Adolfo Hitler, fue un líder alemán, amado por unos y odiado por muchos. Siempre será recordado por sus crímenes de guerra, en especial contra el pueblo judío. Pero, aunque suene raro, también tenía su “corazoncito”. Su historia de amor al lado de su esposa Eva Braun, guardaba un secreto bastante íntimo que hasta hace poco ha sido develado.>
Gracias a un artículo que me compartió un amigo encontré una historia bastante curiosa. En 1949 fueron publicadas las memorias de Eugene Dollman, un diplomático nazi que sirvió como traductor cuando Braun estuvo en Roma, visitando a su ginecólogo.
Según Dollman, Eva le habría confesado que no tenía intimidad con Adolfo, citando palabras que dan luces de como era su vida al lado del ‘Führer’. Incluso el propio Hitler dejó sentada, en su última voluntad y testamento, que su relación con Braun era platónica, agradeciendo a la mujer por “muchos años de fiel amistad”.
De acuerdo con lo planteado por el filósofo Platón, el amor platónico se entiende como ese sentimiento que idealiza al ser amado y que no abarca el deseo sexual. Al parecer el verdadero amor que el líder nazi profesaba era hacia su pueblo ario.
El amor platónico se ha entendido como un amor inalcanzable. Pero por supuesto en este pensamiento planteado por el filósofo es un amor perfecto en el que amas la belleza del alma más que la del cuerpo.
El profesor Thomas Lundmark, de la Universidad de Hull (Inglaterra), en su libro ‘La historia no contada de Eva Braun”, escribe que la pareja nunca pudo tener relaciones sexuales.
De acuerdo con Lundmark, lo que lo impedía, era una extraña condición ginecológica que padecía Eva, que le hacía dolorosamente insoportable el coito vaginal: El Síndrome de Mayer-Rokitansky-Küster-Hauser (MRKHS, las siglas en inglés), impronunciable.
Consultando a ginecólogos, lo definen como un síndrome que se caracteriza por la ausencia de vagina y útero, pero con ovarios funcionales. Es un trastorno en el que las mujeres, no desarrollan los conductos embrionarios de Müller y como consecuencia el útero no está presente en el nacimiento.
Esta enfermedad congénita tan rara como su nombre, afecta a una de cada 5.000 mujeres. El síntoma principal es una amenorrea primaria, es decir, no hay la primera regla del ciclo menstrual.
El trastorno lleva el nombre en honor a las contribuciones de los médicos August Franz Joseph Karl Mayer (en 1829), Carl Freiherr von Rokitansky (en 1838), Hermann Küster (en 1810), y Georges André Hauser (en 1861).
Una mujer que padece este síndrome produce, de manera normal, sus hormonas femeninas al llegar a la pubertad y desarrolla sus características sexuales. Lo que sucede es que la vagina está acortada y esto hace que las relaciones sexuales sean difíciles.
El diagnóstico se hace por lo general antes de los 20 años, por la amenorrea primaria y la incapacidad de penetración vaginal. El diagnóstico se puede hacer con una ultrasonografía ginecológica-abdominal y transrectal, así como la resonancia magnético-nuclear.
Y aunque el panorama no es muy alentador. La buena noticia, es que se corrige con cirugía. Las mujeres con este síndrome no pueden quedar embarazadas, por la ausencia de útero. Sin embargo, en estos momentos, los avances científicos, pueden hacer posible que sean madres por medio de la fertilización in vitro. Incluso se han realizado ensayos en los que se han hecho trasplantes de úteros y logran un embarazo normal.
Esta historia es una investigación que ha sido documentada y llena de testimonios veraces. Sin embargo, no puedo dejar de cuestionarme, en lo diferente que habría sido la historia de esta pareja, si viviera en esta época. A lo mejor, una cirugía hubiera solucionado su vida sexual, tenido hijos y formado una familia normal.
Pero, si lo anterior, no se daba, podrían acudir a un sexólogo y recibir terapia. Habrían entendido que las relaciones sexuales no se limitan a la penetración, así que probablemente hubieran disfrutado de su vida sexual.
Hitler hubiera tenido una vida sexual y por supuesto, tendría una mejor actitud; habría sido más desinhibido, más humano, más feliz y a lo mejor no hubiera estado tan obsesionado con el poder y el exterminio de la humanidad. Es mi platónica teoría.
Yo también soy romántica y me gusta pensar en finales felices.
No Comments