“En 1978, el mundo se encontraría con su primer bebé in vitro, Louise Brown”, sostiene la periodista Rachel E. Gross, en un extenso artículo de investigación para BBC Future.
El crédito de ese histórico logro científico se le reconoce a Miriam Menkin, egresada de la Universidad de Cornell (Estados Unidos) con un título en histología y anatomía comparada, en 1922, y una maestría en genética en la Universidad de Columbia, en 1923, que se entregó en cuerpo alma a darle un sorprendente viraje a la fertilidad humana.
Gross describe el perseverante trabajo de la mujer, nacida el 8 de agosto de 1901 en Riga (Letonia), de una manera peculiar. “Semana tras semana, Menkin seguía la misma rutina: perseguir los óvulos el martes, mezclar con esperma el miércoles, rezar el jueves y mirar el microscopio el viernes. Todos los viernes, cuando miraba en la incubadora, todo lo que veía era una célula, un óvulo sin fertilizar y un montón de esperma muerto. Hizo esto 138 veces. Más de seis años. Hasta aquel fatídico viernes de 1944”.
Lo del fatídico viernes se refiere al momento clave, en el que los recurrentes fracasos, por fin, le dieron paso al éxito. “Cuando regresó al laboratorio, vio algo milagroso: las células se habían fusionado y ahora se estaban dividiendo, dándole la primera imagen en el mundo de un embrión humano fertilizado in vitro”.
La misma científica, según Gross, le contó a un periodista cómo se dio todo, destacando que fue justo después de una siesta. “Estaba tan exhausta y somnolienta que, mientras miraba bajo el microscopio cómo se movían los espermatozoides alrededor del óvulo, olvidé mirar el reloj hasta que de repente me di cuenta de que había pasado una hora entera. En otras palabras, debo admitir que mi éxito, después de casi seis años de fracaso, no se debió a un momento de genialidad ¡sino simplemente a una siesta en el trabajo!”.
También reconoció que ese primer óvulo fecundado no avanzó, lo que describió de manera sui generis como “el primer aborto involuntario en un tubo de ensayo”. No obstante, el proceso se repitió tres veces más pero de manera satisfactoria. “Esos especímenes eran ‘orgullo y alegría’”, comentó Menkin, quien tuvo el apoyo de otro científico, John Rock, que junto con Gregory Pincus, un biólogo de Harvard, se convertiría en codesarrollador de la píldora anticonceptiva.
La fama de Menkin trascendió tanto que se le atribuye el remoquete de ‘cazadora de óvulos’, por su capacidad de saber cuáles servían y cuáles no para ser fecundados. Murió el 8 de junio de 1992 en Boston (Estados Unidos), luego de haber vivido sus últimos años con altibajos en lo familiar y en el plano profesional.
Una próspera empresa
A partir de logro de Menkin, en el mundo surgió una próspera empresa económica, dirigida a ‘ofrecer’ hijos, concebidos tubos de ensayos, pipetas y otros elementos en laboratorios clínicos y no en donde, comúnmente, se engendran, en una cama.
No hay cifras exactas de lo que hoy mueve, pues todo depende de varios factores, así como de la técnica a aplicar, por ejemplo, si es mediante fecundación in vitro (cuando él óvulo es extraído de la mujer y se hace el proceso con el espermatozoide en laboratorio) o inseminación artificial (cuando no hay necesidad de extraer el óvulo y el esperma es inoculado), pero si hay luces que permiten sacar conclusiones.
Gross señala, en su artículo, que el 2017 constituyó la mayoría de los 284.385 intentos de reproducción asistida en solo Estados Unidos, que trajo a 78.052 bebés como Brown.
En Colombia, en el gobierno del presidente Juan se Manuel Santos hubo objeción a un fallo de la Corte Constitucional que, prácticamente, obligaba al Estado a financiar ese tipo de procedimientos en vitro a parejas que así lo requirieran para tener hijos.
La principal razón argumentada, contraria al fallo, fue el alto monto que representaría asumir esa ‘obligación’, 13 billones de pesos al año, según un artículo de la revista Semana, pues 250.000 familias estaban registradas en los diferentes centros que ofrecen ese servicio en el país
Para dar una especie de realidad en materia de costos, un médico consultado explicó que una pareja que aspire a tener un hijo, con cualquiera de las técnicas in vitro, debe disponer, de entrada, de una cantidad mínima de 20 o 25 millones de pesos, teniendo en cuenta que la sola congelación de un óvulo cuesta entre 14 y 19 millones de pesos; y el esperma entre 1,2 a 2,4 millones de pesos.
En Barranquilla, hay entidades que pagan entre 4 y 5 millones de pesos por 8 óvulos, que luego congelan con el fin de sacarles el triple, y hasta más, a potenciales clientes Se los compran a mujeres que han encontrado en este negocio una manera de ganarse la vida.
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