No recuerdo bien mis primeros pasos, aunque vivamente recuerdo mis primeros trazos, los evoco como líneas que siempre han buscado su propio significado a pesar del infinito mundo de interpretaciones de mentes expertas en grafología infantil y personalidad.
Acaso esos trazos en paredes o en papel dibujados con lápices de cera de apariencia pueril buscarían convertirse en escritos plasmados en documentos físicos o digitales que, indistintamente, estaban destinados a transformarse en prosa exquisita o versos del alma que confrontaría los documentos con el pensamiento del autor y la exégesis del lector empedernido dispuesto a internarse en los fragmentos del intrincado mundo compartido de las letras y el papel.
El llevar como herencia dos alelos codominantes de egregios escritores, resulta en una alta probabilidad teórica de sentir la urgente y profunda atracción de plasmar en un papel la magia de las letras vistas desde diferentes ópticas. El seleccionar las palabras adecuadas dependerá tanto de la fuente de inspiración que suscitó tal elección, como del público al cual serán dirigidos tales textos o misivas.
En consecuencia, podríamos imaginar el vocablo puente y trasladarlo al ámbito académico tal como lo haría un galeno con su protocolo de sustitución durante la terapia de puente, desde la óptica del dentista sería la solución a los problemas de edentulismo causado por traumatismo, para un lingüista quizás sería la narración de un lugar preciso que conecta el camino que lleva a mi casa con el puente que se erige imponente sobre la avenida, jocosamente podrías también decirle al puente que haga lo suyo y brinde una estrecha conexión entre mi amor y el tuyo.
Igualmente, a la vista del economista los puentes podrían tener un impacto significativo en la economía del país. Qué tal si al recorrer el mundo de manera intencional nos encontramos con una serie de tangentes que describen esa original estructura llamada puente matemático de Cambridge. Finalmente, entre el corro y lírica británica infantil alcanzaríamos a comprender por qué hace cuatro siglos los vikingos atacaron al puente de Londres y tuvo que ser reconstruido.
Sí, nací entre letras y libros que plácidamente reposaban encima de la cama, esperando el ocaso para ser explorados al acariciar cada página con la mirada puesta entre las líneas que finalmente quedaban pausadas por el cansancio que dejaban los tradicionales juegos nocturnos con los amigos del vecindario. Leyendo aprendí que es posible transportarse con la imaginación a lugares insospechados del planeta y vivir inolvidables experiencias imaginarias, con la escritura aprendí a exponer mi criterio franco y sereno materializado entre prosa y poesía.
El paso del lápiz de cera al teclado y del papiro al documento descargado se ha convertido en el motor de arranque que convierte el pensamiento que se desborda en silencio para luego salir y darle un nombre a cada destinatario.
Escribo porque las palabras no escritas se desvanecen en el recuerdo que a propósito o sin pensarlo pretenden olvidarlo. Por eso, si me pides que te diga algo profundo simplemente te diría: “Te quiero”, pero si me pides que te lo escriba relataría al mundo mi testimonio como una experiencia singular en los folios de un gran expediente y lo enviaría al Archivo General de la Nación para que conserves y consultes el legado documental subjetivo y pasional que te he dejado.
Tania Castro
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