El locutor y humorista guajiro Fabio Zuleta Díaz, en un polémico video compartido un fin de semana en redes sociales, expresó su deseo de “comprarse” una mujer wayúu.
En el diálogo sostenido con el indígena palabrero, Roberto Barroso, hasta le dio detalles de la edad: “…y de 20, o 22 años, así pa’ mí…”; en respuesta, el precio sería de cinco millones “porque eres una persona conocida”.
A medida que se desarrollaba la charla, en medio de una risa burlona, Zuleta continuaba lanzando frases machistas, despectivas, denigrantes y sexistas en contra de las mujeres wayúu.
El video, viral en las redes sociales, en un momento hizo olvidar a muchos colombianos de los efectos del Covid-19. Desde la Defensoría del Pueblo, la Fiscalía, Procuraduría General de la Nación, la Vicepresidencia de la Repúblico, incluso el mismo Presidente Iván Duque Márquez, y una larga de lista de ongs, organizaciones indígenas, voceras de grupos femeninos, etcétera, exigieron ‘todo el peso de la ley’ sobre el locutor.
Zuleta ha difundido dos videos pidiendo disculpas que, para mí, en vez de aplacar la lluvia de crítica termina por embarrarla más.
La Organización Nacional de Indígenas de Colombia (Onic) lidera el rechazo de lo que consideran una burla inaceptable de Zuleta y Barroso, porque atentaron contra la dignidad, la integridad, la salud espiritual y mental de las wayúu, al afirmar que en la Alta Guajira se venden “las chinitas”, refiriéndose a las niñas, palabra usada de manera despectiva y discriminatoria contra ellas.
Insiste la Onic al Gobierno que estudie si la conducta tipifica un delito que debe ser castigado bajo el amparo de la Ley 1257 de 2008, que sanciona la violencia contra las mujeres, y la Ley 1752 de 2.015 de discriminación racial.
Sobre el tema el antropólogo guajiro Weildler Guerra expresó: “Cuando la gente desconoce una sociedad, esta suele verse a través de un prisma que distorsiona la visión. Lo que quiere decir que, en el caso de los wayuu, se les ve con un etnocentrismo que deja leer la real dimensión de cómo funcionan sus instituciones”.
Explica que en los wayúu existe lo que llaman la ‘dote’, o pa’naa – viene de pau-‘ que quiere decir estar dentro, o estar guardada, y es como se describe el proceso de aprendizaje de las mujeres al cumplir con su ritual de la primera menstruación: “Por lo tanto, pa´naa se refiere a ingresar en la intimidad del hogar y es la que se utiliza para conformar la institucionalidad de un matrimonio wayúu”.
Guerra lo resume así: “Pa’naa no significa casarse, ni el pago de una mujer, sino que el hombre simbólicamente entrega unos bienes para representar y manifestar su respeto a la familia de la mujer con la que va a entrar en intimidad”.
Prenden alarmas frente a los ‘matrimonios infantiles’
Y sostiene que la compra de mujeres no existe en el mundo wayúu, que nadie puede ir y llegar como si se tratara de un mostrador y pedir que le ‘empaquen un par en una bolsa’. “Lo que existe son protocolos regulados por un sistema normativo, considerado patrimonio inmaterial por la Unesco, que no funciona de la forma estereotipada como se ha presentado”.
Por lo pronto, mientras se evalúa jurídicamente la ‘gracia’ del locutor, su programa radial fue suspendido y estoy segura que la próxima vez que quiera hacer una broma de mal gusto como en este caso, lo pensará más de mil veces, porque es mucho más indignante que un guajiro, como dice ser él, ignore las costumbres y tradiciones de su mismo pueblo.
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