La cocina esperó por mí
para hacer de ti mi mejor receta.
Adobé tu piel con dulce fragancia de naranja,
le puse la sazón de mis manos
y a los olivos le extraje su opulento aceite,
para que el roce fuera fluido, suave, armonioso.
Tras mezclar y entremezclar,
quedaron residuos en mis uñas,
se me empotró algo de ti,
así que lamí uno a uno mis dedos,
para que tu amor no sólo entrara
por tus besos, tus caricias y tu sexo.
El vino,
el vino lo caté de tu sonrisa
que me dejó un halo de entrega total,
de una cosecha que hoy ya no existe,
que me embriagó y endulzó
al brasearte en tus propios jugos.
Todo estuvo dispuesto.
Te cociné a la temperatura exacta de mi cuerpo,
de mi vientre.
Probé y supe que mi plato es perfecto,
exquisito, para repetir.
Poeta invitada: Dina Luz Pardo Olaya
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