No creo que haya excepciones, pero a muchos trabajadores les ha pasado que sus jefes, ‘emberracados’, los regañan, incluso hasta los amenazan con suspensión o echarlos, porque en sus horarios de descanso no responden a llamados o requerimientos, sobre todo si son asuntos ‘urgentes’.
Recuerdo, en mi caso particular, que uno de los tantos me dijo: “Nosotros somos periodistas y tenemos que estar dispuestos, las 24 horas del día, los 7 días de la semana y 365 días al año”; estuve a punto de contestarle con ‘kilométrico nojodazo’ y mandarlo ‘al carajo’, pero me contuve.
Con el pasar del tiempo, quienes se dedican a evaluar todo el cuento del impacto del estrés tienen argumentos, muchos basados en estudios científicos, concluyentes en que ser obsesivos con el trabajo no trae el tan anhelado bienestar que todos buscamos, puesto que, tarde o temprano, el cuerpo, la máquina perfecta, termina pasando factura física y mental. Lo ideal es el equilibrio entre trabajar y descansar.
Hace poco la Corte Constitucional colombiana le dio su espaldarazo a la Ley 2191 de enero 6 del 2022, ‘Por medio de la cual se regula la desconexión laboral – Ley de desconexión laboral’, que en el artículo 4°, de manera específica, contempla la garantía a ese derecho.
“Los trabajadores o servidores públicos gozarán del derecho a la desconexión laboral, el cual inicia una vez finalizada la jornada laboral. El ejercicio del mismo responderá a la naturaleza del cargo según corresponda al sector privado o público. Asimismo, el empleador deberá garantizar que el trabajador o servidor público pueda disfrutar efectiva y plenamente del tiempo de descanso, licencias, permisos, vacaciones y de su vida personal y familiar”, dice la norma.
Dicho artículo es ampliado en dos parágrafos, pero esos los invito a leerlos, al igual que toda la Ley que no es un mamotreto jarto, porque son solo 8 artículos en casi tres páginas tamaño carta.
Con relación a la desconexión laboral, que se traduce en derecho a descansar, y haciendo referencia a la obsesión por el trabajo encontré, en la edición digital del diario español El País, un interesante artículo sobre salud mental ligado al tema, escrito por la periodista Andréa García Borja, del que extracté lo siguiente para ustedes:
“Existen decenas de palabras y anglicismos —freelance, engagement, networking— para reflejar las dinámicas laborales del siglo XXI. También los males asociados a ellas: alguien es workaholic cuando trabaja en exceso, alguien sufre burnout por el estrés y cansancio acumulado tras años de vida laboral”, dice en su introducción.
Luego asegura: “pero no existía todavía un término que definiera la obsesión, derivada de la ambición, la autoexigencia y el perfeccionismo, de querer hacerlo todo bien en el entorno laboral. Una tendencia peligrosa que puede acarrear graves consecuencias para la salud mental, y también física”.
Hasta que revela que se trata de la sisifemia, identificada por José Manuel Vicente, director de la Cátedra de Medicina Evaluadora Pericial de la Universidad Católica San Antonio de Murcia (UCAM).
Cuenta la periodista García Borja que el término se inspira en el mito griego de Sísifo, condenado por los dioses a subir una roca a lo alto de una piedra y repetir la tarea una y otra vez, y lo acuñó Vicente, por primera vez, en el 2022.
“Es un trastorno de salud derivado del agotamiento psíquico y físico de un empleado que se ve obligado a responder a unos objetivos inalcanzables, bien porque se los ponen desde la dirección de su empresa, bien porque se los pone a sí mismo. Tiene una excesiva carga de trabajo que se empeña y esfuerza en cumplir, pero que nunca llega a completar a pesar de estar haciendo lo máximo posible”.
Lo que afirma la periodista a continuación es para tenerse en cuenta, citando al médico Vicente: “veíamos a gente emocionalmente destrozada, que acababa fatal y terminaba desarrollando otros síntomas. En ocasiones se podía aludir a una situación de desánimo o de ansiedad constante, pero sin darle nombre específico”, quien tras evaluar evidencias y perfiles y se dio cuenta de que ese cansancio repentino que sus pacientes experimentaban tenía una causa común.
“Quien padece sisifemia no puede distanciarse del trabajo en sus días de descanso. Tampoco cuando se mete en la cama, porque su cabeza, con el paso de los días, se ha configurado para rumiar de forma automática y constante sobre las tareas pendientes, sobre lo que podría haber hecho mejor o sobre si ha respondido o no bien al jefe. Alarga las horas de trabajo y se somete a jornadas extraordinarias. No duerme bien, reduce su ocio y su círculo social únicamente al entorno laboral. En consecuencia, no rinde como quiere”.
“Es un bucle. Para compensar, tomamos mucha cafeína, o recurrimos a los ansiolíticos. Nos decimos: ‘tengo que hacer lo posible, aunque haya dormido mal, por hacerlo perfecto”, dice Vicente.
Esa autoexigencia, ese alto nivel de responsabilidad y perfeccionismo, esa sensación de tener una sola oportunidad, es lo que diferencia a la sisifemia de otros trastornos identificados en el entorno laboral. Si estos rasgos y comportamientos se mantienen en el tiempo pueden aparecer cuadros de ansiedad, de angustia, cuadros depresivos. También trastornos del sueño.
Concluye el médico señalando las consecuencias físicas: “a la larga, hay cierta evidencia de que se pueden desarrollar cuadros cardíacos. Infartos, trastornos de ritmo cardíaco, subidas de tensión que pueden ser permanentes, con cuadros hipertensivos mantenidos. También hay una cierta constatación de que, quien mantiene un padecimiento como este, tiene mayor riesgo de tener infartos cerebrales”.
Hay más sustento en el artículo de la periodista Andréa (tildado en la e) … así que en su tiempo de desconexión laboral ‘devórelo’, le servirá para que, al menos, planifique su descanso como debe ser y amparado como derecho.
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