En anteriores columnas escribí, #sinrecato, sobre la diferencia de edades entre hombres y mujeres. Hombre mayor con mujer menor versus mujer mayor con hombre menor. Abiertamente hablaron desde su experiencia, de las ventajas y desventajas y cómo era la convivencia.
Hoy se habla de una tendencia con un nombre pegajoso y dulce: sugar daddy, sugar mommy y sugar baby. En este tipo de relaciones, además de la diferencia de edades, hay un interés económico de por medio. En algunos casos, con el tiempo, se crea un vínculo de dependencia, el cual se traduce en seguridad financiera y emocional.
Un sugar daddy se caracteriza por ser un hombre maduro con una generosa billetera. Es un tipo de negocios, amante de la buena vida y la compañía de bellas mujeres y en especial si son jóvenes. Sabe cómo tratar a las mujeres y sobre todo seducirlas; es un ´gallo jugado´ porque tiene mucha experiencia en todos los ámbitos de la vida y ese es su poder.
Una sugar mommy es una mujer madura, empoderada, exitosa y decidida. Se destaca por su experiencia y sus cuentas bancarias. Por supuesto, que no le importa el qué dirán, así piensen que es una “asaltacunas”. Admite que necesita colágeno para su piel pero prefiere usarlo de manera natural.
Y están los sugar baby, que son los jóvenes que están felices de tener un “patrocinador (a)”, o “las bendecidas y afortunadas” que están felices de ganarse el baloto sin comprarlo. Aman la buena vida sin esfuerzo, por lo que no dudan en conquistar a un sugar daddy o sugar mommy que les resuelva su futuro.
Este tipo de relaciones siempre han existido, solo que no es fácil admitir que estás con alguien por interés, o por agradecimiento, o por un sin número de razones que no tienen nada que ver con el amor.
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