La otra tarde estaba con mi hija Catalina y empezamos a ver el reality soy Jazz, que en resumen cuenta la transformación que ha tenido un niño que, desde los cinco años, se sentía niña. Hoy Jazz tiene 17 años y a lo largo de una década, se ha sometido a un riguroso tratamiento hormonal, psicológico, contando con el apoyo de su familia. En esta etapa de la adolescencia, deberá someterse a la reasignación de órganos genitales (es decir su pene se transformará en vagina).
La pregunta es: ¿Cómo padres estamos preparados para esta situación? Cata, mi hija, como adolescente entiende el tema mejor que cualquiera. Jazz es transgénero, es decir, es una persona que su género en este caso el masculino, o su conducta, no se ajusta al sexo que se le asignó al nacer. Es decir, es una mujer ‘atrapada’ en el cuerpo de un hombre.
El género y la identidad de género no definen la orientación sexual. En tal sentido, considerar que unas son resultados de las otras es una concepción errónea que contribuye al desarrollo de estereotipos y a la creación de estigmas.
Aun cuando no estemos de acuerdo con ciertas conductas, debemos ser respetuosos y a la vez entender que las diferencias son las que hacen que las sociedades evolucionen y el pensamiento trascienda. Se imaginan, ¿que todos fuéramos iguales?
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