El más reciente informe de la Organización Mundial de la Salud es un campanazo de alerta frente a una problemática que, cada día, debe interesar a todo el mundo por sus devastadores alcances.
La conclusión es que una de cada cuatro mujeres es víctima de violencia física o sexual, pero esa víctima se viene presentando en “edades alarmantemente tempranas”, entre los 15 y 24 años.
“Cerca de 736 millones de mujeres (es decir, una de cada cuatro) sufren violencia física o sexual infligida por un compañero íntimo o agresiones sexuales perpetradas por otras personas, unas cifras que se han mantenido estables a lo largo del decenio más reciente”, sostiene la OMS en los resultados de la investigación revelados el pasado 9 de marzo.
Ante la situación, Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS, señala: “La violencia contra la mujer es endémica en todos los países y culturas. Es dañina para millones de mujeres y para sus familiares y se ha visto exacerbada por la pandemia de Covid-19. Sin embargo, no disponemos de vacunas para ponerle freno y solo podremos hacerle frente si los gobiernos, las comunidades y las personas adoptan medidas y las integran plenamente con el fin de cambiar actitudes perjudiciales, mejorar el acceso a las oportunidades y los servicios para las mujeres y las niñas y fomentar las relaciones saludables y de respeto mutuo”.
El informe reafirma que la violencia más frecuente proviene de un compañero íntimo de la mujer. “Sin embargo, el 6% de las mujeres refieren haber sido agredidas sexualmente por personas que no son ni su marido ni un compañero íntimo. Si tenemos en cuenta el alto grado de estigmatización y el hecho de que muchos abusos sexuales no se denuncian, es probable que, en la práctica, estas cifras sean mucho mayores”.
Precisamente, la Organización advierte que las cifras publicadas no reflejan el impacto que la pandemia de COVID-19 está teniendo en la actualidad, que las expuesto aún más al maltrato.
“Resulta muy preocupante que las tasas de esta violencia generalizada de los hombres contra las mujeres no solo no disminuyen, sino que quienes más la sufren son las mujeres de 15 a 24 años que, en muchos casos, ya son madres. No olvidemos, además, que estamos hablando de la situación previa a la imposición de medidas para hacer frente a la pandemia, como la permanencia en los domicilios. Sabemos que las numerosas repercusiones de Covid-19 han dado lugar a una “pandemia oculta” de todos los tipos de violencia contra las mujeres y las niñas, como demuestra el incremento de los casos notificados. Todos los gobiernos deben tomar la iniciativa de forma decidida para hacer frente a este problema y empoderar a las mujeres con ese fin», manifiesta por su parte, Phumzile Mlambo-Ngcuka, Directora Ejecutiva de ONU Mujeres.
Reafirma también la investigación de la OMS que las desigualdades sigue siendo uno de los principales factores de riesgo de la violencia contra la mujer. “Según los cálculos, el 37% de las mujeres de los países más pobres han sido objeto de violencia física y/o sexual por parte de un compañero íntimo en algún momento de su vida, y en algunos de estos países la prevalencia llega a ser de una de cada dos mujeres”.
A nivel mundial dice la OMS que las regiones que presentan las mayores tasas de prevalencia de la violencia de pareja, entre las mujeres de 15 a 49 años, son las de Oceanía, Asia meridional y África subsahariana, con unos índices que oscilan entre el 33% y el 51%, mientras que las tasas más bajas se registran en Europa (16-23%), Asia central (18%), Asia oriental (20%) y Asia sudoriental (21%).
La prevención es la clave
De allí que se insista en la necesidad de prevenir la violencia contra la mujer. “Todas las formas de violencia que sufre una mujer pueden afectar a su salud y su bienestar durante el resto de su vida, incluso mucho tiempo después de ocurridas. Las víctimas corren mayor riesgo de presentar lesiones, depresión, trastornos de ansiedad, embarazos no deseados, infecciones de transmisión sexual (incluida la infección por el VIH) y muchos otros problemas de salud. Además, se trata de un problema que afecta a la sociedad en su conjunto y conlleva unos costos enormes que repercuten en el desarrollo general y en los presupuestos de los países”.
Para prevenir la violencia es preciso solventar las desigualdades económicas y sociales sistémicas, velar por el acceso a la educación y al trabajo seguros e introducir cambios en las normas y las instituciones que discriminan por motivos de género, considera la OMS.
Hay también otras intervenciones eficaces, como los programas aplicados para garantizar la disponibilidad de servicios esenciales para las mujeres que han sobrevivido a actos violentos, prestar apoyo a las organizaciones de mujeres, hacer frente a las normas sociales que perpetúan las desigualdades, reformar las leyes discriminatorias y potenciar los mecanismos jurídicos pertinentes, entre muchas otras.
Claudia García Moreno, funcionaria de la Organización, recomienda: “Para luchar contra la violencia contra la mujer es imprescindible actuar urgentemente para reducir la estigmatización en torno a este problema, formar a los profesionales de la salud para que aprendan a interrogar a las víctimas mostrando compasión y luchar contra las estructuras que perpetúan la desigualdad entre los géneros. Además, es fundamental dirigir las intervenciones a los adolescentes y los jóvenes con el fin de promover la igualdad de género y las actitudes que la fomenten”.
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