Una investigación de la historiadora Lina Cuéllar y la periodista María Mercedes Acosta, ambas cofundadoras y de la directiva de Sentiido, hace un repaso cronológico desde las luchas de la mujer por superar la estigmatización de haber nacido solo para estar subyugadas, o sumisas al macho, hasta llegar a las de la equidad de género, o lo que ha empezado a llamarse ‘generación diversa’.
Retrotraen episodios vividos en Europa y Estado Unidos en el siglo XIX, luego expresiones de rebeldía del siglo XIX, citando pensamientos que resumían la sumisión, como el del estadounidense y senador demócrata J.B. Sanford, opositor al voto de las mujeres en los procesos electorales de sus país, sobre todo en el estado de California.
Del político citan lo que era la almendra de su punto de vista: “La mujer es mujer. Ella no puede deshacerse de su sexo o cambiar su esfera. Permítanle conformarse con su suerte y desempeñar los altos deberes que les asignó el Gran Creador…”
Cuéllar y Acosta sostienen que la confrontación hombre – mujer “se basa en una búsqueda que aún no termina: la igualdad de oportunidades en lo doméstico, lo laboral, lo político, lo económico y lo social”.
Luego, saltan a luchas en los años 60 del siglo pasado lideradas por mujeres trans y hombres trans, así como las personas ‘queer’, no binarias o de género fluido, es decir aquellas que no se identifican como hombres o mujeres y prefieren no etiquetarse.
Abordan un poco lo que ha pasado en Colombia en el actual siglo, concretamente el 2015, cuando se expide un decreto que permite a las personas trans “cambiar el componente sexo en su documento sin necesidad de un certificado psiquiátrico”.
Terreno ganado
Expresan que “cada año es más evidente que las nuevas generaciones están superando la idea del azul para los niños y el rosado para las niñas o la premisa de que hay deportes, carreras y formas de vida para hombres y otras para mujeres”.
También destacan que “cada vez más las nuevas generaciones se hacen conscientes de la importancia de la diversidad y de respetar la diferencia. Se adapta con mayor facilidad a la identidad de sus pares y a cómo estos prefieren ser llamados. También se visten y se peinan como prefieren si pensar si su elección es de ‘hombre’ o de ‘mujer’”.
Concluyen Cuéllar y Acosta, en el amplio escrito publicado, recientemente, en el diario capitalino El Tiempo, en señalar que el problema sigue siendo el choque con los adultos y los sectores conservadores que rechazan esta realidad fundamentados en que las mujeres son, por naturaleza, de una manera, y los hombres de otra.
“Son quienes les siguen enseñando a esos menores, a través de señalamientos, chistes o manuales e convivencia, que determinados comportamientos son ‘poco femeninos’ o ‘poco masculinos’ justificando así el matoneo y la violencia hacia quienes no se ajustan a la norma”.
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