Más allá de reconocerlo como ‘El precursor de la emancipación americana’ y ‘El primer venezolano universal’, a Sebastián Francisco de Miranda y Rodríguez Espinoza, quienes han investigado su vida, le atribuyen otro apodo: ‘Fiel cultor del erotismo’.
Esto último es ignorado en los textos que se divulgan en colegios, no solo de Venezuela, sobre la importancia histórica del caraqueño, nacido el 28 de marzo de 1750, fallecido a los 66 años en una prisión de Cádiz (España) el 14 de julio de 1815, y compañero de lucha patriótica de su paisano Simón Bolívar.
A manera de lectura relajante en este tiempo y por inquietud de un seguidor de sinrecato.com, hice la tarea de averiguar y en efecto, luego de leer buena parte sobre su interesante trayectoria de militar y político, forjada casi toda en Europa y Estados Unidos, se abordan facetas de su desaforado apetito sexual, en especial la inclinación por aquellas mujeres de alcurnia, casadas con prestantes maridos.
Seleccioné un resumen de los hechos atribuidos por historiadores al venezolano que, de manera didáctica e ilustrativa, hizo la redacción del portal web El Estímulo, bajo el título ‘Los secretos eróticos de Francisco de Miranda’, basado en confesiones que él mismo dejó en su ‘Diario’.
- Coleccionista de vellos púbicos: No cuenta con todo el respaldo de los historiadores, pero este mito es uno de los más conocidos en el historial sexual de Francisco de Miranda. Muchos dicen que, en una pequeña caja de madera, guardaba una especie de ‘memorabilia’ de cada uno de sus encuentros. Afirman que el ADN de grandes personajes de la historia estuvo guardado dentro de este pequeño cofre, como el pequeño vello de Catalina La Grande de Rusia.
- Amante de la zarina: El entorno de Francisco de Miranda dio fe de su cercana relación con Catalina La Grande. Con apenas 36 años de edad, logró captar la atención de la emperatriz, de 58. William Spence Robertson, un inglés cercano a Catalina, reseñó en uno de sus libros el influjo varonil del suramericano: “Con su penetrante mirada la analizó completamente. La emperatriz que era de baja estatura y gruesa, quedó extrañamente prendada de aquel avasallante personaje y le ofreció graciosamente su mano para que la besara. Luego la zarina le invitó a su mesa, y hablaron largamente sobre la América española y sobre la Inquisición”. En su ‘Diario’, Miranda no abordó al detalle su relación con la aristócrata, quien lo nombró oficial del ejército ruso y le financió su estancia en varios palacetes de su imperio.
- Gusto por los burdeles europeos…: Si hay algo que está, plenamente, documentado es el particular gusto del prócer por los lupanares europeos. Sus expediciones al Viejo Continente se tradujeron en correrías nocturnas en Roma, Ámsterdam, Gotemburgo, Londres, Viena o Varsovia. En su ‘Diario’, Miranda relata su gusto por las adolescentes de dudosa reputación: “Fuimos hacia allá y encontré una muchacha de 18 años, decente y muy bien parecida, más que no quería franquearse a la primera visita y daba esperanza de hacerlo en la segunda. Yo solté los registros de mi persuasión, y al cabo de mucho rato lo hube de conseguir, con la promesa de no derramarme dentro (…) Tiene muy buen goce”, escribió el caraqueño sobre su presencia en un burdel romano.
- Por las mujeres casadas: Historiadores dan fe de relaciones de Miranda con al menos dos mujeres que estaban casadas con miembros de la aristocracia europea. Una de ellas fue Catalina Hall en Suecia y la otra, la marquesa Delfina Custine, cuyo marido compartió prisión con el precursor.
- Ávido lector del erotismo: Para muchos, Miranda fue el primer erotólogo de Venezuela. Su amplia colección de libros y escritos sobre el sexo apuntan el interés del prócer en temas como la masturbación, el sexo heterosexual o las enfermedades venéreas.
En ‘El Blog del Generalísimo’ están revelados, con detalles, escritos en los que el prócer cuenta sus vivencias en las ciudades europeas en las que visitaba las zonas de burdeles.
Al azar escogí una experiencia que vivió en Roma: “Fuimos hacia allá y encontré una muchacha de 18 años, decente y muy bien parecida, más que no quería franquearse a la primera visita y daba esperanza de hacerlo en la segunda. Yo solté los registros de mi persuasión, y al cabo de mucho rato lo hube de conseguir, con la promesa de no derramarme dentro. Le di un cequí, que aquí es muy buena paga. Después supe que esta muchacha es de gentes decentes, a quien cuando el Rey de Suecia estuvo en Roma había hecho un hijo para su desgracia. Tiene muy buen goce”.
Casi al final del extenso material, y como para resumir, se le atribuye al historiador Tomás Polanco Alcántara el estimativo que en los brazos del precursor estuvieron más de 200 mujeres, y la prueba de cada conquista era el vello púbico que guardaba en su ‘famoso’ cofre.
Todo lo anterior ratifica que Miranda, como muchos próceres, entre virtudes y defectos, sacaban tiempo para otras cosas que estar solo metidos de cabeza en estrategias para la liberación de pueblos bajo yugos de los tiranos de turno.
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