Aunque el término abstinencia signifique ayuno, dieta, frugalidad, privación, renuncia, continencia, moderación, sobriedad, no se sabe en qué momento quedó encajado en el amplio mundo sexual. Y, para decir las cosas como son, es no tener sexo, generalmente, por decisión propia.
Otro, castidad, tiene casi que una relación parentesca con el anterior, si se le da un vistazo a su significado: “Hace referencia a la condición de casto: aquel que decide abstenerse de los placeres carnales. Por lo general se asocia la castidad a la decisión de no mantener relaciones sexuales”.
A renglón seguido se asegura que la castidad es asociada con decisiones adoptadas por miembros de varias religiones, sobre todo el cristianismo, que la consideran “como una virtud”, pero que aquel que se deje seducir por “las relaciones sexuales que se desarrollan fuera del matrimonio, la masturbación y la lujuria”, la destruye.
Y un tercer término para no ir más lejos es célibe. Concretamente es una persona soltera. Este es más controvertido, porque si bien la soltería es una decisión de una persona, una “opción de vida”, no se ve por ninguna parte que no pueda tener relaciones sexuales.
Sin embargo, una de sus derivaciones, ‘celibato’, fue asumida por la Iglesia Católica que le sumó la palabra ‘sacerdotal’, estableciéndolo, en el Concilio de Trento (siglo XVI), como el máximo argumento de que el sacerdote debe consagrarse “exclusivamente a Dios”.
Esteher Balac, sexóloga, escribe sobre ‘torturas sexuales’.
Todo lo anterior era necesario para que repasen dos columnas de Esther Balac, la sexóloga de cabecera del periódico El Tiempo que en un mes escribió, en su espacio de domingo ‘Sexo con Esther’, acentuando su picante y agradable estilo de entender la sexualidad, y que aquí se las compartimos, a propósito de los efectos del coronavirus.
Polvos con tapabocas
La abstinencia sobre el catre, pasados tres meses de cuarentena, además de ser una tortura para las personas sexualmente activas, es en esencia improcedente.
De ahí que es necesario buscar alternativas para poner a funcionar –de manera segura– el departamento inferior, durante la pandemia.
Todo en razón a que las recomendaciones para mantener a raya el virus como el distanciamiento físico y el uso del tapabocas son medidas esencialmente contrarias al polvo.
Sin embargo, expertos de la Universidad de Harvard, en un artículo publicado en el ‘Annals of Internal Medicine’, se esforzaron en buscarle opciones al aquello, minimizando los riesgos. De hecho, hacen el llamado para que de ahora en adelante, al igual que condones, a la cama siempre se lleve tapabocas como dotación básica. Según estos estudiosos, independientemente de la cercanía que tengan las partes, obviar este elemento, es una práctica sexual insegura. Y, por supuesto, insisten en la necesidad de llevarlo bien puesto, independientemente de la intensidad del jadeo y del movimiento… como los condones.
Como es natural, los besos quedan proscritos, lo mismo que el contacto oral con fluidos de la planta baja, al igual que compartir juguetes. El imprescindible lavado de manos y el baño general, antes y después de las encamadas, resultan mandatorios, y evitar en lo posible acciones que puedan exponer de cerca ‘aerosoles respiratorios’, con lo que se deja claro que, por ahora, las faenas deben procurarse de baja intensidad.
Y aunque no me gusta cuestionar el número de parejas que cada quien pueda tener en su comportamiento sexual, por ahora, lo recomendable es evitar la promiscuidad, bajo la premisa que incluso encamarse con quienes se ha guardado la cuarentena ya implica un riesgo.
Y por último, y por obvio que pueda parecer, evite cualquier práctica de tinte sexual con personas sintomáticas o sospechosas de covid-19.
En síntesis, a la cama en la pandemia, pero con medidas de bioseguridad, como en toda flexibilización. Hasta luego.
Tantra, todo un estado lleno de placer
Y la segunda es más fresca:
Apaciguar la planta baja sin pareja
Nada más inconveniente que ponerse del lado de la abstinencia en el catre. Sin embargo, en momentos en que la pandemia se encuentra en una fase de aceleración, no queda más remedio que hacerlo, con la mente puesta en proteger la salud propia y del entorno.
Sí, es una recomendación salida del contexto normal de este espacio, pero en las condiciones actuales debemos aceptarla.
A menos que el polvo sea con alguien que se encuentra bajo el mismo techo, las ganas de la planta baja deben calmarse de maneras diferentes. Aunque en el confinamiento se quiera echar mano del sexo para buscar placer a fin de lidiar con el estrés y la ansiedad o simplemente para pasar el tiempo, la nueva realidad exige dejar esto de lado en compañía y tener presente que por ahora, la pareja sexual más segura, es la misma persona.
Basta saber que el contacto físico cercano es uno de los principales factores para transmitir el covid-19, y más si se comparten saliva y otras secreciones.
Y es que a la hora de las encamadas, lavarse las manos y no besar a la pareja no son suficientes para detener el virus, incluso si no se tienen síntomas, en razón de que 1 de cada 3 personas puede tener el virus consigo sin saberlo, lo que no evita que se pueda transmitir a otros. De ahí que la pareja más segura sea alguien con quien se ha compartido el encierro, nada más.
Aquí también vale dejar claro que relacionarse con extraños o con múltiples personas es una vía directa al contagio. Y en ese sentido, alternativas como la masturbación, el sexo telefónico, la relación por videollamadas, bajo condiciones seguras y permitidas, son opciones seguras mientras pasa esta contingencia.
Ahora, hay cosas que no se pueden aplazar, así no se tenga pareja, como la toma de medicamentos, en caso de tratamientos antirretrovirales, reguladores hormonales y la realización de exámenes de seguimiento o diagnóstico de enfermedades de transmisión sexual. Al igual que controles y consultas, en caso de presentar algún síntoma relacionado con los equipamientos sexual y genital.
Aunque la palabra ya suena antipática, no queda más que reinventar la forma de apaciguar la planta baja. Hasta luego.
Bueno, así que a reflexionar, #sinrecato.
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