Cameron Díaz, actriz norteamericana de origen cubano, admitió hace un par de años para la edición británica de Vogue que su fuente de la juventud además de comer sano y hacer ejercicio era tener “mucho sexo como seres humanos lo necesitamos. Es saludable, natural y para eso es que estamos aquí”.
También admitió su adicción a la pornografía y que en alguna ocasión tuvo sexo en un avión.
Yennifer Monht Tapia, psicóloga y sexóloga, define la hipersexualidad, conocida como adicción desenfrenada al sexo de acuerdo con el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría (American Psychiatric Association, APA), como el impulso incontrolable sobre el comportamiento sexual, y no solo porque la persona piensa todo el día en tener sexo, sino porque lo termina haciendo con cualquier persona.
En la mujer se le denomina ninfomanía, mientras que en el hombre se define como satiriasis, y entre los rasgos más relevantes están: Masturbación excesiva, pornografía, prostitución o promiscuidad.
En la hipersexualidad considerada como una adicción, no hay un índice marcado porque se puede dar tanto en hombres como mujeres, pero investigadores estiman que un 6 por ciento de la población sufre de este trastorno sexual.
Siempre busca saciar el deseo de todas las maneras posibles, por ejemplo: Visualmente por medio de la pornografía; consigo mismo a través de la masturbación o estando con otra persona. Pero es una satisfacción momentánea, porque una vez termine la faena sexual no va a perder el impulso de tener otra.
Como toda adicción hay un marcado deterioro de todas las áreas significativas en la vida de la persona que padece el trastorno, en lo laboral, lo social, de parejas, incluso entre amigos. La persona deja de disfrutar de ellas por cumplir el deseo insaciable de tener sexo o de buscar formas de satisfacción pasajera.
La Universidad de Cambridge diseñó un novedoso método para estudiar la hipersexualidad en el que se escanearon los cerebros de 19 hombres que presentaban ese trastorno, mientras veían escenas pornográficas.
La investigación concluyó que las regiones del cerebro que se activaron fueron los mismos centros de recompensa que se activan cuando el adicto visualiza la droga.
Se tomó una muestra de dos sujetos que perdieron sus trabajos por ver pornografía en la oficina y otros cuatro admitieron que preferían ver pornografía para no acudir a las prostitutas.
Los investigadores de este estudio sugieren que esta adicción al sexo, o hipersexualidad, más que una adicción típica, está más cercana a un TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo).
Una de las coordinadoras del estudio Valerie Moon advirtió que hay que seguir investigando para sostener que hay una adicción o si estos efectos en el cerebro son causados por predisposiciones o por efecto de la misma pornografía.
Lo que está claro es que pensar en sexo o masturbarse o ver porno o tener la libido alta no te hacen hipersexual. Por el contrario, se puede disfrutar la pirotecnia #sinrecato, pero con prudencia.
No Comments