En esta oportunidad, nuestro invitado especial el psicólogo y el experto en sexología, José Manuel González, hace una reflexión dirigida al ‘hombre de la casa’, teniendo en cuenta que en el mes en el que andamos, junio, se mira su papel en el núcleo familiar.
‘En el Día del Padre’
En estos días estamos celebrando el Día del Padre, una fecha que aumenta las ventas un poco más que el Día de la Madre, cosa que no es casualidad en una cultura machista como la nuestra.
Personalmente, creo que estas celebraciones son una excelente oportunidad para reflexionar sobre cómo estamos llevando nuestra vida. Para los hijos, por ejemplo, es bueno pensar en cuál es la función que su padre cumplió en su vida.
En una época en la cual se piensa mucho en los derechos y muy poco en las obligaciones, como ocurre ahora, es común ver una gran cantidad de hijos desagradecidos que justifican su actuar con los posibles errores que sus padres hayan cometido. Y es importante resaltar que muchas de las cosas que los padres hicieron, aunque nos resulten desagradables, generalmente se dieron por la idea de que eso era lo más conveniente para sus hijos.
Creo honestamente que muy pocos padres han actuado con el deseo de perjudicar a sus hijos. Por ejemplo, padres exigentes han creído que poniéndoles las metas altas a sus hijos los prepararían mejor para enfrentar las competencias y luchas de la vida cotidiana. Padres poco afectivos que creían que ser cariñosos con sus hijos los “ablandarían” impidiéndoles así los éxitos que deseaban para sus hijos en la vida adulta. En fin, la primera idea importante de hoy es que muchas veces, tras las acciones inadecuadas de los padres hay muchos motivos positivos importantes.
Para los que recientemente han llegado a la paternidad sería bueno dedicar un tiempo a pensar sobre qué clase de persona necesita la humanidad que formemos en la actualidad. Para mí la respuesta es evidente, una de las necesidades urgentes de nuestra especie es eliminar las ideas machistas que tanto daño le están causando a los matrimonios y a las familias. Los padres jóvenes deberían dedicar parte de sus esfuerzos a fomentar en sus hijos las ideas de respeto y justicia en el trato diario con las niñas, y en estas, el fomento de una adecuada autoestima para que se conviertan en mujeres adultas que sepan exigir y conseguir respeto en sus relaciones amorosas.
Los padres jóvenes deberían propender por la formación en valores como la justicia, la equidad y el respeto en los niños y las niñas que están ahora en sus manos. Estos valores llevaran a los matrimonios y a las familias a situaciones más adecuadas, y felices que las estamos viviendo ahora.
A los padres mayores, cuyos hijos ya son adultos, para mí el mensaje importante sería: dejen volar a sus hijos e hijas con libertad. No traten de continuar tratándolos toda la vida como si todavía estuvieran en la infancia. Las nuevas generaciones tienen derecho a explorar, a cometer sus propios errores y aprender a enmendarlos.
Los padres mayores tenemos que aprender a no estar entrometiéndonos en la vida de la nueva generación de personas adultas y aceptar tranquilamente la jubilación que como padres nos merecemos. Los consejos no pedidos sobran y casi nunca se implementan. Los padres mayores deberíamos solo dar amor, estimular las acciones positivas y mantener una prudente distancia hasta que se nos solicite un consejo.
Un padre respetuoso de la autonomía de sus descendientes es visto con respeto y admiración, adquiriendo así el poder de guiar a su familia solo con el ejemplo que su actuar cotidiano debe dar.
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