He aquí la reflexión que comparte una comunicadora social sobre uno de los tabús en torno a la sexualidad femenina.
Colaboración #SinRecato (*).
Los recuerdos están ligados más a la sensación de lo que nos transporta a esa vivencia que en el recuerdo mismo. Ningún recuerdo llega a la memoria de la nada, siempre está atado a la esencia que lo causó, ya sea un olor, lugar, dolor, sonido, ruido, voz, movimiento, tacto, susurro o mirada.
Partamos por mostrar interés en recordar algo, traerlo al pensamiento es fácil, pero sentir lo mismo que sentimos en aquel momento es difícil.
La sensación del placer, cualquiera que este sea para su gusto, es causa de adrenalina y plenitud. Es así como el diario, de un pensar femenino, se puede convertir en un desfogue de endorfina.
Sí, hablo de endorfina, porque los tabús sobre el sexo son otro sin fin de prejuicios. Algunos simbólicos, otros más religiosos y de costumbre que de lógica. Lógica, porque aun sabiendo que humanamente sentir placer o deseo sexual es una respuesta a estímulos nerviosos y mentales del mismo cuerpo.
Mencionar la letra ese, seguida de la letra e, acompañada de la letra equis, y terminando con la vocal o, es un escándalo, léalo bien: SEXO.
Hay que aceptar que un porcentaje alto de oradores de sexo intentan explicar este acto como un desorden de emociones y en el peor de los casos, una incultura e irrespeto, pasando por encima de la integridad física y mental.
Es necesario dejar claro que hay otros oradores, en un nivel mucho más bajo que los primeros, están destinados a hablar con la convicción de aclarar más no de atraer público, lo cual es de grata y completa intención en estas líneas.
A las mujeres que nos gusta tocarnos los genitales, somos atraídas por el deseo y el experimento del éxtasis solitario. No hay músculos masculinos ni nadie respirándote al oído, eres tú misma contra tus manos, pasando la saliva del placer.
La mujer que acaricia sus partes nobles, sabe exigirle a un hombre en la intimidad, digamos que el paladar se le vuelve exquisito y exclusivo. Nunca un orgasmo es igual a otro.
Así es como las mujeres, no relacionamos los piropos con su contenido, sino con su emisor. Así mismo sabemos clasificar el momento y la opción para tocarnos. Es que no se trata de buscar el placer que no encontramos en un hombre, se trata de conocernos y apreciar esa feminidad que desconocemos, pero que, absurdamente, exigimos a los hombres.
A las mujeres que nos gusta tocarnos sabemos que no es lo mismo la soledad que la compañía, que son momentos y movimientos distintos. En mi caso, el mejor de los orgasmos.
(*) Sandra Gutiérrez, comunicadora social – periodista
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