por supuesto, esa parte. “Yo creo que el aburrimiento de la cuarentena me hizo arriesgarme y empezar a escribirme con varios hombres; obvio tomando las medidas de seguridad para no correr riesgos”, enfatiza.
Camila conoció a alguien en el ciberespacio que llenó sus expectativas: “Conocí muchos hombres, colombianos y extranjeros, pero Arturo desde el primer día me atrapó, conectamos de una y por supuesto que la conversación se puso caliente, muy caliente”, comentó pícaramente.
Con entusiasmo describe que llegó el momento de conocerse, y a pesar de tener mucha confianza, por supuesto, estaba muy nerviosa, pero, obviamente, deseaba conocerlo, “para ver qué pasaba”. “Mi mejor amiga sabía de este encuentro porque, bueno, uno nunca sabe”, cuenta algo paranoica.
Acordaron que el lugar de la cita fuera público, afirma que es la primera regla de oro si conoces a alguien por redes. “Bueno, la verdad es que tomé muchas medidas para nada”, cuenta decepcionada. Resulta que cuando Camila, por fin, conoció a Arturo dice: “No eran los nervios solamente. No me inspiró ni un mal pensamiento, más frío que calor. El único morbo que funcionó fue en el chat”.
El momento lo describió como eterno e incómodo. Prácticamente no hablaron, pidieron algo de tomar y se despidieron, como un par de extraños.
Camila dice que no se volvieron a escribir y la verdad que ni falta le hace: “De esta experiencia aprendí que el mundo real es lo mío y, definitivamente, ahí es donde quiero conocer a alguien especial”, afirma.
Esta situación, tiene una explicación científica, la cual está relacionada con la química, aunque en la práctica es más fácil sentirla. Un estudio publicado en la prestigiosa revista científica Nature, concluye que “buscamos parejas sexuales con un sistema inmunológico, muy distinto al nuestro”.
Este estudio analizó la conducta sexual de 254 parejas y concluye que mientras mayor es la diferencia del HLA (Antígeno leucocitario humano), es decir, los antígenos, el deseo y la satisfacción sexual es mayor. Lo que también se relaciona con la supervivencia de la especie. Los investigadores hallaron tanto en parejas e incluso animales con un HLA distinto, que se “incrementan las posibilidades de que su descendencia tenga resistencia a un número mayor de enfermedades”.
Por algo dicen, que los polos opuestos se atraen. Es decir, la mezcla de genes que se produce en los hijos toma elementos del sistema inmunológico tanto del padre como de la madre.
La pregunta del millón de euros es: ¿Cómo el instinto sexual distingue a quienes tienen una histocompatibilidad distinta a la nuestra? y la respuesta es sencilla, el deseo sexual no necesita de una prueba de laboratorio para activarse. Los científicos explican que nuestro cuerpo descifra mucho antes que nosotros lo sospechemos e incluso podemos tenerlo al frente sin darnos cuenta.
“Los peces, las aves y los mamíferos prefieren compañeros con un código genético distinto al suyo, el cual determinan usando señales olfativas”, de acuerdo con el estudio.
Los investigadores discuten cómo es que el HLA define el olor del cuerpo, debido a que algunos componentes se encuentran en fluidos como el sudor y la saliva. Los expertos confirman que los estudios que se han hecho relacionados con el olor y la atracción no son del todo válidos. Sin embargo, se sabe que las neuronas olfativas identifican el HLA, aunque los humanos no sean conscientes de ello.
Este estudio deja claro que los opuestos se atraen, pero no descarta que el ser humano está en capacidad de hacer lo que se le antoje con su instinto sexual, pero es interesante saber la gran influencia del sistema inmunológico en nuestra conducta sexual.
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