Una de las armas de seducción más poderosas de una mujer, es lucir una lencería sexy, y antes de elegirla tiene en cuenta varios elementos: Comodidad, color y materiales. Por supuesto, la actitud como se lleva es más importante que la misma ropa interior.
Tenía curiosidad en conocer el origen de esta prenda tan importante en el ropero femenino. Así que hoy les traigo algo de su historia.
En la Antigüedad ya los egipcios, en el año 3000 a. C, diseñan la primera pieza de lencería para distinguir a las mujeres de clase alta de las esclavas. Se trataba de una túnica delgada que iba desde el pecho hasta el tobillo.
En los años 400 a. C., en el Imperio Romano, como dato importante se le dio importancia a la higiene personal y es así que aparecen los primeros modelos de lencería que tenían la misión de cubrir las partes íntimas.
Las damas de la antigüedad usaban, a manera de brasier, unas bandas de lino o cuero para sujetar sus pechos. El material de esta ropa interior iba de acuerdo con la clase social a la que pertenecían; es decir, marcaba diferencia.
En la Edad Media aparecen los cinturones de castidad, en su mayoría eran elaborados en hierro. En ese entonces, las mujeres eran obligadas a usarlos y taparlos con camisones y la intención era la de esconder la figura femenina y evitar que la ropa interior se ensuciara.
A propósito de esos cinturones en una columna ya publicada, les hablé que fueron diseñados para evitar la infidelidad de las damas cuando sus maridos iban a las guerras.
Más adelante, en la época del renacimiento, surgen los corpiños y el corsé, cuya intención era la de realzar el busto de las mujeres y reducir la cintura para parecer ‘avispas’. Por supuesto algunas se lo tomaban tan a pecho que lo apretaban tanto hasta quedar sin aliento.
En 1837, en la Era Victoriana, época puritana, los corsés y corpiños dejaron de ser ropa exterior, y se convirtieron en ropa interior para que cada mujer guardara su sensualidad para ocasiones #sinrecato.
Con el tiempo, se pensó en el bienestar de la mujer, y empezaron a elegirse materiales más suaves y elásticos, pero cada vez más sexys y empiezan a diseñarse la ropa interior en materiales como seda y encaje y aparecen los ligueros y las medias veladas.
Mary Phelps Jacobs, una dama neoyorkina, a comienzos del siglo XX, cansada de los corpiños, tomó dos pañuelos de seda blanca y los amarró con una cinta y un cordón, y así nació el primer sujetador, prenda intima inspirada para la comodidad de las mujeres.
En la década de los 60 del siglo pasado, aparece el Wonder Bra, un ‘brassiere’ reconocido en todo el mundo porque tiene el efecto de realzar y juntar el busto. En los años siguientes, con el movimiento de la liberación femenina, las prendas íntimas variaron en sus diseños y materiales, y el objetivo en común fue el de encontrar la comodidad.
En los años 80, las tangas hicieron su triunfal aparición, primero en Sudamérica y luego en Estados Unidos, logrando impactar, perfectamente, en la cultura de los ejercicios aeróbicos, donde se usaban mallas y trusas de lycra, un material ajustado que realzaba las curvas femeninas. Desde ese momento, la tanga se encasilló de inmediato como ropa interior sexy.
La lencería femenina es un elemento de fina coquetería y hoy en día esta industria ofrece prendas íntimas para todos los gustos, tallas, colores y diseños; las hay desde diminutas, como los hilos dentales o tangas brasileras, hasta diseños más cómodos como los cacheteros e incluso bóxeres femeninos.
En la modernidad se han descubierto telas que además de proporcionar comodidad también representan bienestar y salud para las mujeres en su zona V por ello se recomienda el uso de algodón orgánico, una alternativa sostenible y eco amigable.
Por todo ello, la ropa interior es una poderosa arma de atractivo sexual para deleite de las miradas masculinas y para que cada mujer sienta que, cuando usa lencería, no solo es para sentirse segura y empoderada, sino también para sentirse bella y sexy.
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