Diana y José se conocieron en la Universidad. Estudiaban juntos y se gustaban. Pero cada uno tenía una relación.
“La verdad que José siempre se destacaba en las clases y empezamos a trabajar en grupos y lo vi interesante, porque es muy pilo. Éramos cuatro amigas y él era el único hombre del grupo. Le decíamos ‘el aguacerito’, porque a todas les quería caer”, comenta Diana, jocosamente.
Aunque la amistad iba bien, en medio de un trabajo terminaron discutiendo porque para ella, él era muy ‘sobradito´ y quería imponer siempre sus ideas.
Diana ya no tenía novio y un día cualquiera, José la invitó a salir, solo que ella no quería estar sola con él y le dijo a una de sus amigas que la acompañara.
“Recuerdo que esa cita cambió todo. Porque a mí me gustan los planes sencillos, descomplicados, ´de bordillo´ y yo creía que él era como agrandado. Y resultó que no. Nos sentamos en una esquina a comer pan y jugo hit. Y nos reímos como nunca”, cuenta.
En ese momento Diana tenía 18 años y José 27. Ella admite que siempre le han llamado la atención los hombres mayores. Así que para ellos no era un impedimento, pero los papás de Diana no lo veían de la misma manera.
“Mi papá me decía que era un gallo jugado para mí; y mi mamá, ni se diga. Pero finalmente lo aceptaron y hoy en día mi papá y José son muy amigos, tanto que se tapan entre ellos”, anota pícaramente.
Cuando Diana ya tenía 20 años, un 3 de diciembre José ´la sacó a vivir´ y desde ese día llevan 5 años juntos. Continuaron con sus estudios, se graduaron y empezaron a trabajar y formaron un hogar del cual nació un hermoso niño, hoy de tres años.
Hasta aquí se parece a muchas historias de parejas que se conocen, se enamoran y viven felices por siempre, pero esta historia tiene un giro erótico que la conocida ‘50 sombras de Grey’ le hace los mandados.
“Un 7 de diciembre, cuatro días después que empezamos a vivir juntos. Salimos a tomar con una amiga y nos emborrachamos. Cuando íbamos llegando a la casa, me acerqué a José y le dije al oído: ‘que estaba alborotada’ y ahí en la calle con la complicidad de mi amiga, le hice sexo oral. Fue tan excitante ese momento. Llegamos al apartamento, terminamos lo que empezó en la calle”, afirma Diana.
Luego de esa experiencia, empezaron a hablar de lo emocionante que fue sentirse observados y, aunque no sabían mucho del tema swinger (sw), decidieron crear las redes sociales y mirar qué pasaba.
“Empezamos a recibir muchas invitaciones. Primero nos citábamos con las parejas para conocernos y mirar si había química o no. Y si había química intercambiamos números y seguíamos hablando hasta concretar un encuentro. La verdad no estamos con cualquiera. Somos muy cuidadosos y respetuosos”, afirman.
Diana y José confiesan que en Barranquilla hay muchas parejas sw, sobre todo de estrato 4 y 5. Desde que entraron al mundo swinger han estado con tres parejas y han participado en varios tríos. Explican que este estilo de vida los ha unido más como pareja, no hay celos y, por supuesto, hay mucha confianza y su amor sigue intacto.
Les pregunté si hay reglas en el ‘mundo swinger’ y respondieron que hay muchas, pero la regla de oro es que, si una pareja dice no, no se le insiste. Además de usar preservativos, el aseo es importante, como también respetar los acuerdos y ser discretos.
“En nuestro caso, todo lo hacemos en presencia del otro. De eso se trata la confianza. Eso sí antes del encuentro, se dejan las cosas claras, lo que se puede o lo que no. Siempre hay un diálogo previo con la otra pareja”, relatan.
Pero hay más reglas entre Diana y José, ninguno de los dos puede llamarse o escribirse después del encuentro a menos que estén de acuerdo. La decisión de estar con alguna pareja o un single (un tercero) es de ambos.
Les pregunté qué era lo que menos le gustaba y de inmediato respondieron que la sociedad no está preparada para este estilo de vida y solo juzgan sin entenderlo. También les molesta que hay muchos vivos que, supuestamente, van con sus parejas y resulta que contratan a una ‘prepago’.
Lo que más disfrutan del swinger es la libertad y la confianza que tienen en pareja, porque pueden conocer nuevas personas, sin necesidad de esconderse y no hay temor que pueden perder todo lo que han construido.
Confiesan que lo mejor es la adrenalina y el morbo que sienten cuando se miran mientras tienen sexo con otras personas. “Es algo que hay que vivir”, aseguran.
“En Barranquilla hay varios clubes que hacen plata por este estilo de vida. Cobran por entrar, por realizar fantasías, por todo. Se trata de cambiar esa perspectiva de que los swinger están necesitados de sexo y no es así. Nosotros conocemos parejas sw con las que nunca hemos tenido relaciones sexuales. Compartimos como amigos y nos sentimos bien”, explican.
La experiencia de esta pareja hasta el momento no ha tenido tropiezos, pero si han tenido una que otra no tan memorable: “Una vez que estábamos a punto de tener el encuentro con una pareja swinger, supuestamente todo estaba claro. Hasta que el hombre de la otra pareja se le arrodilla a José de frente y pretendía ‘hacerle sexo oral’. José lo empujó y salimos de ahí. Resulta que el tipo era bisexual y aunque algunas parejas acceden a este tipo de relaciones Nosotros no. Fue una mala experiencia, pero también muy chistosa”.
Les pregunté si este estilo de vida es algo permanente o solo es una etapa de su vida en pareja.
“No sabemos responder a esa pregunta. En este momento lo disfrutamos mucho. A veces pasamos meses sin conocer parejas y de pronto aparece una. Y hay química. Entonces, creemos que no se deja de ser swinger”.
Finalmente, Diana y José confiesan que cada persona es libre de disfrutar su sexualidad de acuerdo con sus gustos, sus costumbres y sus fantasías: “Las fantasías no se pueden quedar en eso, hay que realizarlas y qué mejor forma de realizarlas que con la persona que tienen a su lado, la que amas y que te ama. Es confianza. Es compromiso. El swinger es un estilo de vida”.
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