A propósito de personajes que hacen parte del mundillo del sexo y sus placeres existe un par en los que, en la sola definición, hay un marcado tufillo de discriminación que apunta al machismo.
Ambos legados terminológicos provienen del ‘Viejo Mundo’, como los historiadores acostumbran a referirse al Continente Europeo, región que es considerada ‘la mamá y papá de la educación universal’. Incluso, allí no terminan en ponerse de acuerdo si gigolette y gigoló, vocablos traídos a este compartir, son de origen italiano o francés pese a superar la centuria en su uso.
Gigolette tiene varias definiciones, unas más fuertes que otras, pero todas con alta dosis de menosprecio, según interpreto yo. Por ejemplo, secamente se le dice así a una “mujer desvergonzada”, o a una “chica de la calle”, “chica fácil que se encuentra en bailes populares”, “chica juguetona”, o a una “mujer lasciva”. De complemento les cuento que es poquísima la información desarrollada por los inquietos investigadores sobre este término.
En cambio, al gigoló, en su definición, suele dársele una categoría, un estatus reconocido y hasta ‘respetable’: “Hombre joven que es mantenido por una mujer, generalmente mayor que él, a cambio de prestarle su compañía o de mantener con ella relaciones sexuales”, de acuerdo con Oxford Languages, editorial que agrupa diccionarios de más de 50 naciones.
El remate de lo anterior es de antología: “El gigoló introdujo a la señora en los secretos del buen vivir y, vividor, le facilitó el decálogo imprescindible de toda buena vividora”.
En la misma línea, el portal mexicano Definición trae un semitratado de gigoló, pero ningún renglón de gigolette, del que reproduzco buena parte, de tal manera que les sirva de insumo y conocimiento para cuando algún curioso les comente: “Ese ‘man’ es un gigoló”, refiriéndose más al varón conquistador de hembras y resulta que no es así.
“La palabra gigoló es de origen francés y es un calco de este idioma. Empezó a popularizarse en el siglo XlX y se considera que proviene del término guigue, que significa violín y baile”, destaca el portal.
“Se puede decir que el gigoló se dedica a la prostitución masculina, pero es una prostitución con algunos matices. No ofrece simplemente su cuerpo con un fin sexual, sino que es también un acompañante esporádico de mujeres adineradas que buscan el entretenimiento y practican una especie de juego de seducción”.
“El gigoló suele frecuentar ambientes de lujo con el fin de llamar la atención sobre sus clientas. En el mundo de estos profesionales hay una serie de características: un cierto glamur, elitismo, buenas maneras, fantasías sexuales y consumo de productos caros”.
“El ambiente que rodea a estos individuos se ha dado a conocer a través de la literatura y el cine, pues en la vida cotidiana no se conoce habitualmente este tipo de realidad. Las historias del cine han creado una idea sofisticada de todo lo que les envuelve y es muy probable que no se corresponda con la realidad (el gigoló que acaba enamorándose de la clienta es una idea atractiva, aunque poco realista)”.
“Si bien la prostitución femenina es bastante conocida, la masculina continúa viéndose de otra manera, como un tabú social. Mientras la prostitución femenina está vinculada al tráfico de mujeres, a la explotación y al turismo sexual, en el caso de la masculina se trata de un tema escasamente abordado. Por este motivo, en ocasiones los gigolós son confundidos con los chaperos o con los taxiboys”.
“Desde una perspectiva histórica, la prostitución masculina ya se practicaba en la antigüedad, pues tanto en Grecia como en Roma había burdeles de hombres, que normalmente eran esclavos”.
“La figura del gigoló puede ser interpretada de varias maneras. Como un profesional que ofrece un servicio y cobra por ello, al igual que otra actividad laboral. Como un vividor que se deja utilizar por las mujeres mayores. Como alguien sin escrúpulos y sin un sentido de la moralidad. Así, se aprecia que son diversas las valoraciones que se pueden hacer sobre estos individuos”, finaliza la extensa ilustración del portal Definición.
Solo para cerrar este compartir es bueno que también sepan que el gigoló de esos tiempos modernos ya no solo le echa el ojo a las mujeres, preferiblemente mayores y adineradas, sino que va con todo lo que se le atraviese, pues su meta es ver crecer sus ingresos económicos por la prestación de sus servicios sexuales. Y, ahora es más conocido como prepago.
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