¿Amor… cuánto vales?

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En tiempos donde las redes sociales amplifican cada gesto y cada ruptura, las relaciones de pareja se exponen a una lupa pública que revela no solo emociones, sino también intereses.

Dos casos recientes —el del futbolista nigeriano Víctor Boniface y el del joven mexicano Uziel Martínez— han encendido el debate sobre cuánto pesa el dinero frente al amor en las decisiones afectivas.

Ambos episodios, aunque distintos en contexto, comparten un hilo conductor: el desencanto que surge cuando el vínculo parece condicionado por el patrimonio.

Víctor Boniface, delantero del Werder Bremen y exgoleador del Bayer Leverkusen, equipos del fútbol profesional de Alemania, terminó su relación de cuatro años con la influencer noruega Rikke Hermine tras un desacuerdo sobre un contrato prenupcial.

Boniface, quien gana cerca de seis millones de dólares por temporada, propuso un acuerdo para proteger sus bienes en caso de divorcio. Hermine se negó, interpretando la propuesta como una señal de desconfianza.

La ruptura se agravó al descubrir que todas las propiedades y vehículos del jugador estaban a nombre de su madre, lo que dejaba a Boniface sin activos disputables.

Por otro lado, Uziel Martínez, un joven docente mexicano, se volvió viral en 2022 tras confesar que donó un riñón a la madre de su pareja, solo para que ella lo dejara poco después.

Aunque el gesto fue voluntario y sin condiciones explícitas, la rapidez con que se disolvió la relación generó indignación y especulación sobre si el vínculo estaba realmente basado en afecto o en conveniencia.

Ambos casos han sido analizados por psicólogos, sociólogos y organizaciones que estudian las dinámicas de pareja en contextos contemporáneos.

La psicóloga colombiana Lina María Ríos, experta en vínculos afectivos y economía emocional, señala que “el amor romántico ha sido idealizado como desinteresado, pero en la práctica, las relaciones están atravesadas por negociaciones implícitas: desde la estabilidad financiera hasta el estatus social. Cuando estas negociaciones se hacen explícitas, como en un contrato prenupcial, se revela el verdadero equilibrio de poder”.

Desde la perspectiva legal, los contratos prenupciales son herramientas legítimas para proteger patrimonios, especialmente en contextos de alta exposición pública o ingresos desproporcionados. Sin embargo, como advierte el abogado de familia, Juan Carlos Paredes, “la resistencia a firmarlos suele estar ligada a una expectativa de fusión total en la pareja, donde lo mío es tuyo. Cuando esa expectativa se rompe, aparece el conflicto entre amor y propiedad”.

Organizaciones como la colombiana Fundación para la Equidad en las Relaciones, FER, han documentado un aumento en los casos donde el interés económico se convierte en detonante de rupturas.

Según su informe de 2024, el 37 % de las separaciones en parejas jóvenes en América Latina involucran disputas por bienes, herencias o expectativas de manutención.

“No es que el amor no exista —explica su directora, Mariana Gómez—, sino que muchas veces está condicionado por lo que se espera recibir, no solo emocionalmente, sino materialmente”.

En el caso de Boniface, su decisión de poner los bienes a nombre de su madre revela una estrategia de blindaje financiero que, aunque legal, puede ser interpretada como falta de transparencia afectiva. En el caso de Uziel, el gesto altruista de donar un órgano se convirtió en símbolo de entrega desmedida, pero también de vulnerabilidad emocional frente a una relación que no ofrecía garantías.

Ambos casos invitan a reflexionar sobre cómo se construyen las relaciones en un mundo donde el capital simbólico —como la fama o la generosidad— convive con el capital económico. ¿Es posible amar sin calcular? ¿O el cálculo es parte inevitable de toda relación duradera?

La socióloga mexicana Teresa Ordóñez propone una mirada más pragmática: “Las relaciones no son ajenas al contexto económico. Lo que debemos evitar es que el dinero se convierta en el único criterio de permanencia. El amor necesita acuerdos, pero también límites. Y esos límites deben ser claros desde el inicio”.

En última instancia, lo que revelan los casos de Boniface y Uziel no es la maldad de una parte ni la ingenuidad de la otra, sino la complejidad de amar en tiempos de contratos, redes y viralidad.

El amor, como la economía, requiere transparencia, negociación y, sobre todo, reciprocidad. Cuando uno da todo y el otro calcula, el desequilibrio no tarda en manifestarse.

Y quizás, como advierte la FER, el reto no está en evitar el interés económico, sino en aprender a reconocerlo, gestionarlo y no confundirlo con afecto. Porque amar no es regalar un riñón ni firmar un cheque: es construir juntos, con claridad y sin ilusiones que el dinero pueda comprar.

Álvaro Oviedo C

Periodista independiente, actual editor de sinrecato.com Profesional con más de 40 años de experiencia en medios de comunicaciones impresos y digitales, relaciones públicas, radio y tv. Desde el 2018, cocreador de sinrecato.com, plataforma digital de expresión para romper tabués sobre la sexualidad, la vida en pareja, la formación de buenos ciudadanos y mejores familias, llamando las cosas por su nombre. Creador de la red informativa regional, sinrecatonoticias.

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